COLUMNISTAS
saberes

Parque de la discordia

|

Los federales de El matadero no se equivocaron al distinguir al unitario: leyeron a la perfección los signos que lo identificaban. Tampoco se equivocaron los patoteros de La fiesta del monstruo con el judío al que increpan en alguna calle del sur. Fueron expertos en discriminación, pero en los dos sentidos que la palabra puede tener (segregar y discernir). El otro día, en cambio, allá en Soldati, un grupo de argentinos vehementes se encargó de propinar una golpiza a un boliviano, y luego resultó que el golpeado era un salteño. El error de apreciación, o de despreciación, ha de perturbar sin dudas al xenófobo de ley. El boliviano no lo pone tan nervioso como el salteño al que se pudo tomar por boliviano. Porque al xenófobo le gustan los paisajes nítidos: allá los extranjeros, crespos y aindiados; acá los argentinos, claritos y luminosos, o castaños con estricta moderación. ¿Cómo podrá digerir, por lo tanto, al salteño que se confunde con un boliviano? Se confunde aquí quiere decir que confunde, que hace confundir a los demás.

No pocos de los que lamentan la entrada de los extranjeros al país son hijos o nietos de extranjeros que entraron al país. El boliviano con su bolivianidad los confirma y los tranquiliza, porque confirma su propia identidad de argentinos como sello de distinción. El problema se los ocasiona ese otro, ese salteño, el argentino que pareció boliviano. Porque si algo viene a decir con su sola existencia, con su sola apariencia, es que en un punto no somos tan distintos. Lo que viene a evidenciar en definitiva es lo que el propio parque expresa ya en su nombre: lo indoamericano, la parte indoamericana que habita en lo argentino. Y que tiende a retornar como retorna lo reprimido.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Es algo que un hincha de Boca debería saber bien, y tanto más un ex presidente de Boca. Porque Boca está hecho así, igual que la Argentina: una abstracta invocación europea (los colores suecos, la palabra Juniors), una concreta presencia italiana, y un poderoso sustrato popular que, así sea para la discriminación, no deja de remitir a Paraguay, no deja de remitir a Bolivia.