COLUMNISTAS
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Por qué el consumo va a tener que esperar

20200307_motocicletas_venta_cedoc_g.jpg
Recomposición suave. Faltan dólares para que mejore el ingreso real. | cedoc

Pese a que probablemente se esté evidenciando un leve rebote en el consumo en estos meses (producto de una inflación inferior a la esperada y salarios nuevos en varios sectores de peso), las condiciones estructurales no son alentadoras.

Existe una suerte de muro, la disponibilidad de divisas, que impide que la variable central del crecimiento pueda moverse a un ritmo sostenido. Faltan dólares para que el peso se aprecie, los ingresos reales se recuperen y, en consecuencia, el consumo revierta el desplome que lo puso en el nivel de hace una década.

Es el clásico déjà-vu argentino. Hubo períodos de crecimiento de la mano de la apreciación cambiaria, sucedidos por bruscas devaluaciones. Pero esta vez será diferente. 2020 no se parecerá a los 70, tampoco a los 90, menos a 2003-2009, aunque quizás haya ciertas reminiscencias con la segunda mitad de los 60.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En muchas de estas etapas, la crisis generaba una amplia disponibilidad de dólares por el superávit comercial que permitía volver al ciclo de apreciación. En la década de 1990, en cambio, los drivers fueron el endeudamiento externo y la venta de activos del Estado, con un esquema cambiario rígido cuyo desenlace es por todos conocido. En 2003-2009, merced a la devaluación de Remes Lenicov, el tipo de cambio real se mantuvo en niveles muy elevados debido al escaso traslado a precios por el elevado desempleo y la gran capacidad ociosa.

Este año enfrentamos un evento histórico inédito y la mejor comparación para ilustrarlo es la década de 1960.  Veamos por qué:

  • Las recientes correcciones del tipo de cambio, incluido el impuesto “solidario” a las compras en moneda extranjera, tienen por objetivo primordial desplazar el muro que limita el crecimiento sostenido: la disponibilidad de dólares.
  • Lo mismo persigue el canje de deuda si nos detenemos en la obsesión del ministro Guzmán para obtener un período de gracia en los pagos externos.
  • ¿Para qué ganar tiempo? Para poder reducir la inflación, estabilizar la economía y recuperar la dinámica exportadora, la cual, debido a su naturaleza anticipatoria, requiere de condiciones de previsibilidad difíciles de garantizar en contextos de inflación alta.
  • En la mitad de la década del 60 hubo fases de “arranque y desaceleración”. El ciclo estaba limitado por el mismo muro que nos afecta hoy: la falta de dólares.
  • Creemos que esta vez será diferente y, aun con un buen resultado del canje de deuda, nos esperan varios años de crecimiento magro.       

Las autoridades son muy conscientes del ancla del modelo: la holgura en el mercado de cambios. Tanto la política comercial (regulaciones sobre el flujo de importaciones) como la de ingresos (moderación en las paritarias) y la monetaria-fiscal apuntan a la preservación de ese activo.

Esto tiene impacto directo sobre las previsiones de crecimiento ya que es difícil pensar en una recuperación de los salarios sin grandes apreciaciones del tipo de cambio, al menos con estos niveles de inflación. El acuerdo con los acreedores internacionales y la necesidad de volver a los mercados disciplinarían al resto de los resortes de política económica.

Sin embargo, ¿no habría incentivos para apreciar el peso en 2021, cuando la gestión Fernández enfrente un muy relevante desafío electoral para sus pretensiones políticas futuras? La década del 60 enseña que, aun con dólares suficientes, inflación moderada, ajuste fiscal, control de capitales y una política monetaria que acomodaba los niveles de inflación, los resultados de fortalecer demasiado rápido el peso pueden ser los peores.  

¿Qué pasó entonces?

  • Los términos del intercambio crecieron fuertemente, implicando un gran aumento de las exportaciones, a pesar de la alta inflación.
  • Se rompió con el FMI y el Banco Mundial.
  • Los salarios reales también se recuperaron debido a las presiones sindicales derivadas de la proscripción del peronismo.
  • Aunque había holgura en la capacidad instalada en la industria, el desempleo ahora es más alto.
  • La pujanza de las exportaciones y el incremento de los salarios permitieron tasas de crecimiento “chinas”.

El crecimiento del período Illia encontró el muro de la falta de divisas en apenas tres años por un consumo exceso y una escasa inversión.

Claramente, un gobierno peronista, a diferencia del radical, cuenta con mayores grados de libertad que permiten regular el crecimento de los ingresos a un ritmo consistente con el balance cambiario, habilitando por algún tiempo que la gestión Fernández pueda mantener una distancia prudente del muro. Por lógica, un buen canje de deuda desplaza el muro, alejando la restricción externa y posibilitando así un margen mayor de crecimiento. Pero no inmediato.

Sin recuperación de los precios de las exportaciones, no existe demasiado espacio para crecer y recomponer rápidamente lo perdido durante la gestión Macri. Y este es el buen escenario. Hasta que no se logre estabilizar la actividad a inflaciones moderadas, será difícil recuperar la dinámica exportadora ya que las opciones disponibles (Vaca Muerta, por ejemplo) requieren una macro ordenada y sostenible políticamente, un equilibrio que todavía luce lejano.

El muro de Alberto –las divisas escasas– condiciona el ciclo de crecimiento de la economía argentina. No hay salida fácil: habrá que acostumbrarse al desafío de gestionar, en todo nivel, la medianía.n

*Economista. Socio y director de Analytica.