San Pablo y Buenos Aires. El martes y jueves pasados, el director de este diario expuso en la Asociación de Editores de Brasil y recibió el premio Libertad de Expresión de la Asociación Argentina de Editores. |
El martes a la noche, Moyano y doscientos camioneros trataron de impedir la distribución de los diarios del miércoles y lograron que no salieran las revistas de Editorial Perfil y Publiexpress bloqueando nuestro centro de distribución, donde golpearon al gerente, Luis Ferreira. A la mayoría de los editores les cuesta comprender que el Gobierno aún no haya deslindado responsabilidades de esa intimidación contra la libertad de prensa. A mí, no me sorprende.
Esa noche, yo estaba llegando de San Pablo, donde, a la tarde, me había tocado exponer en la Asociación de Editores de Brasil junto al director de la revista Veja, la cuarta newsmagazine del mundo (más de un millón de ejemplares por edición), cuya línea editorial crítica de todos los gobiernos es similar a la de nuestra revista Noticias. El director de Veja, Eurípides Alcántara, dijo: “Aun si todos los gobiernos se volvieran completamente honestos y los datos que emitieran sus departamentos de información pública no fueran manipulados, y todas las empresas también se hicieran transparentes y sus gacetillas de prensa fueran sinceras, de cualquier manera esas informaciones no serían periodismo”. El periodismo requiere una mirada crítica que no podrían aportar los propios actores de las noticias, quienes, aun con la mayor franqueza, nunca dejarían de reflejar la visión subjetiva de los protagonistas, precisamente los que menos posibilidad tienen de tomar distancia de sí mismos.
Al día siguiente de mi regreso, la Asociación Argentina de Editores le entregó a la revista Noticias el premio a la Libertad de Expresión porque “nunca dejó de editorializar con sus tapas sin temor a enfrentarse con los poderes de turno”. Veja y Noticias reciben en sus países los mismos reconocimientos, pero también la misma incomprensión de quienes son criticados: “¿Por qué están en contra de todos los gobiernos?”, “¿no hay nada bueno que merezca elogio?”, “¿cómo puede ser que todos los gobiernos sean malos?”. Claro que todos los gobiernos tienen aciertos y aspectos elogiables, pero el papel del periodismo no es el de ser juez, sino el de ser fiscal. La opinión pública es quien juzga y la que, con su elección de determinados periodistas o medios, asigna a algunos la misión de ser el “perro guardián”: en Estados Unidos, se llama watch-dog journalism al periodismo independiente.
¿Qué utilidad tiene, para la sociedad, un grupo de personas que siempre realice contratesis? Parte de lo que expuse en Brasil sirve para responder a esa pregunta. Cité al psicólogo Irving Janis, quien hace varias décadas explicó detalladamente que el “pensamiento de grupo” hace que cada miembro de una agrupación adecue su opinión a la que él cree que es el consenso de ésta. La psicología cognitiva definió como “teorías de conformidad” a la tendencia a sentirse desanimado de actuar en contra de la inclinación del resto del grupo. La retroalimentación producida por una línea de pensamiento que nadie se atreva a desafiar lleva a la exageración de su empleo y, aun partiendo de premisas correctas, termina degradada por sobreactuación.
Los paradigmas son una forma de disciplinamiento del pensamiento grupal. El paradigma es una cosmovisión, un conjunto de experiencias, creencias y valores que afectan la forma en que un individuo percibe la realidad, y la forma en que responde a esa percepción. Los paradigmas dominantes son compartidos por el trasfondo cultural de la comunidad y por el contexto histórico del momento; por eso, en los 90 los economistas parecían todos monetaristas de la escuela de Chicago y hoy parecen todos keynesianos, sin ser nunca verdaderamente ninguna de las dos cosas.
Un paradigma es también un arquetipo, concepto que usó el discípulo de Freud, Jung, para definir el subconsciente colectivo. Y podría decirse que paradigma es lo que se piensa sobre algo antes de pensarlo; en parte, un preconcepto.
Los gobiernos siempre representan el paradigma dominante; por eso son gobiernos: los votó la mayoría, a la que pudieron convencer de que su forma de ver la realidad es la mejor. El filósofo de la ciencia más importante del siglo XX, Thomas Kuhn, definió al paradigma como “una constelación de creencias, valores y técnicas compartidos por los miembros de una determinada comunidad”, lo que condiciona qué tipo de ideas eran concebibles en un momento específico y de qué tipo de estrategias y opciones intelectuales disponían las personas durante cierto período.
El paradigma es un modelo. Una vez impuesto, los individuos se acostumbran a esa perspectiva, y todo el que se aleje de ella tiende a ser rechazado. Por eso, el paradigma prevalente es el mayor enemigo del nuevo paradigma y se sustituyen disruptivamente unos a otros: las privatizaciones son la panacea; luego, la estatización es la salvación. O: viva la jubilación privada, mueran las AFJP.
Es allí donde el periodismo cumple su papel contracíclico y balanceador. Aun con errores y equivocaciones, su aporte es terapéutico para la sociedad, porque la ayuda a escapar del pensamiento único.