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¿Por qué no hablar de los medios públicos?

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Hace unos meses Sebastián Wainraich me dijo que había descubierto la fórmula de la realidad: “Clarín-6,7,8-Página/12 = la realidad”. La frase la disparó Pablo Avelluto, coordinador de los Medios Públicos de la Ciudad de Buenos Aires, en el marco de un debate que propusimos desde el programa Ruido de medios (AM 750) acerca del futuro de los medios del Estado, en una Argentina que está inmersa un proceso electoral.
Más allá del debate sobre la Ley de Medios, de cómo se implementó o si habrá que modificarla o no a raíz de los cambios tecnológicos, hay un cambio fuerte de percepción sobre el periodismo y los medios que se dio en la sociedad argentina.
El kirchnerismo instaló la idea de que un discurso dicho a través de los medios tiene un valor agregado, incide en el ideario colectivo con fuerza propia y el poder de los micrófonos y las pantallas.   

Cuando la idea del poder de los medios se blanqueó en la sociedad, apareció con fuerza la discusión de si el periodismo puede o no ser objetivo, independiente y plural. Creció la desconfianza en los medios en una sociedad que al mismo tiempo es cada vez más participativa, crítica y que usa las redes sociales para cambiar el tiempo y la vigencia de las noticias.
El periodismo está en crisis. Los avances tecnológicos obligan a revisar la función de los medios.
En Argentina el debate se ideologizó. O estás con el Gobierno o estás con Clarín. Y en el medio, invisibilizados, centenares de periodistas y medios de comunicación de todo tipo que intentan hacer su tarea a conciencia y sin alineamientos.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
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Los tiempos electorales permiten actualizar los debates. El reclamo de que los medios públicos, que pagamos con el dinero de todos, sean plurales, democráticos, cuidadosos, que den lugar a las voces de todos y transmitan valores con responsabilidad y respeto, se presenta hoy, ante la llegada de un nuevo gobierno, como un buen desafío.  
En la agencia Télam, durante años los trabajadores reclamaron que se la llamara “agencia estatal” y no “oficial”, entendiendo lo oficial como peyorativo, pero ¿puede una agencia de noticias del Estado dar información que no pase únicamente por el filtro político del gobierno de turno? ¿Será posible un Estado garante de pluralismo?  

Asistimos a otros debates sobre el periodismo: la “grieta”, la “independencia” de los medios, la necesidad de incluir lo digital, los estrechos márgenes que separan y unen la publicidad y el periodismo, los nuevos formatos. Y nos olvidamos de discutir cómo profundizar la democratización de los medios públicos, que son de todos. Durante años fueron la “cenicienta” de la comunicación, espacio de repartija de cargos políticos y acumulación de periodistas “congelados” porque habían llegado en otras gestiones. ¿No será tiempo, con 32 años de democracia, de hacer radios, televisoras y agencias estatales profesionales, eficientes y competitivas?

Es momento para opinar y debatir, para pedir definiciones a los candidatos. Conocemos sus propuestas para la educación, la salud y la seguridad. ¿Por qué no saber qué piensan sobre la comunicación pública? Lo público es mucho más que lo estatal y por lo tanto debe ser resguardado. La TV Pública, las distintas emisoras de la radio pública, la agencia estatal, el Canal Encuentro y Paka Paka, Inca TV, las radios universitarias, las radios educativas, todo medio de comunicación que se sostiene con fondos de la sociedad tienen que rendir cuentas, y éste es el momento.
Los medios públicos están administrados por Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado, organismo que cuenta con un directorio de siete miembros, algunos elegidos por el Congreso Nacional. Sin embargo, no son públicos los debates de ese directorio que al fin de cuentas representa los intereses de la sociedad.

 

*Periodista, conductora del programa Ruido de medios.