COLUMNISTAS
La DAIA y los desaparecidos

Otra desilusión

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El acto que realizó la DAIA en homenaje a los desaparecidos judíos durante la última dictadura el 7 de abril (el primero en 31 años) reavivó un debate interno en la comunidad y generó un sabor amargo entre los familiares de las víctimas por la falta de autocrítica sobre su rol en aquellos años.
Esta es una demanda que le vienen haciendo a la entidad desde el retorno de la democracia y que, por ahora, nadie está dispuesto a realizar, al punto de que su actual presidente, Julio Schlosser, sostuvo en su discurso que “la historia deberá de alguna manera evaluar” la actuación de los dirigentes entre 1976 y 1983.
Esto provocó rechazo y desilusión entre los familiares que asistieron al homenaje. “Este acto ni siquiera fue una vergüenza, me pareció nada, totalmente irrelevante, podría no haberse hecho. La DAIA no estuvo a la altura de las circunstancias, no hizo una autocrítica profunda de su accionar durante la dictadura”, afirma Daniel Tarnopolsky, cuyos padres y hermanos fueron secuestrados por los militares.
“No era lo que queríamos, es lo que conseguimos, es lo que hay”, sostuvo uno de los miembros de la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos, y coincidió con Sara Brodsky, madre de Fernando, secuestrado en 1979. “Fue una cosa importante porque ya estamos grandes, aunque me pareció ecléctica y muy formal. Me hubiera gustado que hicieran un raconto de la búsqueda de nuestros hijos en la DAIA. No dijeron nada en cuanto a su accionar en la dictadura, queda como que cada uno lo comprende por haber vivido en este país”, resalta. El más crítico fue el ex director del periódico Nueva Presencia, Herman Schiller, quien emitió un comunicado, apoyado por cien familiares y miembros de la comunidad judía. “Denunciamos una vez más la hipocresía de las autoridades de la DAIA que acaban de rendir ‘homenaje’ a los detenidos-desaparecidos. Centenares de testimonios, sobre todo de familiares de las víctimas de la dictadura militar, y un extenso número de documentos, han demostrado ya con creces de qué lado estaba el judaísmo oficial cuando los genocidas masacraban a nuestros familiares y compañeros –afirma–. La verdad no puede ser reemplazada por la desvergüenza y el autoblanqueo. La sociedad sabe muy bien quién estuvo donde había que estar en los trágicos días del terrorismo de Estado, y quién fue cómplice del feroz enemigo. Tampoco para los oportunistas habrá olvido ni perdón”.
El rol de la DAIA durante la dictadura sigue siendo un tema tabú dentro de la entidad, al punto de que cerca de la mitad de su actual comisión directiva votó en contra de realizar el homenaje y ni siquiera participó del acto, por diferencias ideológicas y porque no quieren incomodar a algunos de sus predecesores de esos años que aún viven.
“No es el momento de hacer un balance histórico de la actuación de los que tuvieron en esa época la conducción de la institución –explica Schlosser–. Todo proceso histórico tiene su tiempo de maduración y la comunidad todavía está cicatrizando heridas y tiene problemas graves que hacen que sea necesario que permanezca unida. Va a llegar la oportunidad histórica de que se analice punto por punto la actuación de todos. Sabemos que son muchísimos más los aciertos que los desaciertos”.
Los familiares le reprochan que no se haya mencionado en el acto el maltrato al que los sometían los empleados de la institución cuando iban a pedir ayuda para sus parientes; el silencio oficial de la DAIA ante lo que ocurría; y que su presidente (1976-1980), Nehemías Resnizky, hiciera todo lo posible para rescatar a su hijo desaparecido en 1977, pero “poco” por los demás.
Por estas actitudes, los padres y madres vienen sosteniendo desde esos años que para la entidad había “desaparecidos de primera y de segunda”, por lo que no recurrieron nunca más a ella. Recién volvieron el 7 de abril para asistir al homenaje. Las heridas aún no han cicatrizado y las cuentas tampoco han sido del todo saldadas.

* Periodista y autor de Ser judío en los años setenta junto a Daniel Goldman.