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Preguntas a la traducción

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De una pequeña revista de poesía me piden una traducción de un poema de Francis Ponge, llamado La mariposa, incluido en De parte de las cosas. Es una narración que describe a la mariposa vengando “su larga humillación amorfa de oruga”, bajo el modo de un destiempo levemente trágico (“y, además, llega muy tarde y no puede sino comprobar las flores abiertas”) y del elogio de la errancia (“minúsculo velero de los aires maltratado por el viento como pétalo redundante, vagabundea por el jardín”). Inmediatamente me surge una primera duda: el poema ya ha sido traducido al castellano, ¿debo leer esas versiones? Y mientras pensaba, me encuentro ya leyendo una de esas traducciones, la publicada en la editorial Monte Avila por el poeta venezolano Alfredo Silva Estrada. Es una buena traducción, bien pegada al texto madre, pero a la vez con buen criterio para resolver con cierta libertad algunos pasajes complejos (de hecho, las frases que acabo de citar provienen de esa traducción). Me asalta entonces una segunda duda: ¿vale la pena volver a traducirlo? ¿La versión de Silva Estrada no expresa ya lo que yo querría decir, lo que querría hacerle decir a ese poema? Hay quizás un solo momento de su trabajo con el que no estoy de acuerdo, con el que tengo algunos reparos. Tal vez debería centrarme en esa línea y en ninguna otra. Es una frase en la que Ponge escribe Dés lors le papillon erratique ne se pose plus qu’au hasard de sa course, ou tout comme; y que Silva Estrada traduce como: “Desde entonces la mariposa errática tan sólo se posa al azar de su carrera, o dando esta impresión”. Una doble diferencia acontece frente a esa versión. Primero, el uso de “tan sólo”, que ralentiza la frase, la endurece innecesariamente. Y luego, sobre todo, el final, ese “dando esta impresión” que ancla demasiado el sentido, lo vuelve demasiado pedagógico. Ese es el momento clave del poema: Ponge, el poeta de la materialidad de las cosas, de las palabra minerales, de la dureza simple, arriesga un toque de liviandad casi oral, casi infantil: ou tout comme. Idea que transmite también una voluntad de dejar la frase inconclusa, o mejor dicho imprecisa. Y si ése es el instante crucial, es porque ese ou tout comme, esa llamada a la vacilación, a la ambigüedad, a la incertidumbre, no responde plenamente al sistema de Ponge, no es un elemento que se encuentre a menudo en su obra (si hay un escritor programático en la poesía francesa de los años 40 y 50, ése es Ponge). Y entonces, fatalmente, esa situación me interesa. Me importa tocar ese nudo, desatarlo (es decir: atenerse a lo inesperado), forzar la lengua para resaltar ese accidente, esa singularidad (la singularidad dentro de la singularidad). Propuse entonces esta modificación, que acentúa lo aleatorio: “Desde entonces la mariposa errática sólo se posa al azar de su carrera, o casi”.

¿Es mejor mi traducción que la de Silva Estrada? Por supuesto que no. Por una sencilla razón: porque descreo de la idea de traducciones mejores o peores. No se puede evaluar una traducción por el frase a frase (más allá de que existe un talento casi artesanal para resolver los problemas de cada oración, y algunos traductores lo tienen más que otros). Me interesa, en cambio, plantear una estrategia frente al texto, que incluye un conocimiento general de la obra del poeta, del poema a traducir y, ahora sí, de cada frase. Mi debilidad, mi desatino, reside en encontrar, en destacar, en hacer sobresalir la disrupción, el hiato, lo inesperado de la sintaxis. Es una estrategia como las hay otras (como la de Silva Estrada, que decide tomar más resguardos). Ocurre, en cambio, que cada vez son más las traducciones (antes en narrativa que en poesía) que ya no se plantean ninguna de estas preguntas.