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¿Qué puede ser?

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Deambulo por Formosa como en sueños. Las pausas del rodaje de Zama me hacen sentir suspendido en un lugar al que no he pertenecido; suspendo el juicio, pruebo yacaré y las cosas más simples se muestran redescubiertas. Escribo en secreto los Diarios del Capitán Parrilla, una mezcla de diario de filmación, Di Benedetto trucho y bocetos automáticos para tratar de entender al personaje, todas cosas que –si estuviera filmando en casa– no intentaría. Escribo, por ejemplo:

“Así que voy a la deriva por una feria social de baratijas, prendas sin lujo, altavoces, chipacitos, remedios de amor y estafas varias. Los mercaderes ofrecen sus productos con un acertijo indescifrable: ‘¿Qué puede ser?’ Repiten la pregunta en cada escaparate, hasta que la reiteración estéril la torna fundamento. ‘¿Qué puede ser, caballero?’, y por enésima vez me detengo semimudo tratando de formular una respuesta. No sé qué puede ser, no lo he sabido, es tarde ya para saberlo. ¿Me ofrecen petates, me preguntan qué puede ser lo que vendrá, o simplemente comparten mi agonía y duplican y vociferan mi conciencia? ¿Qué puede ser esto que acaece y que está hecho de nieblas, de vapores?”
El “¿Qué puede ser?”, imagino, es simplemente un “qué desea” paraguayo. Pero ambas preguntas son existencialistas si te agarran un poco mal parado.

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El 25 de mayo las fiestas en Plaza de Mayo son un producto televisivo para otros. No estoy contra el festejo, pero superpuesto al “qué puede ser” las cuentas no me cierran para nada. Ceno en compañía de Alex Campos que canta canciones cristianas en la plaza en la que ardieran las palmeras, en la que antes incluso French y Beruti organizaran su revuelta fundacional de escarapelas. ¿Qué puede ser la patria? ¿En qué momento se convierte la masa con fondo de mapping en un público aferrado al Evangelio? Yo creo que prefería la ilusión chabacana del Billiken con la mazamorra, el escobero y el paraguas, pero es porque a mí no me convencen las definiciones de la patria que emanan del poder y se derraman.

Tomo un taxi en Formosa, y el taxista me cuenta que se fue de Buenos Aires porque discriminaron a su hija. Le pido detalles, sólo para verificar en qué se funda este odio constitutivo a Buenos Aires. Dice que los maestros consideraron que si venía del interior no hablaría inglés y quisieron ponerla en un grado inferior. Yo le sugiero que a lo mejor no tenían vacantes en una escuela seguramente hacinada. El taxista denunció al profesor, al director, ante la Inadi y en un juzgado. La niña hablaba inglés y sacó diez en una prueba. “En vez de discriminar al peruano, al boliviano, discriminaron a mi hija, que era argentina”. ¿Qué puede ser? Tal vez, desastre. Tal vez, frontera. Tal vez, miedo.

Eso es la patria, también. Así que si los actos oficiales se tornan poco laicos y a mí esto me gusta poco y nada, es posible que esté discriminando. No llegaron canciones de otros credos como para equilibrar la balanza de mentiras, pero eso es porque el rock cristiano es mucho más power.