“A fin de depositar las boletas en las urnas, de igual modo que echarían otros papeles a los tachos de basura.”
Libro Verde, Muamar Kadafi.
En su primera presidencia, Juan Perón mostró un acercamiento con el mundo árabe y las jóvenes naciones que se estaban independizando tras la descolonización de la Segunda Guerra Mundial. En ese contexto, la Argentina de mediados del siglo pasado se convirtió en uno de los primeros países sudamericanos en reconocer a dos nuevos Estados: Líbano y Siria. Pero serían el egipcio Gamal Nasser en los 50, y su heredero más conocido, el libio Muamar Kadafi, en los 70, los líderes árabes con los que el peronismo se sentiría más cómodo, a partir de la coincidencia de la búsqueda de una “tercera posición” en un mundo profundamente dividido en la bipolaridad de la Guerra Fría.
Fue durante el regreso de Perón al poder, en 1973, cuando se profundizó esa alianza histórica con Kadafi. Eran momentos en los que la Argentina ingresaba al Movimiento de Países No Alineados –grupo en el que las naciones árabes tendrían una gran influencia–, y el peronismo abrochaba sus lazos con un país petrolero: Libia. A pesar de que la izquierda del “Tío” Mario Cámpora parecía ser la línea más cercana a Kadafi, un panarbista que ya había hecho alarde de su aversión contra Estados Unidos, fue José López Rega el encargado de unir al peronismo con el kadafismo, cuando Isabel Perón sucedió a su esposo en la presidencia argentina.
Aunque varios comandantes montoneros recibirían en 1974 adiestramiento militar en Libia, sería el “Brujo” el responsable de aceitar los vínculos políticos, y sobre todo económicos, de los discípulos de Perón con Kadafi. Otro antecedente, quizá, de las profundas contradicciones internas del peronismo.
En López Rega, el peronismo y la Triple A, Marcelo Larraquy asegura que el acuerdo se produjo por medio del cónsul general de Kuwait, que impulsó el acercamiento de Perón al mundo árabe a través de la organización de una gira por Libia, Egipto y otros países árabes en el último trimestre de 1973. El intercambio que se buscaba era previsible: alimentos argentinos por energía árabe. Y fue capitaneado por López Rega bajo la creación de una Unidad Operativa Proyecto Libia, que quedó a cargo de Celestino Rodríguez para administrar un total de 200 millones de dólares.
Algunas décadas más tarde, cuando el mundo y la Argentina habían cambiado, fue otro peronista el que alzó la voz contra Estados Unidos durante el ataque que Ronald Reagan ordenó contra Kadafi en 1986. El bombardeo norteamericano contra el líder libio, en el que perdería la vida una hija de Kadafi, sería condenado por Carlos Menem, en ese momento con patillas y todavía muy lejos de sus futuras “relaciones carnales” con la Casa Blanca.
Una vez en el poder de la Argentina, sería Menem, también, el encargado de terminar de desactivar el Cóndor II cediendo a las presiones, precisamente, de Estados Unidos. En algunos ambientes militares todavía se sostiene la hipótesis de que eran capitales libios los que dieron impulso a ese proyecto misilístico.
Fue, finalmente, otro gobierno peronista el que mantuvo el último contacto de una autoridad local con Kadafi. Cristina Kirchner visitó Trípoli en noviembre de 2008 y desde la capital libia hizo gestos de acercamiento a aquel hombre que había coqueteado con López Rega. “Es necesario sumar voluntades de todos los que creemos que debe existir una sociedad más justa”, anunció Cristina. Volverían a verse un año más tarde en la Isla Margarita, Venezuela, durante la II Cumbre América del Sur-Africa y posarían sonrientes para las fotos de ocasión junto con el anfitrión Hugo Chávez. Desde entonces, Cristina no volvió a hablar con Kadafi.
Tampoco dijo nada esta semana, cuando se conoció la masacre de más de un centenar de libios que osaron protestar contra el “compañero” Kadafi.
* en Twitter: @rodrigo_lloret