COLUMNISTAS
EL REGRESO DE CRISTINA (II)

País Buenos Aires

La imitación de la estrategia de Duran Barba está en comprender que un poderoso partido vecinal del Gran Buenos Aires puede tener más fuerza que los partidos nacionales tradicionales.

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Plan omega: en física, “omega” representa la resistencia de un material. Kirchnerismo resiliente. | Eduardo Lerke

Sigue de ayer: El regreso de Cristina (I) | Qué se discute


¿Es la Unión Ciudadana de Cristina Kirchner un partido vecinal del conurbano de Buenos Aires? Muchos encontraron en su acto de lanzamiento del Día de la Bandera una estética PRO o duranbarbista, pero hay una similitud de fondo mucho más relevante y a la que no se le prestó debida atención. El PRO fue durante mucho tiempo considerado un partido vecinalista de la Ciudad de Buenos Aires.

En las polémicas personales que desde hace diez años venimos manteniendo con Duran Barba por ser desde entonces columnista de este diario, hubo una controversia recurrente. Hasta la conformación de Cambiemos, siempre le criticaba su poco interés en la construcción de una fuerza nacional con presencia en todas las provincias. Mi argumento era que por el hecho de que Duran Barba viene de un país pequeño como Ecuador, rodeado de los otros países latinoamericanos del océano Pacífico también con territorios no muy extensos y sistemas de gobierno unitarios, su experiencia política se concentraba en intendentes de las principales ciudades que pasaban a presidentes de sus países. Mientras que en la Argentina así como en Brasil, al tener grandes extensiones y ser países federales, las figuras de los gobernadores eran más presidenciables (Carlos Menem, Néstor Kirchner).

La Constitución del 94, la nacionalización de la TV por el cable y la migración "invirtieron" la Batalla de Caseros

Pero probablemente, entre otros factores, el acelerado y continuo cambio poblacional que produjo la migración del interior a la ciudad de Buenos Aires (la mitad del Conurbano no existía hace veinte años) fue haciendo que la Argentina fuera dejando de ser un país federal para convertirse en uno cada vez más unitario, y progresivamente le fue resultando más difícil a un gobernador del interior ser presidente.

Para el gobernador cordobés Schiaretti, la Constitución de 1994 que permitió al intendente de Buenos Aires ser electo y tener rango de jefe de Gobierno, más la televisión por cable que nacionalizó los canales de televisión de la Ciudad de Buenos Aires, generaron una ventaja a los políticos de Buenos Aires sobre todos los demás. Entendemos por Buenos Aires la Ciudad y su Conurbano, municipios que terminan decidiendo quién resulta electo gobernador de la provincia homónima, al punto que los principales candidatos tanto para la provincia como para la Ciudad de Buenos Aires son intercambiables: Scioli y María Eugenia Vidal estuvieron de un lado y otro de la avenida General Paz.

Ganar en la provincia de Buenos Aires representa simbólicamente ser presidenciable. Otro ejemplo es Sergio Massa. Que Cristina Kirchner haya decidido utilizar la palabra “ciudadanos” para su frente, sumado al ninguneo al partido peronista subestimando lo que pudiera aportarle su estructura, puede tener que ver con una nueva lectura del mapa político argentino donde el interior es cada vez menos significativo. Y con que lo que los partidos grandes tienen para ofrecer –una presencia en todo el país– es cada vez menos importante porque el peso de un candidato muy visible en el Gran Buenos Aires se impone sobre la territorialidad, de la misma forma que los casos policiales de Buenos Aires son nacionalizados por los canales de noticias de la Ciudad.

Incluso la propia territorialidad dentro de la provincia de Buenos Aires se va subvaluando. Problema que une a Randazzo en el peronismo con Emilio Monzó en el PRO, porque ambos son del interior de la provincia y defienden la suma de dirigentes locales en cada distrito pero son arrollados por el peso del Conurbano. Este problema se agiganta de cara a 2019 para los gobernadores del PJ si Cristina Kirchner hiciera una buena elección en octubre próximo. En esa hipótesis, ella podría amenazar a los gobernadores con hacerles lo mismo que a Randazzo pero a nivel nacional: vaciarles el partido si no se suman a su candidatura.

Quizás en 2019 los gobernadores del PJ se arrepientan de no haber apoyado a tiempo a Randazzo

Algo similar le sucedió al partido radical –muy a tiempo comprendido por Ernesto Sanz–, que si no se aliaba con Macri, corría el riesgo de perder en los distritos donde era mayoría, vaciados por el PRO por el arrastre de la candidatura nacional de Macri.

En síntesis, la imitación de la estrategia de Duran Barba no está en tener el escenario en el centro, banderas argentinas o una oralidad con tono conciliador, sino en comprender que un poderoso partido vecinal del Gran Buenos Aires puede tener más fuerza que los partidos nacionales tradicionales. Que hay un “País Buenos Aires” tan dominante como en la época previa a la batalla de Caseros, con cuya derrota la provincia de Buenos Aires quedó obligada a dividirse entre ciudad y provincia. La migración y los medios de comunicación la volvieron a unir, y la maldición de Rosas, que prescribía que los gobernadores de Buenos Aires (provincia y, desde la Constitución de 1994, extensible a la Ciudad) no serían presidentes, se invirtió. El mejor ejemplo es que la hasta hace dos años desconocida Vidal es la principal presidenciable de Cambiemos post Macri. Quizás algún día los gobernadores del PJ se lamenten de no haber apoyado a Randazzo a tiempo.