COLUMNISTAS
EL torneo DEJO ATRAS LA PRIMERA FASE

Podemos soñar con una Latinoamérica victoriosa

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La primera rueda del Mundial tiene nombres salientes. Por suerte para nosotros, el que se asoma más nítidamente es Argentina. El equipo de Maradona marcó territorio ante rivales débiles, pero que sirvieron para levantar la autoestima y, sobre todo, para ir viendo rendimientos de jugadores que no llegaron a Sudáfrica para ser titulares. Quitemos a Palermo de esto porque hacer análisis de él, a esta altura, es ocioso. Pero ver a Clemente Rodríguez, Otamendi, Bolatti y Pastore en un nivel como el que mostraron ante Grecia da tranquilidad. De todos modos, hay algo que todos debemos tener claro para lo que viene: Argentina tuvo enfrente a rivales de segundo y tercer orden. Ni siquiera Corea del Sur -que pasó a octavos -parece un rival de jerarquía suficiente como para obstruir a Uruguay en su camino hacia cuartos.

La llegada de México a nuestra ruta es un signo de que las cosas van avanzando y de que los obstáculos son mayores que hasta ahora. El de Javier Aguirre es un plantel de cuidado, aunque sea de menor nivel que el que Ricardo La Volpe armó para Alemania 2006. Usa bien los laterales, maneja bien la pelota, pero es liviano y no defiende con solidez.

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Como de costumbre, Brasil va calentando motores de a poco. Entregó fútbol con gotero ante Corea del Norte y desarrolló un juego más acorde con su historia ante Costa de Marfil. Brasil es así. Si uno juega para cinco puntos, ellos juegan seis y ganan. Y si el rival se sobreexige y lo complica, Brasil siempre tendrá un pase gol o una genialidad a mano, como la de Luis Fabiano (mano aparte) o el pase gol de Kaká para la apertura en el 3-1 ante el equipo de Drogba. Brasil está muy bien. Dunga es cuestionado, pero tiene al mejor arquero del mundo, los mejores defensores, un volante “raspador” como Felipe Melo y otro “mixto” como Elano. Lo tiene a Kaká –aún con espasmódicas apariciones, decisivo en los dos primeros partidos—y a un delantero impresionante como Luis Fabiano. Brasil puede ganar el Mundial tranquilamente, salvo mejor opinión de Argentina, Uruguay, Inglaterra o Alemania. Tiene con qué. Suena casi irrespetuoso para Chile hablar de Brasil en estos términos. Si el fútbol tuviera un poquito de lógica, Brasil debería pasar a cuartos. Ayer contra España, Marcelo Bielsa mostró que ningún adversario es lo suficientemente superior como para modificar su esquema de presión, recuperación y ataque. Es de suponer que ante la selección de Dunga hará lo mismo. Podría haber una excepción, si el Loco recuerda que en la primera rueda de las Eliminatorias intentó arrollar a los brasileños y terminó perdiendo 0-3. Lo que Bielsa hizo con Chile orilla el milagro. Sus jugadores llegan a un nivel de rendimiento que no tienen en realidad. Estas cosas convierten a un entrenador en un excelente entrenador. Carlos Bianchi, por ejemplo, hizo eso con muchos de sus jugadores, en Vélez y en Boca. Bilardo y Menotti, cada uno a su tiempo, también lo lograron en sus equipos. El coraje y los ratos de fútbol que pudo exponer ante el famoso España hablan de un trabajo notable. En el caso de Chile --por no pertenecer aún a la elite- llegar a octavos, ganar dos partidos en la serie inicial, pelearle a España un durísimo partido, con tres jugadores amonestados antes de los veinte minutos y una expulsión injusta, es motivo suficiente de respeto.

Como fue siempre, Chile es menos que Brasil y lo lógico es que pierda. Pero el haber llegado hasta acá, haber podido sostener el estilo amasado partido a partido durante la eliminatoria, ya es meritorio. El trabajo de Bielsa ya dio frutos. Es el comienzo y continuará hacia el 2014. Mientras tanto, tratará de revertir la tendencia con Brasil. Muchas veces se nos discute a los periodistas sobre los temas que tenemos que tocar y los que no. Uno de los que algunos hinchas dicen no interesarle (y son los que más consumen, realmente) son los vinculados con las relaciones entre los jugadores fuera de la cancha. A los de Boca, por citar un caso cercano, todavía les cuesta digerir que la eterna interna Riquelme-Palermo costó muchos puntos. Ahora le pasó a Francia. Sus desavenencias interiores lo sacaron del Mundial. No se puede hacer un equipo confiable y ganador con un DT sin autoridad y con problemas internos que redundaron en actuaciones pésimas.

La caída de Italia tiene explicaciones más profundas. Hay, por supuesto, razones futboleras. El técnico eligió mal a los jugadores, el equipo no tuvo juego, se defendió mal y lo perjudicaron dos de los tres arbitrajes que le tocaron. Punto. En Italia habrá que revisar algunas cuestiones. La primera, es que el mejor equipo italiano no tiene jugadores nativos en su formación titular habitual. El segundo de la Liga, Roma, tiene sólo cinco. Y Marcello Lippi, el entrenador, recurrió a la Juventus, de mala temporada 2009/2010. Es de pensar que la famosa Ley Bosman (que permite a jugadores “comunitarios” no ocupar lugares de extranjero) debe ser revisada. Lo de España es diferente sólo porque la base es el Barcelona, único club de la liga que apuesta a su cantera. Si el mejor fuera Real Madrid, los problemas serían similares a los del Inter, sobre la escasez de figuras locales.

La eliminación de Italia debería reabrir el debate sobre los cupos de extranjeros. O esos países tendrán las ligas más caras y las selecciones más baratas.

Mientras tanto, soñamos con que los equipos de estas tierras se queden con un Mundial de pelota, campos y equipos extraños.