Las palabras nos definen. Lo que alguien dice –y, para reforzar sus ideas, escribe– plasma en imágenes lo que piensa, lo que anhela, lo que sueña. Decía José Saramago que las palabras “no son inocentes ni impunes” y que constituyen “los materiales de nuestros pensamientos”. Esto vale para todo humano. De hecho, las palabras también definen las posturas de los editores ante acontecimientos que merecen debate.
En estos días de turbulencias preelectorales, en las que los candidatos (no imaginados otrora, sorprendentes en parte) hablan públicamente y se confiesan ante la ciudadanía (aunque, es válido señalarlo, no siempre con vocación de verdad, no siempre respetando ideas antes enunciadas), es bueno que los lectores de PERFIL –a ellos me dirijo, aunque esto vale aun para quienes no tienen este diario como referente periodístico– puedan relativizar los discursos que leen y escuchan porque lo que hoy se dice puede no ser reafirmado en el futuro ni coincidir con lo dicho en el pasado.
Esto debiera ser una conducta cotidiana si se pretende sacar conclusiones acertadas en la difícil tarea de definir qué hacer ante las urnas en las primarias y en las generales. Para sumergirnos en la actualidad, veamos lo que sucede con dichos del flamante candidato a vicepresidente de Cambiemos, Miguel Angel Pichetto: advirtió sin anestesia a sus conmilitones peronistas que Axel Kicillof, postulado para gobernador bonaerense por el cristinismo, es comunista (“el peronismo de la provincia de Buenos Aires lleva a un hombre del PC como candidato”). Esta demostración de fe cuasi macartista ¿reafirma sus posturas anteriores, a las que se puede calificar de derecha, poniéndolo en un extremo de esta línea? El propio Partido Comunista ha desmentido con humor la pertenencia de AK a sus filas, aunque aprovechó para enfatizar su respaldo al ex ministro de Economía. La pregunta es: el macrismo, cuya postura histórica lo enmarca más en la derecha o centroderecha que en un extremo de esa caracterización ¿radicaliza su ideario y se instala más cerca de la ultra que de la moderación?
Palabras. Son necesarias las palabras para aclarar desde los medios –PERFIL no queda fuera de esto– cuánto hay de definitivo y cuánto de hojarasca en esta guerrilla verbal. Cuando en España apareció en escena VOX (la propuesta que salió a disputarle la derecha al Partido Popular), la mayoría de los medios y periodistas no vacilaron en calificarlo como de línea extrema, ultra. Ello conllevó críticas de lectores, televidentes y radioescuchas, e inundó las redes sociales con una polémica muy interesante sobre el valor de la palabra. La realidad es que decir que VOX es de ultraderecha no es estar fuera de tono: públicamente, sus dirigentes se manifestaron coincidentes con formaciones ultras europeas que endiosan el autoritarismo, la xenofobia, el nacionalismo extremo y ciertas estrategias populistas de derecha proclives a definir el campo político en amigo-enemigo. Siguiendo con el ejemplo Pichetto-Kicillof-comunismo cuco, sería bueno que referentes históricos o nuevos de la coalición gobernante salgan a aclarar si coinciden o no con los dichos del senador y candidato a vicepresidente, si acuerdan o no con tensar las definiciones y alentar posturas extremas a un lado y otro del territorio político.
Para cerrar la columna, este ombudsman propone a los lectores hacer buen uso de la palabra, ajustar la correcta definición de posturas y personajes, ideas y praxis política: decirle “facho” a un candidato de derecha por el solo hecho de serlo solo sirve para bajarle el valor al verdadero fascismo, a la verdadera ultra, a la que conlleva peligro. Decirle “ultrazurdo” a un defensor de ideas socialistas o comunistas solo con tono peyorativo es achicar el valor de esas ideas y de quien las expone.