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RECETAS DEL MINISTRO BOUDOU

Pagamos el queso más caro que en Italia

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Si hacemos un repaso de lo que pasó en los últimos treinta años nos daremos cuenta de cómo cambio la ecuación oferta/demanda de alimentos en el mundo. Hace treinta años la oferta estaba delante de la demanda, nuestro país sufrió la consecuencia de la misma cuando era muy difícil venderle alimentos al mundo, basta recordar la soja de los 150 o 160 dólares la tonelada que, comparada con los 500 dólares por toneladas de la actualidad, nos refleja este cambio en la ecuación.
Hoy la demanda está delante de la oferta. Esto se debe básicamente a dos hechos muy importantes: el primero, la firme decisión del mundo de producir biocombustibles, convirtiendo una enorme cantidad de granos en energía.

El segundo suceso es el cambio de dieta de los países asiáticos. Se pasó del consumo como grano directo al consumo de alimentos con proteínas más complejas: carnes, lácteos, etc. Esta acción del cambio de dieta, de proteínas vegetales a otras más complejas, implica sin duda un mayor consumo de granos y subproductos.
Si a esto le sumamos un tercer factor, que es el crecimiento demográfico natural en el mundo, concluiremos en el porqué de este aumento de la demanda –que hace subir el precio de los alimentos– y que la única manera de contrarrestarla es con una mayor oferta. Ante el aumento de los precios de los alimentos a nivel mundial el presidente francés, Nicolas Sarkozy, había resaltado el mes pasado la necesidad de que exista una mayor regulación, que limite la especulación y la volatilidad de los precios de los alimentos. Analizando esta propuesta Brasil presentó en la última reunión del G20 una posición firme de “no aplicar regulaciones ante el alza de los precios internacionales”. Su ministro de Agricultura amplió aun más la postura: “Brasil está produciendo en forma eficiente”.

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Los hechos avalan a Brasil, que pasó de producir, en el año 2000, 80 millones de toneladas de grano, a 150 millones de toneladas en 2010; de 10 mil millones de litros de leche en el año 1980 a 28 mil millones en el año 2010, y en cuarenta años agrandó su rodeo de ganado bovino de 60 millones de cabezas a las actuales 165 millones.
Argentina, a través del ministro de Economía, Amado Boudou, defendió la posición impulsada por Brasil, diciendo: “La regulación de los precios no es un objetivo posible, ya que iría en contra de la seguridad alimentaria, porque caería la cantidad ofrecida”.
¿Que habrán pensado el resto de los ministros del G20 que observan que Argentina, por tener los mercados regulados, produjo una menor oferta de alimentos?

Si se hubiera usado la receta “internacional” del ministro Boudou, el país estaría produciendo 18 mil millones de litros de leche y no los 10 mil millones de litros de leche anuales que desde hace diez años producimos. O tendríamos por lo menos las 60 millones de cabezas de ganado de hace 5 años y no las 48 millones actuales.
En la parte agrícola, la potencialidad productiva del país es de alrededor de 140 millones de toneladas de granos; hoy estamos en los 100 millones de toneladas, pero con un sistema agrícola que no es sustentable en el tiempo. El Gobierno nacional castigó la siembra del trigo y maíz incentivando la “sojización”, comprometiendo así el futuro de nuestro suelos. Con la excusa de la “defensa de la mesa de los argentinos” el Gobierno nacional implementó a partir de 2006 una serie de intervenciones que fracasaron, ya que lo único que lograron fue el castigo a los dos extremos de la cadena: al productor que le pagan menos de lo que le corresponde y al consumidor que está pagando por los alimentos uno de los precios más elevados del mundo. Hoy los argentinos pagamos el queso igual o más caro que en Italia, el pan lactal más caro que en Inglaterra y la carne más cara que en Uruguay. ¿Esta es la famosa “defensa de la mesa” de los argentinos?
Esta política que en definitiva subsidió el lomo de Puerto Madero o las medialunas de los hoteles 5 estrellas, nos costó más de 10.500 millones de pesos de subsidios en estos últimos cuatro años a todos los argentinos.

Peor aun, si bien hace más de diez años que producimos 10 mil millones de litros de leche anuales, lo triste es que lo estamos haciendo con 7 mil tamberos menos. Desaparecieron en estos diez años 60 mil productores, y nos encaminamos sin duda a un escenario de concentración productiva.
Si el productor no recibe lo que le corresponde, si el sistema agrícola no es sustentable en el tiempo, si aumentó la concentración de la riqueza, si subsidiamos el alimento a las clase pudientes y los alimentos están por las nubes… ¿Por qué insiste el Gobierno con algo que fracasó?
La repuesta sin duda la dio el subsecretario de Agricultura, ingeniero Oscar Solís, en un reportaje reciente: “Somos conscientes de lo que se pide desde el ámbito privado, pero hay que entender que es el Gobierno el que decide esto y que puede o no ser compartido”. En otras palabras: “tiene razón pero marche preso”.

Ingeniero agrónomo. Presidente de Cartez.