La crisis mundial toma todos los espacios que dejaron el conflicto del campo, las valijas de Antonini, el juicio a Chabán y Callejeros, y el triunfo de Obama. Entiendo que haya que prever la situación futura de nuestro país, pero tampoco se trata de instalar un discurso de miedo.
No hay que olvidarse que una crisis no es sólo algo negativo y traumático, donde el desconsuelo y la desesperación se ofrecen como único horizonte posible. La crisis también es motora, produce cambios, nos saca del adormecimiento que puede significar una estabilidad, del tipo que sea: económica, política, familiar, social, cultural, o mental. Lo que asusta es la angustia que la crisis pueda generar, porque yo entiendo que nadie quiera angustiarse, pero, ¿hay algo más real que un estado de angustia? Jacques Lacan decía que la angustia es el único afecto que no miente, y si nos detenemos en esta afirmación, y dejamos un poco de lado lo mortificante y doloroso que puede implicar una crisis, también es verdad que en un estado de angustia no nos podemos engañar con que está “todo bien”, además que durante una crisis las personas sacamos lo mejor que tenemos: repensamos estrategias, inventamos modos de hacer, apelamos a capacidades que creíamos no tener, en otras palabras, extremamos el deseo.
Y justamente de esto se trata, de apelar a lo mejor que tenemos, a eso que nos cuesta un esfuerzo tremendo sacar afuera. Porque sino, la única que nos queda como sociedad es entrar en pánico, paralizarnos por lo que se dice que está pasando, y creer que no podemos hacer nada, que cualquier recurso con el que contamos no sirve. De este modo, se pierde el criterio de realidad y la verdad pasa a ser más lo que se dice, lo que circula en el imaginario social, que lo que cada uno pueda hacer con eso que le esté pasando en el momento de crisis.
Lo que se dice no es, es tan sólo una porción de lo que verdaderamente está pasando, y por lo tanto, una versión de la realidad. Entonces, ¡que no cunda el pánico!, que un poco de angustia no le viene mal a nadie. A no paralizarse con el porvenir porque sino, ahí sí que nos va a agarrar mal parados.
*Psicoanalista. Miembro de Epsyco.