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Para salir de la crisis

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Durante la crisis financiera global de 2007 y 2008 el mundo entero estuvo muy cerca del abismo. En el cuarto trimestre de 2008 y primero de 2009, la actividad económica global cayó drásticamente a niveles que no se veían desde la Gran Depresión. Solamente medidas políticas de cambio radical han conseguido detener la hemorragia. Aunque la respuesta no ha sido en muchas ocasiones coordinada ni cuidadosa, sí es cierto que ha evitado una nueva depresión, y que las economías mundiales han podido detener su caída libre. Los peligros de la deflación se han difuminado y el mundo ha empezado a recuperarse. Las economías emergentes lo hicieron primero y hacia el tercer trimestre de 2009 la mayoría de las economías desarrolladas también habían detenido su contracción.
Es cierto que la economía mundial ha comenzado a rebrotar, pero sus riesgos y vulnerabilidades pueden llevarnos a nuevas crisis en los próximos años. Cabe la posibilidad de que la explosión de los déficits presupuestarios lleve a algunos a países a dejar de pagar su deuda o a recurrir a la fabricación de billetes para mitigar esos déficits, lo que dispararía la inflación a niveles que no se ven desde la década de los setenta. Podrían emerger otros problemas. Políticas monetarias extremadamente relajadas combinadas con una dependencia cada vez mayor en los carry trade en dólares podrían generar una nueva burbuja de dimensión mayor que la que acaba de explotar. Si se desinflara de repente, el valor de los activos y la riqueza mundial caería en picada, con el riesgo de provocar una recesión global mucho más profunda. Hay además otros sucesos terribles que podrían ocurrir. Podría descomponerse la Unión Monetaria Europea, o podría ser que Japón volviera a la deflación y cuasi recesión, lo que originaría una crisis mayúscula de la deuda soberana. Incluso China se enfrenta a muchos riesgos: su recuperación podría perder fuelle, lo cual provocaría el aumento de los préstamos fallidos, y al final, una crisis bancaria. Cualquiera de estos escenarios podría llevar a una reacción violenta contra la globalización. Todo depende de cómo se recupere, o no, la economía global en los próximos años.
Aquí no hemos expuesto más que una pincelada de los peligros que nos acechan, de los que hay información actualizada en la web de Roubini Global Economics (www.roubini.com).

