La teoría de los lulopetistas rabiosos, acompañados por algunos supuestos intelectuales extranjeros, de que la condena de Lula fue una conspiración de las élites para desplazar de la elección al campeón de los pobres es puro “fake news”.
Muchos de esos intelectuales extranjeros no tienen seguidores en sus países de origen y, por lo tanto, se dedican a vender sus tesis para los ignorantes de América Latina. Terminan constituyendo una secta de adoradores de cualquier líder que se disponga a oírlos. Hay algunos de gran prestigio que no tienen el menor resquemor en caer en una profunda contradicción mientras sean aplaudidos por esa izquierda estúpida.
Me refiero, por ejemplo, a Noam Chomsky, que firmó el manifiesto de los intelectuales en apoyo a Lula, a pesar de haber declarado, no mucho antes, en una entrevista con Democracy Now: “Es penoso observar que el Partido de los Trabajadores, que impulsó medidas significativas, no pudo mantener las manos lejos de la lata. Se vinculó a una élite extremadamente corrupta, que siempre robó, y se desacreditó. Espero que se alíe a fuerzas más honestas que antes que nada reconozcan la necesidad de desarrollar la economía de una forma más sólida, no solo basada en exportaciones de materias primas, y que sea lo suficientemente honesto para llevar adelante políticas decentes sin robar dinero público”.
¿Cómo es posible decir que el PT metió la mano en la lata, que robó, y al mismo tiempo, defender que el líder supremo de esa banda sea declarado inocente?
Las tesis de Chomsky coinciden, en líneas generales, con el razonamiento de los jueces de Porto Alegre, en el sentido de que Lula no pudo dejar de saber que los funcionarios que él designaba en Petrobras “metían la mano en la lata”.
Si yo fuese rico, estaría a favor de que Luiz Inácio Lula da Silva pudiera candidatearse a la presidencia. Y lo votaría.
En definitiva, los años de Lula y Dilma fueron extraordinariamente beneficiosos para el 10% más rico de la población. En Brasil, la porción de la riqueza en manos de los que están en la cúspide de la pirámide social es del 55%. Es mayor que la que les corresponde a los ricos en Estados Unidos, que no supera el 47%. El porcentaje que se llevan los ricos ya es obsceno por sí solo, pero es más escandaloso cuando se verifica que de 2001 a 2015 aumentó del 54 al 55%.
Lo que no se puede decir es que Lula haya mentido: más de una vez dijo que nunca los empresarios habían ganado tanto dinero como durante su gobierno.
Lula, que se vende como el “padre de los pobres”, no les tocó ni un pelo a las élites brasileñas. Según la Síntesis de Indicadores Sociales difundida por el IBGE, la renta del 1% de los hogares más ricos es 38,4 veces superior a la del 50% de los más pobres.
¿Por qué los ricos conspirarían, entonces, contra un político que fue tan beneficioso para ellos? Según Antonio Palocci, uno de los principales ministros de Lula y Dilma, el ex presidente tenía un “pacto de sangre” con Odebrecht.
* Columnista de Folha de S. Pablo.