Una vez amainada la tormenta financiera sobre los mercados internacionales, las alertas bajaron de nivel y todo pareció volver a la normalidad. El zafarrancho de combate no fue más que un simulacro de algo que preocupa sobremanera al Gobierno en esta recta final electoral: que el viento de popa cambie de dirección y los astros se conjuren, esta vez en su contra. Al final, quedó al descubierto la vulnerabilidad argentina: el riesgo-país subió más que en sus vecinos y una crisis global tocaría en la línea de flotación de los superávits gemelos.
La confesión de parte del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, de que los tentáculos de Guillermo Moreno dejarán en paz al INDEC y trepará nuevamente la empinada cuesta de la credibilidad, relevó la prueba de la manipulación. Varios economistas ya establecen otros parámetros para medir la inflación, extrapolando la de las provincias, por ahora fuera de la mira del señor de los precios, o encontrando deflactores.
Inevitables. En el acta de rendición, se eligió el eufemismo de iniciar una nueva forma de medir lo que más preocupa: la inflación. Quizás como despedida, el Estimador Mensual Industrial, afectado por los cortes de suministro energético durante julio, dio la sorpresa y no acusó recibo de dichos avatares. La contabilidad creativa corrió, esta vez, por cuenta del acero, que fue excluido del mencionado indicador para dar una suba de 5,4%. Con la muestra completa, el crecimiento ya es modesto: 2,7%.
El timing de la promesa a los estatales es inevitable: hay cosas para corregir, pero el reloj no se detiene a voluntad.
Se supone que el resucitado “tiempo económico” cobrará forma en el futuro gabinete presidencial, en el cual ya están trabajando, descontando un triunfo contundente, Miguel Peirano y Martín Redrado. La primera preocupación del thinK-tanK oficial es la erosión en los frentes fiscal y comercial de los últimos meses, cuya salud fue el pivote de la recuperación argentina. Eso ya es historia y las cuentas ahora indican otra cosa.
El excedente comercial decreció en enero-julio 2007 un 22% con respecto al mismo período de 2006; pero en el séptimo mes del año cayó 50%. Las importaciones crecieron al 28% anual, pero los combustibles (por ahora sólo 6% del total) lo hacen al 150%, fruto de la crisis de producción. Cerrar la canilla a las importaciones textiles chinas es efectista y hasta atenta contra el 3º principal comprador de la Argentina, y en ascenso. Lo inevitable será marchar hacia un balance comercial más equilibrado. Todo lo que se haga en esta materia será ganar tiempo y posponer ajustes.
Gemelo rengo. El otro “gemelo” no anda mucho mejor. La inflación sigue siendo el termómetro. El Presupuesto de este año fue aumentado esta semana en $ 14.219 millones. Si la intención para el presupuesto de 2008 es un superávit del 4% del PBI, será un esfuerzo enorme comparado con el estatus preelectoral.
El gasto primario viene creciendo al 35% nominal anual, con lo cual cualquier desaceleración hará ruido. La incorporación de afiliados al sistema de reparto y los aumentos de asignaciones familiares ya le dan más rigidez a la mayor parte del gasto, la del área social.
El otro agujero creciente es el de los subsidios y transferencias al sector privado, en especial a transporte y energía. Es la otra cara de la distorsión en los precios relativos del sector, que consigue su equilibrio sólo con la ayuda del Tesoro. Otra materia para resolver antes de fin de año, pero esta vez en tensión con la de conseguir un colchón fiscal: es probable que el resultado sea un empate y “algo” se toquen las tarifas y otro tanto siga saliendo del generoso bolsillo K.
El otro frente que amenazará con ponerse al rojo vivo es, justamente, el de las cuentas fiscales, empezando por la provincia de Buenos Aires. Concentrados sus egresos en sueldos y servicios públicos, se van desbalanceando conforme ganan su carrera frente a recursos centrados en Ingresos Brutos, Inmuebles y Automotores, con valuaciones retrasadas. Hasta ahora, la cuenta fue saldada con ayudas extraordinarias o aportes del Gobierno nacional a obras públicas, vista la práctica imposibilidad de acudir al mercado de capitales. Ambas, ahora, en serio riesgo de no poder seguir con esta carrera que llega a su fin por imperio de la única verdad, la realidad.