Desde ayer y hasta el 24 de septiembre se ofrece al público neoyorkino la exposición It’s Pablo-matic: Picasso According to Hannah Gadsby (el título de similitud fonética con “problemático” en inglés). En ella se materializa una visión de Picasso según Hannah Gadsby (45), comediante australiana, conocida por su stand up Nanette (2018), difundido por Netflix. La misma se realiza en el Museo de Brooklyn, que en su página web aclara: “A través de yuxtaposiciones en la galería, acompañadas de un recorrido en audio que presenta el humor incisivo y la aguda crítica de Gadsby, It’s Pablo-matic exhibe más de cien obras, incluidas piezas de Picasso y selecciones de mujeres artistas de los siglos XX y XXI como Cecily Brown, Renee Cox, Käthe Kollwitz, Dindga McCannon, Ana Mendieta, Marilyn Minter, Joan Semmel, Kiki Smith, May Stevens y Mickalene Thomas. Destacando la voz de Gadsby junto con la de muchos de los artistas incluidos, la exposición aborda preguntas complejas sobre la misoginia, la creatividad, el canon histórico-artístico y el genio”.
La curaduría estuvo a cargo de la comediante, de Catherine Morris, del Centro de Arte Feminista Elizabeth A. Sackler (tómese nota de este apellido), y de Lisa Small, curadora de Arte Europeo del Brooklyn Museum. Cuentan, además, con la colaboración del Musée National Picasso-Paris y la muestra forma parte de los eventos por el cincuentenario de la muerte del pintor.
Por su ángulo feminista, separa al creador de su obra señalando las actitudes misóginas y narcisistas, que hoy no sobrevivirían a la cultura de la cancelación.
Algunas frases de Picasso cuestionadas: “Para mí, la mujer es esencialmente una máquina de sufrir”; “Hay solo dos tipos de mujer, diosas y felpudos”; y “Cuánto la quiero ahora que está durmiendo”. A esto suman el carácter tóxico del artista: de cuatro mujeres que tuvieron una relación afectiva con él, dos sufrieron secuelas psiquiátricas y dos se suicidaron. Según las curadoras, la inclusión de obras de artistas negras crítica al carácter colonizador del “homenajeado” por inspirarse en las artes africanas.
El componente obsesivo, incluso sospechoso de sadismo, es inherente a Hannah Gadsby que en su performance humorística declara odiar a Picasso. Para democratizar tal objetivo, a los visitantes se les invita a opinar en tarjetas sobre cómo está cambiando su entendimiento sobre la obra tras plantearles que la misma resulta en una exploración de su “psique sexual”, convertida en ejemplos de genialidad y que también informa sobre “las actitudes, experiencias y vulnerabilidades” de una sociedad real.
Pero, ¿qué es It’s Pablo-matic? ¿De qué trata realmente? Jason Farago, en un reciente artículo publicado por el New York Times, trata de echar luz al respecto: “esta nueva exposición se aleja de las comodidades afirmativas de la cultura pop con temas de justicia social. En el Museo de Brooklyn encontrará algunas (muy pocas) pinturas de Picasso, además de dos pequeñas esculturas y una selección de obras en papel, con chistes de Gadsby en etiquetas adyacentes. Alrededor y cerca hay obras de arte hechas por mujeres, casi todas realizadas después de la muerte de Picasso, en 1973; finalmente, en un vestíbulo, los clips de Nanette se reproducen en bucle. Esa es toda la exhibición, y cualquiera que esperaba que esto fuera una declinación de Netflix en Degenerate Art Show, con el pobre Picasso patriarcal como chivo expiatorio ritualizado, puede estar tranquilo. Hay poco que ver. No hay catálogo para leer. Las ambiciones aquí están a nivel de GIF, aunque quizás ese sea el punto.”
Pero a la precariedad e improvisación referida, sigue un fantasma sobre la corrección política que recorre el Brooklyn Museum. En declaraciones periodísticas previas, la curadora Morris negó enfáticamente que el Centro de Arte Feminista, que cuenta con el apellido Sackler y el nombre de su benefactora y fundadora, Elizabeth, esté vinculado al escándalo de los opioides (con más de medio millón de muertes), que derivó en una demanda judicial colectiva, entre otras, contra Purdue Pharma, fabricante del OxyContin.
Hoy dicha empresa está en quiebra y reformulada para paliar las secuelas del nocivo fármaco. El martes pasado, la Corte de Apelaciones del Segundo Circuito de Estados Unidos dictaminó que los miembros de la familia Sackler pueden pagar U$S 6 mil millones a cambio de protección personal contra el presente y futuro.
El arte fue refugio de los Sackler para disimular sus prácticas comerciales. Pero la evidencia obró en contrario y en diciembre de 2021 el Met (Museo Metropolitano de Arte de Nueva York) eliminó el apellido de las galerías que lo llevaban.
Además, el periodismo subraya, como Barry Meier en su libro Pain Killer, que Arthur Sackler (fundador del gigante farmacéutico y padre de Elizabeth), “fue pionero en algunas de las prácticas más preocupantes de la medicina: la lluvia de favores a médicos, el generoso gasto en consultores y expertos dispuestos a respaldar las afirmaciones de un fabricante de medicamentos, sumando a esto la financiación de grupos de interés supuestamente independientes, la creación de publicaciones como portavoces de la industria y la explotación directa de la investigación científica con fines de marketing.”
El método descripto promovió el consumo de Oxicodona, un fármaco de la familia de los opioides, sin advertir su carácter adictivo. Tal vez Elizabeth Sackler desconoce la existencia del mural de Picasso, Guernica (1937): trata sobre el bombardeo aéreo a un indefenso pueblo español. La Oxicodona, sin dudas, fue la bomba química que cayó sobre una población indefensa, pero no tiene mural que la recuerde, no todavía...