COLUMNISTAS
econOMISTA DE LA SEMANA

Pendularidad vernácula

20180706_1322_economia_prat-gay-6
INFLEXION. Prat-Gay, cuando era ministro, inauguró la desregulación financiera. | Cedoc Perfil

Argentina se ha caracterizado en los últimos años por las oscilaciones extremas en el espectro de las políticas económicas que aplica. Desde un esquema con rasgos de economía capitalista planificada hasta un liberalismo propio de naciones más avanzadas. Aunque esto tiene consecuencias en el plano del desarrollo y la sostenibilidad macroeconómica, es en la volatilidad tanto real como nominal que se vuelve mucho más palpable. En Analytica creemos que deben abandonarse las posturas extremas a la hora de hacer política económica, en particular en lo que atañe al mercado de cambios. Esto permitiría dotar a las autoridades de mayor cantidad de instrumentos para contener las oscilaciones disruptivas del tipo de cambio. En la búsqueda de efectividades conducentes, el camino a seguir debe ser equilibrado.
Los cambios en la regulación de la cuenta capital del balance de pagos y la estructura de financiamiento del sector público nacional han generado una crisis cambiaria de magnitud superior a la registrada en la salida del CEPO en 2016. Esto traerá consecuencias que, creemos, serán más extremas en términos de actividad y precios que las experimentadas en 2008, 2014 y 2016. Visto en perspectiva, el problema parece ser el mismo tanto en un esquema (heterodoxo) como en el otro (liberal-ortodoxo): la falta de dólares como consecuencia del estancamiento de las exportaciones genera, de tanto en tanto, un estrangulamiento en el balance de pagos. Quizás las soluciones deberían buscarse en una mixtura que combine lo mejor de ambos estilos. Por un lado, celebramos los volúmenes alcanzados en el mercado de cambios (MULC), ya que permiten absorber oscilaciones del tipo de cambio de la mano de pocos agentes con visiones o preferencias disímiles. Esto es consecuencia de la liberalización del MULC. Sin embargo, a la hora de contener la corrida cambiaria reciente, el esquema de libre mercado vuelve imposibles las soluciones “prácticas”, como la aplicación de un esquema de liquidación de exportaciones, ya que las ventas “forzadas” se darían vuelta casi instantáneamente a recomprar los dólares vendidos.    
El desarme del esquema regulatorio en las transacciones vinculadas al tipo de cambio excede la cuenta capital. En la cuenta corriente también experimentamos cambios en el plexo normativo que regula las salidas (ya no es necesario pedir autorización al BCRA para importar ni girar dividendos, por ejemplo) y los ingresos (ya no hay obligatoriedad de liquidar las exportaciones en el MULC). A su vez, se desreguló fuertemente el mercado de capitales (se permite suscribir cuotas partes de fondos comunes de inversión en dólar divisa, y se suspendió la obligatoriedad de tener los activos en cartera por 72 horas previo a realizar una operación de “cruce”).
Todo este nuevo esquema aumenta el volumen “blanco” de las transacciones relacionadas con las distintas variantes de tipo de cambio (spot, futuro, contado con liquidación) y reduce las operaciones en mercados paralelos. Sin embargo, mucho de este volumen se debe a la alta rotación de posiciones especulativas, lo que aumenta la volatilidad nominal. Sin instrumentos de estabilización, esto se traduce en variabilidad de precios relativos, lo que atenta contra la inversión y las exportaciones, afectando la sostenibilidad macro y el desarrollo.
Creemos que la administración Cambiemos debería tomar algunos elementos del esquema regulatorio eliminados en esta gestión para evitar el mencionado ciclo de volatilidad. Podría reinstaurar los tiempos mínimos que deben permanecer los activos en cartera, requerir que las operaciones del MULC se hagan bajo declaración jurada, levantar la posibilidad de suscribir cuotas partes de los fondos comunes de inversión en pesos con dólar, entre otras. Todas estas medidas apuntan a reducir la volatilidad nominal, algo que, en un esquema de metas de inflación, equivale a descomprimir presiones sobre la tasa de interés de referencia (hoy, en un nivel superior al 50%) y sobre el balance del BCRA, para permitir que estos sean usados únicamente para el control de la inflación.
Por supuesto, esto no implica renunciar a un esquema de libre flotación cambiaria, sino ayudar al BCRA en la contención de los picos de volatilidad del tipo de cambio, que las autoridades reconocen como nocivos para el normal desempeño de la economía.   
En varias oportunidades este gobierno manifestó su intención de sostener aquellas medidas tomadas por la gestión anterior que considera adecuadas. Lo hizo con el programa Precios Cuidados, la tarjeta Argenta y el Procrear, entre otros. A su vez, profundizó algunas otras, como la AUH y la mejora en las prestaciones a los adultos mayores (con la reparación histórica). Sin embargo, en lo que atañe al mercado de cambios ha sido tajante. No sorprende, entonces, que la actual crisis económica haya tenido su origen en este sector de la economía.
En Analytica creemos que esto se debe al cambio brusco y disruptivo producido en el marco normativo, que no tiene equivalente en ningún otro segmento de la economía. En el mercado de cambios no hubo gradualismo, y la previsibilidad que se gana con mercados menos regulados se pierde con mayor volatilidad de variables nominales (inflación y tipo de cambio) en una economía que busca desarrollarse. Quizás las autoridades deberían practicar un poco la “continuidad con cambio” que aplicaron en otras áreas de la gestión pública y quebrar así la pendularidad en los ciclos económicos que caracterizan a la economía argentina.