Cada tanto tengo una semana negra. El miércoles hubo una multitudinaria marcha, en reclamo de verdad y justicia por la muerte de Santiago Maldonado, un joven militante anarquista que desapareció durante un operativo de la Gendarmería Nacional para liberar una ruta tomada por un grupo mapuche que reclamaba por soberanía territorial, en el marco de procesos que los analistas ya han denominado como “re-emergencia indígena” en varios países latinoamericanos. Santiago estuvo desaparecido más de dos meses hasta que su cuerpo fue encontrado en circunstancias poco claras. La oscuridad y lo turbio se mezclan en este episodio con las aguas heladas del río Chubut, donde se recuperó el cuerpo.
El lunes previo se supo que una de las más prominentes políticas del momento, el pasado viernes 13 de octubre, había pedido públicamente “juicios de revisión” sobre las condenas a violadores de derechos humanos durante la dictadura de 1976.
La violencia contra re-emergencia indígena, la desaparición de Santiago Maldonado, los juicios de revisión propuestos por la señora Elisa Carrió demuestran que el asunto “memoria” debe comprometer toda nuestra energía, porque no hay garantías de que la oscuridad, lo turbio y las aguas heladas del cálculo egoísta no terminen de desplegar el manto del olvido que se viene tejiendo desde hace algunos años. Si le sumamos la anunciada reforma de la escuela secundaria, el mejor vehículo de transmisión de los traumas de la historia, se comprende (espero) el espesor de mi negrura.