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Padres nuestros

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Se repitió por tercer año consecutivo la negativa oficial a que la Fanfarria Alto Perú del Regimiento de Granaderos a Caballo participe de los fastos tradicionales en la Exposición Rural de Palermo. La renuencia puede verse como afán de hacer palidecer el brillo de tales liturgias: concurso de belleza animal, desfile de riquezas móviles, silbatina de políticas adversas, etcétera. Pero en todo eso hay otra cosa, premeditada o intuitiva, y es afectar la confluencia de dos grandes mitos de origen de la patria. Porque tanto en el imaginario castrense como en el imaginario campero existe la ambición de ser fundadores de la argentinidad y expresión cabal de su esencia más pura y más verdadera; poderosas fábulas bélicas y telúricas dan sostén a esa pretensión y promueven una versión visceral de la historia nacional y por ende de su futuro.

Es para eso, después de todo, que las naciones atesoran próceres y los validan como padres de la patria: para que sustenten todo presente con brillos de puro pasado y promesas de gran porvenir; para que infundan tradición y destino (el peso de una gran tradición y un destino de grandeza) a los actos de cada día. Pues bien, retacear la pompa fanfárrica del Regimiento de Granaderos a Caballo para las ceremonias anuales de la Sociedad Rural Argentina implica disputarle la legitimación sanmartiniana y abrir así una premeditada grieta en los mitos de la fundación nacional.

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Pero a esa noticia vino a agregarse otra, más o menos en los mismos días, involucrando a nuestro otro gran héroe. La empresa Metrogas le ha cortado el suministro a la iglesia de Santo Domingo, cuyas instalaciones no cumplen con las estrictísimas reglas que Metrogas dispone para habilitar su imprescindible servicio. Entre otras consecuencias, ese corte produjo la siguiente: la llama eterna de la tumba de Manuel Belgrano, que se yergue en el frente del citado templo, ha quedado apagada de inmediato. A la par que el pasado y el origen, el futuro luminoso de la patria ha quedado igualmente en suspenso. Si del fuego simbólico depende, no hay garantía de eternidad para nosotros.