La administración Macri ha procurado reequilibrar la política exterior en estos primeros ocho meses de gobierno, pareciendo implementar una estrategia de “horizontes diversos” a través de la intensa y visible actividad del tándem Macri-Malcorra. Se presenta ahora el desafío de traducir un evidente aumento en prestigio de la política exterior en un aumento en impacto.
Al adoptar una estrategia de “horizontes diversos”, el tándem Macri-Malcorra parece buscar tener relacionamientos positivos simultáneos con el exterior próximo, las potencias establecidas y las emergentes. Se abandonó así la estrategia de generar “autonomía mediante la distancia” que caracterizó a los gobiernos Kirchner, para adoptar una estrategia de “autonomía mediante la diversificación”.
Durante estos meses iniciales, en los que se desplegó una brillante campaña de relaciones públicas a nivel internacional, la diplomacia argentina ha recuperado una porción considerable de su prestigio. Una parte importante de este prestigio se ha construido en base al contraste, tanto con relación a los Kirchner como con relación a la situación actual de países como Brasil o Venezuela. Parece haber espacio todavía para construir prestigio en base a la visión y a la estrategia que se pretende implementar. En este sentido, los objetivos de campaña –pobreza cero, lucha contra el narcotráfico, unión de los argentinos– no son percibidos en el exterior como los fundamentos de una política exterior. A su vez, si bien la “diplomacia presidencial” ha sido muy positiva, existe la oportunidad para que el contenido de sus presentaciones en foros políticos o económicos extranjeros se enfoquen más en persuadir a sus sofisticados y experimentados auditorios y se eleven por encima de sus discursos a nivel doméstico.
Otro elemento a señalar en esta etapa inicial es que el objetivo de la canciller Malcorra de “insertar la Argentina en el mundo” ha estado alineado en gran medida con el de conseguir apoyos a nivel internacional para su candidatura a secretaria general de la Organización de las Naciones Unidas. Sin duda, la incansable actividad de la ministra ha sido un elemento vital del proceso de recuperación del prestigio en la política internacional.
Ahora parece necesario traducir este aumento en prestigio en un aumento en impacto de la política exterior. Para ello es de gran relevancia administrar la transición de una etapa inicial de “relaciones públicas internacionales” a una de gestación de una articulada política internacional. Es decir, cristalizar una visión motivadora pero realista, definir estrategias para alcanzar esta visión, determinar acciones prioritarias y darles un seguimiento efectivo. Será crucial asignar los recursos necesarios para poder lograr este aumento en impacto de la política externa.
El presidente Macri parece estar consciente de la necesidad imperiosa de potenciar el impacto de la política exterior. Así, ante una pregunta en ese sentido en la Fundación Konrad Adenauer en Berlín, Macri afirmó que “frente a las luces lindas del populismo, uno tiene que ofrecer resultados concretos para afirmar las ideas que está impulsando” y que “me preocupa y ocupa acelerar el proceso de inversión”.
Pero el que quiere un objetivo no puede desinteresarse de los medios para obtenerlo. Felizmente, Macri, en el campo internacional, puede seguir el consejo de Charles de Gaulle en cuanto a que “el rol del hombre de Estado no es el de inventar buenas soluciones en todas las áreas, sino el de arbitrar, entre dos, por la menos mala”.
Para ello, es de suma importancia que quienes suministren las soluciones al Presidente –las buenas y las menos malas– posean un elevado expertise en el área internacional y puedan expresar abiertamente sus puntos de vista.
En este contexto, es muy difícil clasificar como solución “buena” o “menos mala” la aparente decisión de la Cancillería de abandonar el liderazgo en dos áreas donde más puede impactar en su contribución al desarrollo: la promoción del comercio exterior y las negociaciones comerciales internacionales. Esto no está permitiendo aprovechar plenamente ni los equipos ni la estructura de la Cancillería, ni trabajar con la urgencia necesaria. La resignación de la Cancillería se notó en la demora de cuatro meses en nombrar a los funcionarios en lo económico, sin aparente liderazgo político. Así, la Cancillería parece no tener un rol en la formulación de estrategias, pasando a jugar un papel técnico y formal, y con pocos incentivos para que su estructura en el exterior dé prioridad a este tema. Curiosamente, esto sucede mientras que, en Brasil y Chile, las agencias responsables por la promoción de exportaciones –Apex y ProChile– funcionan bajo los respectivos ministerios de Relaciones Exteriores.
Por otro lado, se torna importante el coordinar las actividades de carácter internacional, llevadas a cabo por otros ministerios, para así maximizar el impacto de la política exterior. Es clave que las diferentes ramas del Ejecutivo no asuman responsabilidades o compromisos que puedan minar el interés nacional o entorpecer la conducción de la política externa. Para esto es vital comunicar en forma clara y articulada la visión y las estrategias a seguir en el plano internacional.
Para concluir, es probable que lo expresado aquí no cumpla con lo aconsejado por Charles de Gaulle: “No es suficiente decir las cosas verdaderas y necesarias. Es necesario también decirlas en el tiempo apropiado, de tal manera de hacerlas asimilables al que nos escucha”. Pero encontrar un momento apropiado parece difícil en este tiempo de urgencias. Por otro lado, el sentido de urgencia que transmite el Presidente y la urgencia que implica el haber heredado altos niveles de pobreza son motivaciones más que apropiadas para potenciar el impacto de nuestra política exterior.
*Autor de Buscando consensos al fin del mundo: hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2027), publicado por el CARI, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer.