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Celulares y SMS

Pensar en nada

Se extiende entre los conductores la mala costumbre de mandar mensajitos de texto mientras manejan. Parece evidente que el hábito de la lectura de celulares suscita una pasión que lejos está de lograr el hábito de la lectura de libros. Pero como lo hacen mientras manejan sus autos, poniendo un ojito aquí y el otro allá (si es que no los dos ojitos aquí), da para preocuparse.

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Se extiende entre los conductores la mala costumbre de mandar mensajitos de texto mientras manejan. Parece evidente que el hábito de la lectura de celulares suscita una pasión que lejos está de lograr el hábito de la lectura de libros. Pero como lo hacen mientras manejan sus autos, poniendo un ojito aquí y el otro allá (si es que no los dos ojitos aquí), da para preocuparse. No es inusual ver en las esquinas a los policías que, apostados para la vigilancia de esta clase de infracciones, se distraen igualmente escribiendo tiqui tiqui sus propios mensajitos, y esperando las respuestas que a veces tardan.
Pero el debate por estos días se extiende al uso de los teléfonos celulares en su carácter de tales: no como instrumentos de escritura, sino de transporte de la voz a distancia. Su uso está prohibido para el que va manejando un auto, ante todo porque le ocupa una mano y en consecuencia le entorpece la capacidad de maniobrar. Ahora bien, ¿qué hacer con el sistema de telefonía de manos libres, que no exige manipulación alguna ni colocación de auriculares y permite conversar a pata suelta? Están divididas las opiniones entre legisladores y expertos. Algunos no ven razón alguna para prohibir este empleo. Pero otros le cuestionan su carácter distractivo y aducen que, al utilizarlo, la concentración mengua. Siguiendo esta línea de razonamiento, que no pocos sostienen, habrá que prohibir también la presencia de amigos en el asiento del acompañante, a menos que vayan callados o saquen temas de conversación sin interés. Las radios en los coches tampoco se admitirán más, especialmente durante los horarios de partidos de fútbol, que por lo demás son casi constantes. Y sobre todo: habrá que prohibir de una vez el soliloquio (de hecho, el que habla por teléfono de manos libres tiene siempre el aspecto del que habla solo). El pensamiento después de todo también distrae: es la mayor fuerza de distracción que existe en el mundo. Quizá convenga negar el registro de conductor a todo aquel que no se muestre capaz de pasar horas enteras sin pensar absolutamente en nada.