¿V, U o W? La recuperación puede producirse de diferentes maneras, que reflejan su vigor relativo o su sostenibilidad. Una recuperación en forma de V es rápida y vigorosa, en forma de U es lenta y poco entusiasta, y en forma de W es fugaz, puesto que tras la recuperación llega una nueva caída. El escenario más probable en el momento actual de las economías avanzadas es la recuperación en forma de U; es decir, con un crecimiento débil durante una serie de años. Hay varias razones para que sea así. Ante todo, las condiciones del mercado laboral continúan debilitadas. En 2010 la tasa de paro en Estados Unidos alcanzó el 10 por ciento. Sumando trabajadores temporales y personas que han dejado de buscar trabajo, la cifra llegó a rebasar el 17 por ciento. Muchos empleos en el sector inmobiliario, de la construcción y financiero han desaparecido para siempre. También muchos puestos de trabajo en el sector servicios y de fabricación han sido externalizados fuera del país y no regresarán. Incluso quienes han conseguido mantener su empleo han visto reducidos sus ingresos. Muchas empresas, con la intención de “compartir la pena”, han pedido a sus empleados que trabajen menos horas, acepten trabajar sólo parte del año e incluso que admitan recortes salariales. La reducción de horas de trabajo viene a ser el equivalente a una pérdida de otros tres millones de empleos a jornada completa, además de los 8,4 millones que se habían perdido oficialmente a finales de 2009. Un estudio reciente de Alan Blinder sugiere que las cifras del paro continuarán subiendo y que, al final, se externalizará el 25 por ciento del empleo total de Estados Unidos. Por lo tanto, la tasa de paro continuará subiendo durante un tiempo y cuando por fin empiece a bajar lo hará muy lentamente.
Además, la recesión actual es muy diferente de otras anteriores. Esta crisis ha nacido de la deuda y del apalancamiento excesivo de las familias, del sistema financiero e incluso del sector corporativo. La recesión no ha sido una consecuencia de la restricción monetaria, ha sido una recesión de balance originada por una acumulación enorme de deuda. Un estudio reciente de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff indica que una recesión de balance puede llevar a una débil recuperación, porque todos los sectores de la economía tienen que “desapalancarse” y reducir su deuda. Todo ello llevará un tiempo. Los hogares de Estados Unidos y del Reino Unido han ahorrado poco y gastado mucho. A pesar de que la tasa de ahorro de Estados Unidos había crecido un cuatro por ciento a finales de 2009, dos estudios realizados por el FMI y otros organismos sugieren que esta tasa tiene que crecer hasta el 8 por ciento o más en los próximos años. Lo que significa que el índice de crecimiento del consumo será inferior. Si tenemos en cuenta que el consumo en Estados Unidos supone el 70 por ciento del PBI, el descenso del crecimiento del consumo reducirá el crecimiento económico.
Hay otros factores que indican que la recuperación será en forma de U. En una recuperación en V el sector corporativo suele inyectar dinero en gastos de capital, también conocidos como “capex” (de capital expenditures), que coadyuvan a un rápido rebote. Por desgracia, en esta recuperación, la inversión en capital será anémica puesto que gran parte de la capacidad de la economía (fábricas, máquinas, ordenadores y otros activos fijos) está sin aprovechar. La capacidad utilizada en la actualidad (el 67 por ciento) ha descendido hasta un nivel inferior al de recesiones anteriores (entre el 75 y el 80 por ciento). A finales de 2009 el 30 por ciento de la capacidad seguía inactiva en Estados Unidos y en Europa. ¿Por qué, con este escenario, iban a querer las empresas asumir nuevas inversiones? Además, de la inmensa cantidad de apoyo gubernamental que el sistema financiero ha recibido, gran parte se ha dañado. Hasta la fecha, sólo en Estados Unidos, la FDIC ha cerrado más de 130 bancos y ha colocado a otros 500 o más en la sala de observación. Y lo que es más importante: gran parte del sistema bancario a la sombra ha quebrado o se ha dañado irreparablemente. A pesar de los subsidios públicos, la titulización es una sombra de lo que había sido e incluso las empresas de inversión de capital privado continúan sufriendo las consecuencias de haberse endeudado en exceso. El sistema financiero tardará mucho tiempo en enderezarse. La capacidad del sistema financiero para financiar futuras inversiones inmobiliarias, actividades de construcción, inversiones productivas y de consumo de bienes duraderos está bajo mínimos. No volveremos a ver un crecimiento como el de los años felices del período 2003-2007, un crecimiento que estaba financiado por una burbuja de crédito insostenible. Hay más factores que indican que la recuperación será en forma de U. Las políticas que ayudaron a la recuperación económica, especialmente el estímulo fiscal, no pueden durar toda la vida y cuando se retiren se lentificará el crecimiento. Pero si no se retiran, si los legisladores recurren a mayores déficits para pagar el recorte de impuestos y el incremento del gasto, entonces estaremos abocándonos nosotros mismos a la ruina fiscal más desastrosa. Continuar con estímulos fiscales al gasto también puede llevar a que los países dejen de pagar su deuda o intenten desinflarla empujando los tipos de interés a largo plazo al alza y dejando fuera la recuperación económica. Por último, los desequilibrios persistentes en la cuenta corriente mundial indican que el crecimiento global en los próximos años será más lento. Durante la última década, Estados Unidos y otros países como Reino Unido, Irlanda, Islandia, España, Dubai, Australia, Nueva Zelanda y los países bálticos, además de otras economías europeas, han funcionado como si fueran los consumidores del mundo de primero, y último recurso, gastando más que lo que ingresaban e incrementando su déficit por cuenta corriente. En cambio, China, el Asia emergente, muchos países latinoamericanos, Japón, Alemania y algunas economías de la Eurozona han servido de productores de primer y último recurso, han gastado una cantidad inferior a sus ingresos y han generado superávit por cuenta corriente. El primer grupo de países está recortando el gasto por medio del ahorro y la reducción de las importaciones, pero el segundo grupo no está ahorrando menos y consumiendo más. Esto quiere decir que habrá un descenso neto de la demanda global de bienes. Puesto que nuestro mundo ya tiene exceso de capacidad industrial, la recuperación de la demanda agregada global será, cuando menos, débil. Todos estos factores apuntan hacia una recuperación en forma de U tanto en Estados Unidos como en otras economías desarrolladas, aunque al principio quizá no sea evidente: en efecto, el crecimiento estadounidense del cuarto trimestre de 2009 fue del 5,9 por ciento, el más fuerte en seis años. Pero esta cifra se debe a los efectos directos e indirectos de la política de estímulo fiscal y al hecho de que, en los últimos meses de 2009, muchas empresas reconstruyeron sus inventarios. Estas fuerzas podrían impulsar un crecimiento del 3 por ciento o más en el primer semestre de 2010. También se pueden prolongar los efectos de los programas de incentivo al consumo de Estados Unidos y las deducciones fiscales para la adquisición de primera vivienda. El censo estadounidense contratará a casi un millón de trabajadores temporales, que ayudarán considerablemente al crecimiento del país durante un breve período de tiempo. Pero el crecimiento se detendrá en el segundo semestre de 2010, cuando los efectos de esos factores temporales desaparezcan. A partir de ese momento, el crecimiento caerá severamente y no dejará de hacerlo hasta que se produzca el necesario incremento del ahorro y el desapalancamiento de los sectores público y privado.

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*Economistas.