Carlos Rehermann es un escritor uruguayo nacido en 1961. Su última novela, la torrencial y demencial Dodecamerón, apareció en septiembre del año pasado. Entreteje ciento cuarenta y cuatro relatos de una decena de náufragos que a la espera de su rescate proyectan sus fantasías y –como si fuesen escritores– saquean personajes y tópicos de los relatos de sus acompañantes armando una trama, como dije, demencial y torrencial que puede colonizar la vida y las noches de un lector durante una semana, o más. El autor conduce en Montevideo el programa Tormenta de cerebros y colabora asiduamente en el suplemento cultural del diario montevideano El País.Entre tantas deudas, debo a una nota de Rehermann en El País el descubrimiento de Leopold Weiss. Descendiente de una estirpe de rabinos ortodoxos, nació en Galicia, en una familia de banqueros. Para su Bar Mitzva dominaba el hebreo oral y escrito y a los dieciocho años ingresó a la Universidad de Viena para estudiar artes. Vinculado por razones familiares a los grupos sionistas, y, por elección e influencia familiar a las primeras camadas de discípulos de Freud, deploraba que su Talmud pintase un dios tribal desentendido de los restantes grupos humanos. En eso repetía el antecedente de Teodoro Hertzl, joven oficial del ejército austrohúngaro, quien, antes de imaginar un éxodo a Palestina, se ofertó al Papa para encabezar la conversión al catolicismo de un millón de judíos del imperio. Assad viajó a Jerusalén por primera vez en 1922, donde en lugar de la utopía de un estado judío independiente contrajo una pasión por la cultura árabe y los nómades beduinos a quienes identificaba como dueños de la tierra y de la verdadera herencia del pueblo de Israel, que usurpan en Palestina “unos belicosos inmigrantes europeos”. Entregado al estudio de la lengua, la filología y la jurisprudencia islámica, cinco años después, de paso por Berlín, se convirtió y pasó a llamarse Muhammad Assad. Fue funcionario de la corte de Ibn Saud y más tarde, conspirador antibritánico en la India, lo que le valió cinco años de internación en un campo de prisioneros de guerra. Fue el inspirador de la constitución de la República Islámica de Pakistán, su nueva patria, a la que representó en las Naciones Unidas como ministro Plenipotenciario. En su retiro, dio a conocer una traducción al inglés comentada del Corán que sigue siendo canónica aunque estigmatizada por Jomeini y los talibanes que tanto adeudan al pensamiento de este austríaco. Las 1.080 páginas de una versión española de su Corán se pueden bajar desde www.webislam.com. O subir: todo depende de cómo cada uno considere los asimétricos términos del intercambio entre su mente y la vaga memoria que registra la Web.