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Paka Paka para todos

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Confieso que el lema “Paka Paka para todos”, con el cual la señal del Ministerio de Educación de la Nación convocó a un festival promocional, me resultó concentracionario, como quien dijera “Sopa para todos”. Por fortuna, una vez sorteada la pobreza lingüística de los políticos y publicistas responsables de la convocatoria, entendí que el lema quería decir “Paka Paka al alcance de todos”, y que eso no nos obligará a mirar algo que, hasta entonces, no sabía bien qué era.

Semanas después de arduas investigaciones, sigo sin saber bien qué es Paka Paka, ni para qué sirve (sería injusto decir que el fin último del proyecto es transferir recursos del sector público al privado), pero celebraré su inclusión en todas las grillas de programación del planeta (que miren los niños británicos Paka Paka, si así lo quieren). Como no todo el mundo tiene cable (y muchos de los que, por inercia, lo conservamos, no lo miramos), lo más universalista sería que Paka Paka fuera una señal de aire (lo que tal vez suceda una vez que la anunciada digitalización de las señales se vuelva una realidad al alcance de todos).

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Como se sabe, “Paka Paka” quiere decir, en alguna variedad de las lenguas quechuas, el juego de las escondidas. No es difícil saber qué se esconde.

Paka Paka es una señal del Ministerio de Educación, que reconoce, en la fundamentación del proyecto, “el debilitamiento de ciertos rasgos estructurales de la institución (escolar) durante las últimas décadas” y que aparentemente considera que la televisión, la institución más enemiga (y más poderosa) con la que la escuela jamás se topó, es el espacio adecuado para operar en relación con el debilitamiento de esos rasgos estructurales.

“La propuesta consiste en una nueva señal infantil con contenidos de alta calidad orientados a educar y a entretener, abierto a la cultura de todos los sectores de nuestro país y a distintas expresiones del globo”, dice el documento oficial que recupera la vieja y (millones de veces) frustrada expectativa de que se puede aunar la educación (que participa de un régimen autoritario) y la TV (cuya única razón de ser es el propio placer, la distracción), aunando, de paso, lo nacional y lo universal: el agua y el aceite.

Errática como es la programación, que conviene analizar por separado, la existencia de Paka Paka (que no salvará a las autoridades educativas del infierno que se han ganado con justicia) es mejor que su inexistencia, y sus mejores segmentos (pienso en Calibroscopio y, en particular, en Los isundíes, guionado por Ruth Kaufman, bellamente ilustrado por Isol y narrado con encanto por Ana Padovani) compensan el brutalismo insufrible de Escuela del deporte (realizado por Zoek Producciones). De Ciencia cierta podrían discutirse los guiones (la puesta en escena y los actores los sobrellevan con hidalguía). Los segmentos producidos por Seistiros y Palermo Films (Cuentagotas) son banales. Las animaciones de Zapa-zapa dan ganas de matarse y Aquí estoy yo entrena a los niños para reality shows del futuro.