En un momento de Sin aliento, de Jean-Luc Godard, poco antes del final y durante exactos seis segundos, la cámara se detiene en una pila de libros que Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) examina, mientras Patricia Franchini (Jean Seberg), en la habitación, escucha un disco de Mozart. De pronto la cámara se detiene en Abracadabra, de Maurice Sachs. Más precisamente en la faja, donde se reproduce una frase atribuida a Lenin: Nous sommes des morts en permission. La traducción de esa simple sentencia llevó a un pequeño debate entre amigos. La más simple e inmediata –“Somos muertos con permiso”– resultaba demasiado imprecisa e inexacta (efectivamente: ¿permiso para qué?). Yo me inclinaba por “Somos muertos de vacaciones”, pero Daniel Molina la consideraba una versión adecuada aunque demasiado libre, y proponía “Somos muertos de franco” o, desde el punto de vista carcelario, “Somos muertos con permiso de salida”. Pablo Valle abrazó las opciones de Molina, pero yo seguí fiel a mi versión. No solo seguí fiel sino que en base a ciertas sospechas me puse a investigar rápidamente la procedencia de esa frase, y es esta investigación lo que reproduciré ahora.
La sospecha inicial partía del hecho de que yo estaba seguro de que esa frase la había leído atribuida al belga Maurice Maeterlinck. Efectivamente, “Somos muertos de vacaciones” aparece atribuida a él, aunque sin precisar la obra o la circunstancia en la que fue pronunciada. ¿Maeterlinck o Lenin, entonces? Ninguno de los dos.
En un libro de 1945, El yogui y el comisario, una recopilación de ensayos y artículos de Arthur Koestler, en el ensayo que da título al libro y que el escritor húngaro dedica a André Malraux, dice: “Creo que Lenin utilizó la frase ‘Somos hombres muertos con permiso’”. Ahí reside el origen del equívoco: Koestler dice “creo”, es decir, no se tomó el trabajo de corroborar la procedencia de la cita. Ese “creo” habla, a mi juicio, de la honestidad intelectual de Koestler, pero mal de su buena memoria. El editor de Galimard, a la hora de elegir una frase para la faja del libro (o tal vez por sugerencia del propio Sachs), no le dio a ese “creo” el suficiente peso. Un creo que se asemeja más a un “me parece” que a un “creo”, pero ya tenemos un problema de traducción latente como para ocuparnos al mismo tiempo de otro. Dejémoslo. La frase no es de Lenin, la fuente de Maeterlinck es imprecisa, por no decir inexistente, y tenemos la certeza del nacimiento del equívoco: culpa de Koestler. ¿Pero quién pronunció esa frase?
Aquí aparece Eugen Leviné, el revolucionario comunista alemán, líder de la efímera República Soviética de Baviera. Al final de la Primera Guerra Mundial, Leviné contribuyó a la creación de una república socialista en Baviera. Ya en el poder estableció ciertas reformas, como dar las casas más lujosas a las personas sin hogar y a los trabajadores el control de las fábricas. Hasta que Friedrich Ebert, presidente de la república de Weimar, ordenó reinstaurar el gobierno bávaro. El ejército alemán invadió Munich, Leviné fue arrestado, juzgado por un consejo de guerra y fusilado. Antes de conocer el veredicto, Leviné pronunció un pequeño discurso: “Todos los comunistas somos muertos con permiso. De esto soy plenamente consciente. No sé si se extenderá mi permiso o si tendré que unirme a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. En cualquier caso, espero el veredicto con compostura y serenidad interior. Porque sé que, sea cual sea el veredicto, los eventos no se pueden detener”.
La frase es de Eugen Leviné entonces. No, no es suya. El político comunista Kurt Eisner, poco antes de ser asesinado el 21 de febrero de 1919 –el escándalo público producido tras su muerte repercutió en la creación de la República Soviética de Baviera–, había citado en un discurso la frase atribuida a un oficial francés, quien después del estallido de la guerra había declarado: “Ahora somos solo muertos con licencia”.
Ni Lenin, ni Maeterlinck, ni Leviné, sino un simple oficial francés sin nombre. Gran frase, camarada, gracias por ella, la seguimos usando.