Más allá de las consideraciones macroeconómicas que cedemos a los sabios en tan noble materia, la clave político-social del éxito de las correcciones en el tipo de cambio que está ensayando el gobierno nacional se juega por entero en la capacidad de sostener durante el año 2014 el poder de compra de los hogares en general y del salario en particular –sea éste formal o informal–, en tanto constituye la modalidad de ingreso principal del 85% de las familias y es el principal impulsor del consumo
De no suceder esto, por los motivos que fuese –para toda derrota siempre hay una explicación disponible–, no sólo se abortaría uno de los motores del crecimiento económico en la década ganada –el más robusto–, como lo fue el consumo doméstico que más del 50% de la demanda agregada promedio desde 2003, sino que adicionalmente un grave problema de legitimidad política y finalmente electoral comenzaría su despliegue de manera más o menos acelerada e inexorable.
Ese indicador de poder adquisitivo del salario es entonces excluyente para observar la sustentabilidad de la nueva paridad, tanto o más que los efectos macroeconómicos que pudieran obtenerse con el nuevo valor de la divisa, efectos sobre los que, por otra parte, los especialistas de todas las perspectivas no terminan de construir consenso, al menos entre su tribu, y sólo señalan vaguedades para mal o para bien, según sean más o menos oficialistas u opositores.
En perspectiva al sostenimiento del consumo y el poder adquisitivo del salario en un contexto inflacionario, lo acontecido durante el año 2013 es muy aleccionador y contrasta de manera notable con todo lo dicho por los medios, analistas y sindicalistas opositores respecto de la supuesta erosión de las remuneraciones por obra del aumento de precios que, como sabemos, en 2013 fue muy importante.
Sobre la evolución del poder adquisitivo del salario registrado en el año 2013 respecto de distintos índices de precios al consumidor, incluido el opaco IPC del congreso opositor, suministrado mensualmente por Patricia Bullrich, leemos en el último informe del MTSS:
“De acuerdo a la información analizada, en el año 2013 la remuneración promedio de los asalariados registrados del sector privado (6,4 millones de trabajadores) creció en términos reales, más allá del índice de precios al consumidor que se utilice como referencia. Esto implica que, en promedio, los salarios nominales se incrementaron en mayor medida que los precios de los bienes y servicios que consumen las familias.
“El incremento de los salarios conformados de convenio para un conjunto de sectores de actividad representativos, da como resultado una variación interanual promedio de 25,5%. Deflactando este indicador salarial con las proyecciones de precios alternativas se concluye que, considerando el IPC Provincias/Bein, el salario expresado en términos reales crecería un 2% y un 0,2% si se toma como referencia el ‘IPC Congreso’.
“Por su parte, el salario promedio efectivo declarado en SIPA creció en el año 2013 un 26,8%.
En este caso, la remuneración media seguiría ganándole a la inflación en un 3,1% (promedio anual 2013), y si se la compara con el ‘IPC Congreso’ el crecimiento del poder de compra del salario alcanzaría al 1,2%”.
Complementariamente y a fin de tener una perspectiva de largo plazo, en el gráfico que sigue se muestra en base a estudios comparados que, respecto al IPC provincias y el suministrado por la consultora privada que conduce Miguel Bein, los salarios medios reales de los trabajadores formales privados han crecido sustantivamente durante la década, mostrando que el crecimiento del poder adquisitivo del salario es una política estructural del actual modelo económico y como tal no será interrumpida en ningún caso y bajo ninguna circunstancia por el gobierno nacional.
Es el momento de que todos los sectores contribuyan a garantizar la continuidad del ordenamiento social y económico, en particular los empresarios que, durante esta última década, se la llevaron en pala, como bien señala la Presidenta cada vez que puede. No es posible en el marco de este modelo social y económico pensar en soluciones que supongan la pérdida de poder adquisitivo del salario ni insistir con el desfinanciamiento estatal mediante el recorte de carga impositiva, como fue el desafortunado caso de la suba injustificada, e impulsada por motivos electorales fallidos, del mínimo no imponible.
La colaboración esta vez debe provenir del sector empresarial moderando su tasa de ganancia, en muchos casos varias veces por sobre los estándares internacionales para igual actividad.
Así las cosas, queda como contrapartida del lado de los sectores representativos de los trabajadores observar que la discusión en la próxima ronda de negociaciones salariales debe considerar esta notable suba del salario real durante la década, incluido el año 2013, dejando de lado el tradicional discurso de “recomposición del poder adquisitivo frente a la erosión inflacionaria” propalado por analistas y medios opositores que reproducen irresponsablemente algunos dirigentes sindicales cuyo aislamiento real es notable aunque su acceso a los medios opositores trate de disimularlo.
*Director de Consultora Equis.