COLUMNISTAS
BOCA, RIVER Y LOS DRAMAS QUE SE REPITEN HASTA EL INFINITO

Otra vez sopa, Zaratustra

Quizá sea un exceso hablar de un país nietzscheano, nada menos, sólo por nuestro entrañable apego al eterno retorno de las cosas. ¿De qué hablo? Del la perturbadora idea que el bigotón Fritz desarrolló por primera vez en Así habló Zaratustra: la incierta parábola del tiempo, su inicio y un final que, a su vez, genera otro comienzo idéntico.

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“Vendré eternamente de nuevo a esta misma e idéntica vida, en lo más grande y también en lo más pequeño, para enseñar de nuevo el eterno retorno de todas las cosas.”
Friedrich Nietzsche (1844-1900),de “El convaleciente”, en “Así habló Zaratustra” (1883).

Quizá sea un exceso hablar de un país nietzscheano, nada menos, sólo por nuestro entrañable apego al eterno retorno de las cosas. ¿De qué hablo? Del la perturbadora idea que el bigotón Fritz desarrolló por primera vez en Así habló Zaratustra: la incierta parábola del tiempo, su inicio y un final que, a su vez, genera otro comienzo idéntico. Más que “todo pasa”, como sugería el anillo del venerable pensador de Sarandí, en estas pampas todo vuelve. Vuelven Duhalde y Barrionuevo, los nostálgicos de la fiesta de los 90 y de los malos de gorra y bigote, Samuel y Saviola, los energúmenos en barra con pasaporte rumbo a Sudáfrica, Gallardo y Almeyda, los demonios de Orteguita y la guerrilla boquense que enfrenta, otra vez, a dos líderes irreconciliables: el enganche melancólico y el rubio volador.
Quizá, para Amado Boudou, esto de Boca no sea una crisis, sino un simple “reacomodamiento de egos”. Puede ser, cómo no. Ya otros poéticos cultores del eufemismo bautizaron como “halcones y palomas” a los bravos partisanos de Navarro Montoya y Márcico, enfrentados a muerte en el viejo cabaret del campeón de 1992. Pero, claro, hay sacudones y sacudones. No es lo mismo un reacomodamiento de la tierra como el de Haití (así lo llamaría el creativo ministro), que otro en el Banco Central, en la oficina de Cobos, en los ahorritos de Néstor o en las, digamos, ideas de Maradona en conferencia de prensa. No exageremos.
Parece que para remover a algún histórico del equipo, aunque sea por un partido, se requiere de un coraje inusual. Un exotismo nada menor para un país que derrama tanto amor y tanto odio –en ese orden–, sobre cualquier presidente con fecha de vencimiento. Alves, impulsado por la excitación psicomotriz del que se sabe jugado a todo o nada, por fin parece dispuesto a concretar la “limpieza” que nadie quería hacer. Eso sí, empezó, como un peroncito en Puerta de Hierro, bajándole el pulgar a un soldado por bando: el fiel riquelmiano Ibarra y el palermista Pato Abbondanzieri. Un equilibrio perfecto. Nadie come vidrio acá, ni en la política, ni en el fútbol.
¿Por quién se juega la masa boquense? Por los ganadores, como casi todas. Tanto Riquelme como Palermo pertenecen a esa raza especialísima, así que, mientras rindan y existan otros fusibles para sacrificar por la causa, la prudente tribuna siempre reservará una ovación para cada uno. ¿Es ésta una incondicional muestra de fidelidad, o una manera de negar el paso de tiempo, de aferrarse ciegamente al pasado glorioso? Ah…
Quizá lo que hoy agonice sea aquel proyecto del Boca hegemónico que diseñara Macri, tan a su medida. No les será fácil, entonces, resignarse a la gris coexistencia democrática con su intolerable irrupción de nuevos ricos, como Estudiantes o Vélez. ¿Qué ídolo pagará las culpas y dejará su altar pagano después del Mundial? Mmm… Veremos.
La crisis circular que padece River quizá sea menos espectacular que la de su archirival, pero se la nota mucho más profunda. Apichonados por la abrumadora infalibilidad bostera y alejados los dorados años 90, donde reinaban los riojanos más famosos, el aguilariato resucitó, pese a algunos títulos aislados, ese espíritu loser que los torturó por años, desde Frondizi hasta Isabelita. Contra todo eso deberá luchar Passarella que, para colmo, otra vez sufre –personal y profesionalmente– el caso Ortega, un triste drama sin final.
Los hinchas aman al Burrito de la cintura mágica, el enganche y los lujos. Nada saben del changuito melancólico de Jujuy que ahoga su pena en alcohol. Lo siento, pero desconfío de los unánimes, esos que juran preocuparse “por el ser humano, antes que por el jugador”. Dependerá, en todo caso, de su profit. Porque Archubi, por citar sólo un caso, no fue ejecutado al amanecer después de ser suspendido por fumarse un porrito… sólo por escasez de balas.
¿Qué hacer con Ortega? Amar al crack y respetar al tipo que sufre y se autodestruye, por ejemplo, sin caer en la moralina perdonavidas de los que se imaginan salvadores. Nadie puede pensar ni decidir por él. No es tan fácil entenderlo, y si no me creen, por favor vean El Solista (2009), la fantástica película protagonizada por Robert Downey Jr. y Jamie Foxx que cuenta la historia de Steve López, un periodista de L.A. Times obsesionado en “rescatar” a un homeless, ex músico y enfermo de esquizofrenia que, pese a su deterioro, sigue siendo un cellista virtuoso. Una historia dura, con un final conmovedor, cuando López, abrumado por el fracaso de su causa, se obliga a elegir ente el “deber ser” y el amor puro de la amistad.
Los futboleros de ley conocen bien ese tipo de entrega sin condiciones. Será cuestión, muchachos, de saber volcarla también en ésos que ponen el cuerpo para defender los colores. Hombres de carne y hueso que intentan vivir, como pueden, bastante más allá del póster y el autógrafo.

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