Ya forma parte del escenario electoral. Mientras Peugeot-Citroën anunciaba con bombos y platillos una inversión de $ 700 millones para el trienio 2007-2010, Néstor Kirchner tomaba la palabra para ensalzar a las empresas que, como la automotriz, sí apostaban por el país. El lado benévolo del capitalismo, en la óptica oficial. Para buscar el villano no hubo que andar demasiado: al embajador galo no le habrá causado gracia que el Presidente le lanzara misiles sutiles y no tanto a otra compañía francesa que hizo mutis por el foro argentino: Suez. Siguiendo la súbita pasión hegeliana de la candidata oficial, la pasión por la dialéctica ya es una marca registrada en el discurso K. La divisoria de aguas en la visión corporativa pasa por el acople o no al “modelo” en vigor. Si la firma en cuestión no se atiene a las sugerencias que vienen del Gobierno, entrará en un cono de sombras difícil de sobrellevar.
El hasta ahora todopoderoso secretario Guillermo Moreno envía señales y órdenes para “consensuar” precios... Las iras oficiales sobre Shell y su presidente Juan José Aranguren hablan más de una necesidad de “escarmentar” que de una política planificada en la materia.
El tema es que no todos tendrán los reflejos de Alfredo Coto, quien, tras advertir la amenaza de aceleración de la inflación, fue vapuleado al no ser respaldado por sus colegas empresariales.
Criterios. Lo cierto que el esquema propuesto no es compartido por todas las multinacionales, que con dificultad intentan explicar algunas decisiones burocráticas que afectan directamente a sus operaciones. En esta materia, las no noticias son de por sí buena noticia: a no todos les gusta ser señalados como opositores a la política económica y ser víctimas de boicots para oficiales. Los primeros en entender que el juego tomaba otro rumbo fueron los bancos y siguieron las compañías de servicios públicos privatizadas. Otras salidas fueron más traumáticas. La ya citada de Suez fue la continuación de otra escalada entre el Gobierno y Aguas Argentinas, con el resultado ya conocido. Enron, en cambio, vio caer su concesión en otra disputa, esa vez con la administración de La Plata, e incluso la demanda de esta compañía quebrada en los EE.UU. obtuvo del tribunal arbitral un reconocimiento a su demanda.
Es la argentinización de las tenencias accionarias. En el caso de Telecom, en el que France Telecom pasó la posta al Grupo Wertheim, hoy acosado por la voltereta que Telefónica de España hizo desde Italia, con lo que amenaza la partición del mercado. A riesgo de defraudar a los apocalípticos, la movida de Esso no necesariamente sea una huida de las políticas energéticas oficiales sino una jugada a nivel global, en un negocio que mide en lustros su rentabilidad. Lo prueba el marcado interés que habrían demostrado interesados estratégicos (petroleras) y financieros (fondos de inversión locales) por quedarse con los valiosísimos activos de la empresa esgrimiendo un conocimiento de un terreno plagado de regulaciones y negociaciones. Tierra fértil, como en el caso de Repsol YPF para los empresarios amigables a los ojos del poder.
Impunidad. Pero hay un ingrediente extra que condimenta esta situación considerada “hostil” para el mundo empresarial: la sensación de impunidad con la que el sindicalismo realiza sus acostumbrados ejercicios de fuerza en época electoral. La sugerencia deslizada por Hugo Moyano de que él y sus colegas evitaron un “desmoronamiento social” en la crisis, y ahora la política debe reconocerlo, se realiza sin amagues. La novela por el 50% de adicional a la indemnización terminó desnudando que nada podría formalizarse sin su aval directo.
Los números cantan una realidad irrefutable: según un reciente estudio de SEL Consultores, el salario promedio de la categoría más baja de los últimas negociaciones colectivas (sobre 71 convenios vigentes) es de $ 1.896 y el de la más habitual, $ 2.250, reflejando un mercado laboral caliente y fragmentado.
Mientras tanto, la reciente inflación paralela estaría demostrando que más gente que la que el INDEC dibuja estaría debajo de la línea de la pobreza. Los empleados y técnicos en pie de guerra firmaron la paz encontrando mejoras salariales antes que rigor en la medición de los precios. En la Argentina del cambio, la dialéctica ya no se da entre trabajadores y empresarios sino entre empresarios amigos y enemigos; entre trabajadores formales y marginales. La exclusión no sólo es noventista.