COLUMNISTAS
Educación y discriminaciones

Presupuestos machistas

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Educación. | cedoc

Hace unas semanas se presentó el último informe Education At A Glance 2021 producido por OCDE, él que, con rigurosidad metodológica, nos da un panorama sobre calidad de los resultados, de oportunidades, igualdad y equidad educativa, pero también de la inversión y relevancia de las políticas para mejorar los resultados educativos.

Este vistazo realizado por la OCDE, evidencia el impacto de la pandemia a la educación, y aun en ese contexto, cómo los mecanismos de evaluación y consulta permiten generar información valiosa para la mejora de las políticas públicas, tanto locales e internacional, con una lógica comparativa entre los países, para poder tejer relaciones entre sociedades, realidades y políticas.

Pese a que la educación en lo discursivo es prioridad, en la práctica esto no necesariamente es así.  El presupuesto educativo, proporcionalmente, es más bajo en los países menos desarrollados y reflejan la brecha salarial entre hombres y mujeres.

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En ese marco, vemos como la relación entre educación, comunidad e inversiones, tienen sus lógicas, según cada país, según tradiciones y perspectivas, aunque sin dudas, es posible observar tendencias internacionales.

Por eso, en este momento en donde el Congreso Nacional y los poderes legislativos provinciales, están abocados a la discusión del presupuesto para el año 2022, es necesario pensar esa “ley de leyes”, desde las lógicas equitativas, porque razonarlo desde esa perspectiva, obliga a mirar las razones y fuentes de las desigualdades que la pandemia expuso o aumentó.

Hacer foco en lo presupuestario, nos lleva a verificar el lugar preciso que la educación ocupa en el abanico de las políticas públicas de los gobiernos. Es allí en donde se ve la distancia entre el discurso y la realidad.

Pensar la educación desde la equidad de género, nos provoca esta pregunta ¿tiene el trato hacia la educación y su presupuesto un fundamento machista?

¿De dónde surge esta pregunta? La respuesta es simple y tiene que ver con varias certezas:

1. Es indiscutible la mayor cantidad de mujeres estudiando, enseñando, trabajando, graduándose en los diferentes niveles educativos;

2. El presupuesto educativo es regularmente bajo para nuestras necesidades y perspectivas;

3. El grueso de los recursos se destina a salarios, representando un % relevante (entre el 80 y 90%) del presupuesto educativo de las jurisdicciones y universidades;

4. Los sueldos docentes son bajos en relación a otros salarios, incluso de actividades no esenciales, para usar una terminología de estos tiempos.

Estas definiciones regularizan una desigualdad más hacia las mujeres que trabajan en la educación, haciendo de la inequidad una constante.

Como toda regla, hay una excepción, los únicos cargos en donde suele haber más hombres, son relativamente mejores pagos: autoridades educativas, en lo universitario esta preminencia masculina es abrumadora.

Esta discriminación salarial, que repercute en el presupuesto educativo, así como la vigencia del techo de cristal, vienen a reproducir en la educación las discriminaciones laborales que sufren las mujeres.

Nobleza obliga a decir, que la educación no es el único campo laboral de preminencia femenina que sufre inequidad, por ejemplo, en lo sanitario también se dan estas brechas.

Esto se hace más evidente, cuando se observan otros campos laborales, incluso públicos, donde lo masculino es predominante, en todos ellos los salarios, son comparativamente superiores.

Las certezas generan preocupación y las preguntas, precisan respuestas. ¿No será tiempo ya de revertir discriminaciones hacia las mujeres y hacer una educación más igualitaria y equitativa?

*Miembro del Consejo de Gobierno de Unesco-Iesalc.

Producción periodística: Silvina L. Márquez.