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Pop es cultura

E n qué momento los dibujos animados comenzaron a estar sobrecargados de referencias culturales? Probablemente, desde siempre. La relación entre el Correcaminos y el Coyote, por dar un ejemplo, retoma un tema clásico en la tradición literaria: el duelo.

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E n qué momento los dibujos animados comenzaron a estar sobrecargados de referencias culturales? Probablemente, desde siempre. La relación entre el Correcaminos y el Coyote, por dar un ejemplo, retoma un tema clásico en la tradición literaria: el duelo. De hecho El duelo, de Joseph Conrad, puede leerse como una formidable novela sobre la relación íntima entre duelo y asesinato. Para Conrad, los duelistas son asesinos en potencia, y el desenlace del duelo es un mero detalle. En el Correcaminos las cosas no llegan a ese extremo, y además el duelo siempre se define a favor del mismo personaje, quizás por eso terminamos simpatizando más con el Coyote, especie de cabeza dura irreductible. Siempre en el Correcaminos, la omnipresencia de la marca ACME señala el momento en que el capitalismo se vuelve monopólico, y el poder de las marcas casi absoluto. No es necesario dar muchos ejemplos más. Tiendo a pensar a los dibujos animados como un tragamonedas donde de un lado insertamos una pieza, y del otro sale la historia completa de la cultura pop.
Volviendo a Conrad, además de la dimensión espiritual de su novela, hay un dato de color: sus duelistas son un gordo y un flaco. Pareja repetida y repetida en el mundo de la cultura televisiva y que, en verdad, retoma la idea cervantiana de la pareja despareja (El Quijote y Sancho Panza), tonto y retonto, el dúo de payasos. La década del 90 dio dos grandes dibujos animados en este registro: Beavis and Butt-head, y Ren y Stimpy. Beavis y su amigo Butt-Head son dos adolescentes que se dedican básicamente a escuchar heavy-metal, comer hamburguesas y fracasar con las chicas. En la herencia de series de TV de los 80, como Rosane y Casados con hijos, Beavis and Butt-Head ironizan sobre la trash people, el mundo de los vencidos por los años de Reagan, pero ahora en clave cool de MTV de los 90. El chihuahua Ren y el gatito Stimpy van un paso más allá y avanzan sobre el mal gusto, hasta desembocar en una profunda reflexión sobre lo deforme, concepto clave en el arte contemporáneo. Sin embargo, por detrás de la violencia y hasta de cierta ironía cruel, ambos dibujos incluyen un pensamiento sobre la amistad como último reservorio de la dignidad, en medio de la devastación de los lazos sociales en el capitalismo global.
El último avatar de los dibujos sobre dúos tan salvajes como ultracultos es Pucca, creado en Corea del Sur y que diariamente se puede ver por el canal Jetrix. La trama es tan sencilla que se vuelve extraordinariamente compleja. Pucca es una niña con una habilidad para resolver situaciones imprevistas que remite al gran MacGyver, dueña también de un deseo irrefrenable por el combate (que recuerda a la Bellota de Las Chicas Superpoderosas) sólo que, a diferencia de la Powerpuff Girl, tiene también una fuerza sobrehumana que la vuelve casi invencible. Pues bien, semejante heroína tiene un solo objetivo en la vida: robarle un beso a Garu. Pero eso se concreta muy de vez en cuando y Garu, un ninja que ocupa claramente el rol pasivo, permanece ajeno al deseo de su amante insatisfecha (Garu es un maestro en el arte de escaparse de su duelista acosadora). Por cierto, los personajes no hablan, jamás se escuchan sus voces (es probable que hayan tomados votos de silencio, pero eso no queda del todo claro). Cada tanto, aparece Tobe, otro ninja archienemigo de Garu, que generalmente termina demolido a golpes no por Garu, sino por Pucca (la perfección en la inversión de los roles masculinos y femeninos entre Garu y Pucca es sólo comparable con los personajes de William H. Macy y Frances McDormand en Fargo, de los hermanos Cohen). Todo acompañado por una banda de sonido post-punk cuya traducción al castellano le da un toque surrealista al asunto (“Pucca quiere a Garu/ Divertido amor/ Come fideos/ Lo busco/ Lo beso/ Bam, bam, bam”).
Interpretar la cultura en clave pop no tiene el menor interés. Interpretar el pop en clave cultural es imprescindible.