COLUMNISTAS

Pensar, pensar

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Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, y en el medio de la torta, un enano haciendo pis! En fin, dejemos atrás este comienzo infantil. ¿Pero no se ha vuelto absolutamente infantilizante el periodismo, en especial el argentino? Señor lector, señora lectora: ¿siente usted que los medios más importantes lo tratan como a un adulto? Esto me recuerda una información confidencial que recientemente llegó a mis manos (como buen periodista de investigación, yo también tengo mis datos incomprobables). Se trata de los resultados de una serie de focus group, reuniones en las que unas diez o doce personas son consultadas sobre diversos temas, buscando indagar cualitativamente en la formación de la opinión pública. A estos grupos se les dio una serie de artículos de Nelson Castro, Morales Solá, Van der Kooy, Luis Majul y Julio Blanck, pero sin las firmas. Es decir, se les dieron las notas, sin saber quién las había escrito. Y luego se los interrogó para saber, en su opinión, quién o quiénes habían escrito las notas. Resultado: todos pensaron que había sido escrita por la misma persona. ¡Y es cierto! Ah, no… aquí me dice que no es cierto… Uy, perdón, yo pensé que cada semana la escribía uno solo, rotativamente –para ahorrar esfuerzos– y se la pasaba a los demás por mail, para que cada uno le ponga luego su firma. Disculpen, soy novato en el periodismo y no conozco demasiado del tema. Conozco, sí, de cumpleaños infantiles –de ahí el comienzo de esta columnita– y también de cumpleaños de editoriales independientes, a las que yo prefiero llamar simplemente “editoriales chicas” (más allá de que hay dos o tres que por el volumen de novedades –más de quince al año– bien podrían llamarse medianas). La pregunta del millón para estas editoriales es la de saber si hay un mercado. Un público suficientemente numeroso como para asegurar su subsistencia. Es una duda no resuelta, inestable, siempre a punto de bascular para un lado u otro. En cambio, hay una pregunta anterior, que sí está resuelta, y que me parece mucho más interesante y pertinente. Es la pregunta por el catálogo, por la formación de un fondo editorial que aúne riesgo estético y convicciones político-culturales. Gog y Magog y Entropía cumplen este año diez años marchando en esa dirección. Gog y Magog, centrada en la poesía argentina contemporánea, aunque con incursiones también en la traducción y más recientemente en la narrativa breve; y Entropía, cuyo eje es la literatura argentina contemporánea, con recodos en el teatro y la crítica literaria, son dos de las más interesantes editoriales chicas del grupo de las surgidas en el post 2001. Para celebrar este brindis, en vez de decir unas palabras de circunstancia prefiero citar, primero, un poema de Vanina Colagiovanni llamado Páramo; poeta –como ya fue dicho– y una de las editoras de Gog y Magog: “Que la musa aspiradora barra/ con todo y con todos/ que declare estrépitos y luego/ que se siente a esperar que todo el mundo explote”. Y luego, un fragmento de Placebo, de José María Brindisi, publicado por Entropía en 2010: “Becerra baja ahora por la parte trasera, camino del bosque; son cien o doscientos metros –nunca supo calcular las distancias–, suficientes para encerrarse en sí mismo, detenerse en un par de ocasiones y volver la mirada en dirección de la casa: pensar, pensar”.