El 4 a 1 sobre España es mentiroso. Argentina se enfrentó a un remedo del campeón del mundo. Entre los defensores, Reina, Arbeloa, Piqué, Marchena y Monreal hay sólo uno que integró la formación titular en la epopeya de Sudáfrica. El resto fueron suplentes y, en el caso de Monreal, ni siquiera eso.
Otro dato clave es que en el desarrollo del partido, España nunca presentó juntos a Xavi Hernández e Iniesta. El Bochini catalán jugó el primer tiempo. Cuando Xavi ingresó, en el segundo, Iniesta ya no estaba. Para España, es clave que estos dos excepcionales futbolistas estén juntos. Así y todo, cuando Xavi entró a la cancha, más los desbordes de Jesús Navas y la omnipresencia del enorme Llorente en el área, los españoles no alcanzaron el empate por esas cosas de la vida. Tuvo contundencia –hubo pelotazos en los palos de Romero– pero no eficacia. Disfrutó de nueve llegadas claras contra seis de la Argentina. Los nuestros hicieron cuatro goles, los de Vicente del Bosque sólo uno.
La amplitud del resultado es exagerada y disparó frases disparatadas en todos los ámbitos. Escuchar comentarios de periodistas y del mismísimo entrenador en un tono épico (“ganarle a España es un sueño hecho realidad”, se dijo por TV) dio vergüenza ajena. Argentina jugó muy bien un rato, el rato que España durmió. En cuanto el equipo europeo se lo tomó en serio, la cosa dejó de ser un paseo para convertirse en algo más lógico.
España le dio profundidad a su toque circular y Romero se revolcó más de lo aconsejable. Romero, Gabriel Milito, Banega y, más que todos, Cambiasso, además del golazo de Messi y los dos pases gol de Tevez, fueron lo mejor en una tarde de fiesta popular.
De lo que se trata todo esto es de bajar los decibeles. Se suponía que Maradona era la piedra del conflicto y, sin embargo, ya pasaron más de cuarenta días de su conferencia de prensa y los problemas continúan. Bilardo y Batista dicen estar en armonía, pero quienes conocen de verdad la interna sostienen todo lo contrario. Batista se quiere quedar y cuenta para ello con la anuencia de Messi, algunos jugadores más, Luis Segura (presidente de Argentinos Juniors y hombre de poder sobre la Selección) y, sobre todo, de Julio Grondona. Sumemos a la nómina de apoyos a Checho las victorias ante Irlanda y España. Lo de Bilardo es más sencillo: dice que tiene tres técnicos posibles en un listado pero, en realidad, le interesa uno solo: Alejandro Sabella.
Batista sabe esto. Pero como todavía es interino, sonríe en público y rezonga en privado. Bilardo nunca se destacó por decir toda la verdad a la prensa, así que dijo: “Conozco a Checho hace muchos años, lo quiero mucho y voy a apoyarlo en lo que sea”. Sin embargo, lo más razonable que dijo el entrenador de los campeones de México ’86 es que “si no me gusta el entrenador que eligen, yo me voy”. Esto sí tiene alguna solidez. Ya bastante aislado estuvo Bilardo por Maradona y Mancuso como para que ahora lo aíslen Batista, Grondona y Segura.
Pero Bilardo tiene otra resistencia más: la de los dirigentes. En Sudáfrica, los dirigentes sabían de la llegada masiva de barrabravas y pretendían tomar el búnker de Pretoria como un refugio que los pusiera a salvo de las presiones de los forajidos. Por supuesto, los dirigentes tienen un altísimo grado de cholulismo y, además de eludir a los barras, pretendían hacer las cuatro comidas con Maradona y/o los jugadores.
Dicen los dirigentes –y varios testigos dicen que fue así– que Bilardo impidió que compartieran la mesa con los héroes. Y no sólo esto: terminaron ocupando mesas junto a los sparrings y al Checho Batista. El entonces técnico de los juveniles hizo buenas migas con ellos y ahora pretende cobrarse aquel buen trato con un voto a favor de su continuidad. Lo consiguió. Casi todos los días hay un guiño hacia Batista de parte de Segura, el dirigente más cercano a Grondona de los que tienen incidencia directa sobre la Selección. Segura ya desmintió palabras de Bilardo más de una vez. Hay una (otra) interna feroz entre ellos.
Ningún dirigente va a romper una lanza por Bilardo. Por estúpido que parezca –lo es, realmente–, aquella separación de dirigentes y futbolistas que dispuso el Narigón podría terminar siendo su cruz.
Dijo Bilardo anoche: “Yo voy a proponer una lista, que pueden ser más de tres, y la Comisión de Selección tendrá que decidir entre esos nombres. Si designan a uno que no esté en ese listado, yo me voy”. Es lo que muchos quieren.
Es una pena que el 4-1 a España sea sólo el producto de una tarde inspirada de un par de jugadores y no de un proyecto serio y elaborado. Como se ve entre tanta miseria, estamos muy lejos de tenerlo.