Hay temas reiterados que no podemos eludir, como el de la brecha de género y cuánto falta para que desaparezca. Aunque lo que más nos interesa es qué y cómo hay que hacer para cerrarla o acelerar su eliminación. El domingo, en la sección Ideas, en política del diario PERFIL, llamó la atención la nota “El mundo está a 132 años de cerrar la brecha de género”, escrita por un hombre que agrega atención. Es muy clara y destaca un hallazgo que se repite año a año y que parece caer rápido en el olvido. La nota señala que se publicó el Informe Global de Brecha de Género 2022 del Foro Económico Mundial – WEF por sus siglas en inglés–. Este estudio, que se publica anualmente desde 2006, se refiere a la situación en 142 países del mundo, alrededor de un 75% de los países reconocidos en Naciones Unidas. Analiza y compara la situación en relación con cuatro variables: oportunidad y participación económica, logro educativo, salud y supervivencia, y empoderamiento político. Este año disminuyó cuatro años la demora en cerrar o desaparecer la brecha de género. En 2022, la brecha es del 68,1% y necesitaremos 132 años para cerrarla. El mayor avance se dio en salud y supervivencia, donde la brecha es del 95,8% a pesar de la pandemia. Educación le sigue de cerca con un 94,4%, mientras que la participación económica cae al 60,3% y en empoderamiento político llega apenas al 22%. Al tratarse de promedios, esto encubre las grandes diferencias; sin embargo, marca claramente que donde aún es más difícil avanzar hacia la igualdad es en la participación política, donde las mujeres seguimos con dificultades importantes.
Es interesante considerar cómo está el país en este marco. A pesar de lo que podríamos suponer, no estamos tan mal: logramos un 75,6%, y lo llamativo es que en el componente “logro educativo” es en el que parece que hemos cerrado la brecha y en el “empoderamiento político” logramos un 41,3%. En lo económico no estamos bien porque la brecha es del 44%. Como dijimos antes, estos son valores promedio que poco miden las diferencias y estas son las que nos interesan ya que denotan las variaciones al interior de un país, que en nuestro caso son muy grandes. A la gran mayoría no nos tranquiliza este 100% en lo educativo, en primer lugar porque, en general, las mujeres completamos más años de estudio que los varones. ¿Pero en qué áreas o ramas? Si consideramos los egresos universitarios, las mujeres estamos sobrerrepresentadas en profesiones de baja productividad y con salarios más bajos que los hombres, que están más presentes en los de alta productividad. La muchísima menor presencia de mujeres en las ingenierías y las carreras de matemáticas y tecnología, o sea en las STEM, es donde radica nuestra diferencia. Por eso la paridad, sin este análisis de en qué áreas y temas y con qué capacidad productiva individual y colectiva, no tiene gran valor. Pero además, ahora la caída y el deterioro de la educación primaria y secundaria que se extiende a la universitaria es algo que nos debe preocupar y nos da indicios que esta paridad actual podrá mantenerse, pero no logrará mejorar realmente; necesitamos no solo años de escolaridad sino también calidad de la escolaridad. Esto es lo que más nos debe preocupar y a lo que no vemos se le dé la importancia que debe tener para trabajar en la superación. Y en esto no es solo la brecha de género la que nos debe preocupar sino también la geográfica y socioeconómica. La diferencia entre la calidad de la educación que reciben niñas y niños de los sectores altos en relación con los más bajos en la escala económica es muy amplia y deja una brecha del logro educativo de unos pocos en relación con la gran mayoría. Esto es grave por lo que implica a nivel individual, pero también social. Seremos un país empobrecido por la baja capacidad de nuestra gente.