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Happenings

Pobres niños ricos

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Si fuera un artista de aquellos que aún trajinan las cansinas operaciones de la vanguardia tradicional (envasar caca en frasco, exponer bananas pegadas a la pared con cinta adhesiva, exhibir tiburones embalsamados en acuarios, etc., etc.), al millonario que se le ocurrió hacer un asadito en su mansión de Punta del Este recibiendo el envío de la carne en forma de chancho arrojado desde un helicóptero a su pileta lo tendrían por émulo distinguido de Andy Warhol o Marta Minujín. Cultor, en suma, de una forma del happening.  De saberlo, el millonario podría haber alegado que emuló a Federico Peralta Ramos, quien concluyó los días de un toro campeón de la Rural adquirido con dinero de una beca en una comilona de agasajo a sus amistades. Pero al parecer, de su ilustre antecedente Federico Alvarez Castillo solo posee la homonimia y de artista únicamente se le reconoce su talento para vender a precios siderales las prendas de sus sucesivas marcas en costosísimos locales shoppingueros.

Por eso, cuando se difundió el video del chancho cayendo dentro de su pileta, el empresario pilchero solo atinó a defenderse de las acusaciones de crueldad alegando que él no había arrojado al animal desde el helicóptero, únicamente se había limitado a testimoniar fílmicamente la eficacia de la operación. Luego, en un módico agregado, calificó el hecho como “broma de mal gusto”.  A eso, en otros tiempos clasistas, se lo llamaba grasada. Quizá lo supiera el dueño de Etiqueta Negra.

De todos modos, mal gusto, o gusto peor, habría tenido el agua de la pileta si el misil-chancho hubiese errado por un par de metros el objetivo, cayendo sobre las mamparas de vidrio que cercan el natatorio o, tal vez, estallado en el impacto contra el agua, desparramando vísceras y heces.  Por las risas que se escucharon en el video que se difundió, la broma tuvo un enorme éxito. Después, se fueron a bañar.