No es ninguna novedad que en las democracias occidentales los factores del poder especulen con los plazos en los que se pueden producir vacantes en los tribunales superiores de Justicia.
El capitalismo salvaje del recordado film El informe Pelícano ocupaba sus cálculos en la hipotética composición de la Corte norteamericana en su eventual intervención en un juicio millonario sobre contaminación ambiental, no ahorrando en homicidios ni estilos de currículums de los candidatos a los reemplazos. Las jubilaciones, retiros o muertes naturales no presagiaban tiempos cercanos en los que la potestad del presidente en ejercicio alcanzara para proponer a los nuevos ministros. Allí estaba la novela policial de Grisham para imaginar asesinos a sueldo para generar vacantes.
Más cerca en el tiempo, cuando el ex presidente Menem hegemonizaba la política vernácula, sostenía el periodista Verbitsky en Hacer la Corte que el poder, para legitimarse en forma absoluta, necesita subordinar la Justicia hasta su anulación.
La muerte del fiscal Nisman ha acelerado una actividad judicial de control de los funcionarios que, en estos treinta años de democracia, sólo se notaba ágil recién en cada fin de ciclo del poder.
La propuesta de Cristina Kirchner para cubrir la vacante del renunciante Zaffaroni tiene algunos datos relevantes: en primer lugar, surge de un liso y llano incumplimiento del Decreto 222/2003, con el cual el entonces presidente Néstor Kirchner se autolimitó para ordenar la Corte, quizás la medida más aprobada por la sociedad de todas las que tomó en su gobierno. En un año electoral, no hay convicción ni espalda para derogar esa medida y, sin ninguna limitación hereditaria ni ganancial, sostener a un candidato que no genere los consensos necesarios para obtener el apoyo de los dos tercios del Senado. En segundo lugar, no caben dudas de que, entre los coautores de los trabajos del juez recientemente jubilado, algunos ex funcionarios judiciales y otros activos en altas responsabilidades judiciales, el Gobierno tiene candidatos con mayores antecedentes que el propuesto y que se ajusten al perfil delineado en el decreto vigente del ex presidente Néstor Kirchner. Tercero y último, ninguno de ellos habría aceptado recorrer el vía crucis que prometió la oposición en estas condiciones.
El antecedente del rechazo a Reposo hace pensar que el candidato o candidata real está encubierto. De allí que esta propuesta entre también en otro apotegma de Verbitsky al referirse al poder en el libro citado: “Menor es su credibilidad cuanto mayor es la brecha entre sus dichos y sus hechos, entre su razón de ser y su modo de ser”. La mejor Corte, con equilibrio de género y presencia federal, deja paso a un candidato fungible que le permite hacer flamear la intención de incrustar de juventud la conservadora estructura del máximo tribunal, demostrar que cumple con el ejercicio de sus atribuciones hasta el último día de su mandato, dejar que la oposición rechace el pliego y especular, quedando a la espera de alguna otra vacante, con buscar fisuras entre los senadores de la fragmentada oposición. El compromiso de no aprobar ningún pliego que envíe Cristina Kirchner endureció la propuesta. Todos los días serán el último día. Hasta el 10 de diciembre.
*Profesor de Derecho Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de Lomas de Zamora.