La situación en términos económicos que enfrenta la gestión de Alberto Fernández es ni más ni menos que una tormenta perfecta. En lo económico hay desafíos tanto desde el frente interno como del externo.
Desde la economía doméstica, en primer lugar, hay que nombrar la frágil situación en términos sociales y productivos. Se suma, además, la estructura de precios relativos inconsistentes, con salarios reales deprimidos y altas tasas de interés que desincentivan la producción. El Estado, como lo anunció el mismo ministro Guzmán, no cuenta con recursos suficientes para emprender un proceso que impulse la economía de manera generalizada.
En el frente externo, la administración se enfrenta a un stock de deuda que representaba al segundo semestre de 2019 más del 80% del PBI según datos informados por Hacienda. La agenda de vencimientos en moneda extranjera es muy exigida.
Según datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso, el gobierno central debe afrontar solamente en el primer semestre del año US$ 12.122 millones. Entre enero y marzo se deberán afrontar US$ 4.363 millones de vencimientos y para el segundo trimestre, US$ 7825. Para poner estos números en perspectiva, durante los primeros diez meses de 2019, y gracias a la exponencial caída del 25% en las importaciones, el superávit comercial acumuló US$ 11.265. Los dólares genuinos no alcanzan para cubrir los compromisos externos, y si no se quiere (o no se puede) acudir a mayor endeudamiento, es imposible cumplir con los compromisos externos sin echar mano de las reservas o incurrir en una mayor retracción económica. El éxito depende de manera sustancial del derrotero que siga la renegociación de la deuda.
En este contexto, el nuevo ministro se propone el objetivo conservador de frenar la caída de la economía. Lo más eficiente en términos económicos es incrementar los ingresos de los sectores más relegados, ya que tienen la mayor propensión marginal al consumo: cada peso adicional de ingreso se utiliza casi íntegramente en consumir. Además, el consumo en un contexto tan regresivo se orienta a alimentos, indumentaria, calzado, y en general productos y servicios que tienen pocos componentes importados. Pero esto no es solo lo más eficiente económicamente, sino que es lo más justo.
Con todas las restricciones planteadas, el desafío actual es compatibilizar con creatividad las múltiples demandas sociales. La coalición de unidad con la cual Fernández asumió el poder, sumado al hecho de haber ganado en primera vuelta es una bala de plata y una herramienta que ayudará a gestionar hasta que aparezcan las primeras señales de la macro. Mientras tanto, es la hora de la microeconomía.
Muchas cuestiones pueden resolverse con pragmatismo y negociación o, aunque sea, capear las tormentas por un tiempo. Algunas de las medidas necesarias son generar una canasta de alimentos económica negociando con supermercados y proveedores, revisar y aplazar aumentos de tarifas, líneas de créditos preferenciales para pymes y cooperativas, revisar desde la defensa de la competencia las comisiones y tasas de las tarjetas de crédito. En definitiva, gestión y política: pequeños aportes que en conjunto puedan hacer la diferencia.
*Centro de Economía Política Argentina.