En una cena con artistas, nuestro amigo, el ilustrador Cristian Turdera, se queja fútilmente de una entrevista que le hicieron y en la cual –de entre todo su jugoso contenido– rescataron como título un eslogan inquietante: “Ilustrar es romperse el orto”. En la foto que acompaña tan contundente aseveración, a Cristian lo han sentado en un banquito diminuto que pone sus rodillas en dirección al cielo, y que parece reafirmar por vez segunda –y en imágenes– qué es lo que realmente hace un ilustrador al trabajar. Nos reímos en su cara de esta trampa editorial para atraer al ojo del lector: ¿hay alguna posibilidad de que esta frase haya sido sacada de contexto? ¿Qué contexto es ése, que permite tal extracción? Está claro: es un suplemento joven, abunda lo cool, y seguramente quien escribió la nota no eligió su título. Hay cargos jerárquicos, personas con más experiencia a las que se les paga (incluso más) para que lean la entrevista completa entrecerrando los ojos y descubran de qué manera harán que el público la distinga entre tanta página colorinche. Y las cuatro letras de la palabra “orto” son un imán poderosísimo, una estrategia publicitaria para adentrarse en el fascinante mundo de la ilustración. Es bien sabido. Culos y tetas son la vía de acceso a toda Ilustración. En las escuelas de periodismo hay una materia filtro, “Descontextualización de Frases I”, donde los aspirantes a profesionales muestran sus habilidades semióticas latentes. Le pedimos a Turdera que no se queje, que a todos se nos ocurren frases ingeniosas extraídas de su verbo y prosa que suenan mucho peor. Estamos convencidos de que la nota tendrá muchos “me gusta” y repercutirá en algún pensador extraviado que mencionará incluso el episodio en otro diario, y el objetivo estará cumplido: crearemos “tema” y afirmaremos “cosas”, allí donde sólo había lo de siempre: incertidumbre. Que el mundo es de esta materia grisácea, pero la descripción que nos gusta hacer de él sólo emplea afirmaciones imperiosas, culos despampanantes y tetas operadas.