El miedo domina. Todos queremos salvar vidas, ante todo. Sin duda alguna, esto es lo primordial.
Aparece la cuarentena. Todos adentro. Es prevención, para aplanar la curva. Correcto.
Ahora bien, me atrevo a cuestionar su forma y/o duración. En el fútbol, se “para la pelota” para pensar y volver a jugarla. No para tenerla 90 minutos bajo la suela. Aquí igual. La cuarentena es el medio, pero no puede ser el fin. Citando a Thomas L. Friedman en su columna de opinión: ¿No será hora de pensar si hay una alternativa mejor que cerrar todo?
Suenan ilusas las palabras de los que la sueñan por meses sin pensar varias cosas. Primero: esta cuarentena encierra a sanos y enfermos. Si se extiende demasiado, en lugares con mucha propiedad horizontal (ciudades más grandes) el contagio será exponencial. Solo los ascensores lo esparcirán. ¡Observar Manhatan es lo más claro!
¿Qué han hecho otros países? Usan el tiempo que da la cuarentena para testear y medir enfermos. Así, establecen una ruta “vertical” aislando los enfermos para su cuidado de los sanos, para que no se contagien.
¿Estamos testeando? No aún en la medida. Muchísima demora en la provisión, y no se ha escuchado una ruta clara de la lógica. No se pueden hacer 45 millones de tests, no sirve, pero tampoco 300 por día. No cierra.
Por esto, hay muchas notas, escritas por gente ilustrada, que cuestiona la forma de la cuarentena. Y también sus efectos económicos.
Ya se sabe que países con economías muy robustas han de sufrir mucho: EE.UU., Europa, China, etc. ¿Y nosotros?
No tenemos una economía robusta que digamos, y si la cuarentena se extiende (entiendo porque es más fácil que los procedimientos de países avanzados) las consecuencias para una sumamente débil economía serán devastadoras.
Si, por ejemplo, se extendiera un mes más, la gran mayoría de las empresas, las pymes, sostenedoras del 80% del empleo, no van a poder pagar los salarios. No podrán despedir gente por las nuevas disposiciones, pero tampoco pagar, ¿entonces?
Ya circulan los gráficos de cuánto tiempo pueden sobrevivir empresas sin trabajar: se mide en días, en semanas, no hay chance de pensar en meses.
Y me pregunto, una sociedad con cientos de miles, quizás millones de desocupados nuevos, ¿cómo ha de comportarse? Todo caería. El consumo, el turismo, los servicios, etc. La cadena de pagos alcanzaría a todo el esquema de financiamiento, pudiendo arrastrar al mercado financiero detrás.
En fin, un inmenso agujero negro, repito, propio de una economía muy débil que en los últimos seis años contrajo un 20% su industria, ni más ni menos.
Y que, además, está al borde de la exación fiscal (cuando el fisco ya cobra mucho más de lo que es lógico).
¿Ha de suceder esto? Puede que sí, si se extienden cuarentenas sin su contrapartida en avances de control. ¿Podría ser menos grave? Sí. Si se admite que hay que aislar a los grupos de riesgo, y tratar de mantener una actividad con los cambios de comportamiento que implica vivir con la pandemia entre nosotros.
Al fin y al cabo, aun con cuarentena, hay decenas de miles de irresponsables, está a la vista. ¿Y si dejamos trabajar a los responsables y a los sanos que la han cumplido a rajatabla? ¿Y si las empresas, frente al costo de no producir, no funcionar, aceptaran pagar los tests? No dudo que lo harían.
Además, tenemos la chance de que el mundo demandará alimentos, energía, materias primas, que es nuestro fuerte. Si leyeron bien, otra vez el castigado campo.
Obviamente, si podemos pensar que un intendente de un pueblo de cuatro mil habitantes tiene la potestad de cerrar todos los puertos para “proteger” a su “gente”. Este señor no se ha dado cuenta de que el país es federal, que no existen más los feudos, y que su querida gente, si se enferma, se deberá atender… en Santa Fe capital, por ejemplo. O sea, un cierre a lo vivo, a lo canchero, pero sin sentido más que demagogia política.
Pero sin embargo, y a pesar de todo, hay una gran oportunidad: que el área de Economía, centrada enteramente en el tema deuda externa (no entiendo realmente qué es negociar hoy sin tener idea de las cuentas fiscales, cómo quedarán…), oriente sus “cañones” hacia adentro y comience a trabajar, por ejemplo, en una amplísima reforma del sistema financiero. No me refiero a los bancos, sino a agentes de préstamos, compañías de seguros, Anses, FGS, medios de pago/cobro, etc. En nuestro sistema no hay orden, ni economía de escala. Por eso el financiamiento es poco, caro, escaso y difícil. Prima el informalismo.
Y eso es solo un ejemplo, amén de reconocer la realidad de las empresas: más del 90% de ellas pierden dinero. No se discute ganar menos, pero para eso, primero tengo que poner los números rojos en azul. Me pregunto si el Gobierno está bien asesorado al respecto. Hoy casi todos pierden, como han sido estos últimos cuatro años en forma incremental…
La chance es hacer de la desgracia una oportunidad y ordenemos de una vez por todas nuestra economía y nuestras finanzas. n
*@miguelarrigoni.