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los balcones de cfk

Queridos míos

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Amontonados y por varios momentos fuera de sí, saltando y perdiendo su subjetividad en la masa, como corresponde a la actitud que se debe tener en masa, los militantes y especiales fanáticos de Cristina copan los patios de la Casa Rosada para admirar solo a ella.

En la salida al balcón interno, donde se monta la escena del discurso a los jóvenes lectores de Jauretche, Cristina queda sola. Ese balcón interno es un cuadrado y en uno de esos lados, solo está la Presidenta. Todos esos lados del cuadrado que forman ese balcón son amplios, realmente hay espacio, pero sus funcionarios, gobernadores y colaboradores se agolpan en otro lado de ese amplio balcón para mirar el espectáculo. Nadie se le acerca a Cristina porque la escena es solo para ella.

No se llega a ver, pero el público debe tener una pantalla. Cuando los jóvenes mojados ven que los están filmando y se ven en esa pantalla, activan sus dedos en “V” porque están saliendo por la tele. Su rol de bulto pasional del pueblo sin identidad particular se desarma por un segundo para volver luego a ser solo ese canto general para el que han sido citados. El espectáculo, en definitiva, también consta que se vea, de entre los miles de cuerpos, ascender esos dedos.
Con los funcionarios a un costado en el balcón, con la masa abajo admirando y ella sola aconsejando, se completa la escena de un espectáculo político que representa de manera muy precisa el modo en que se organiza el poder en la era de Cristina.

Los aplaudidores de la cadena nacional miran para abajo la impresionante escena. Cabandié se sabe las canciones y las tararea, Scioli mira con asombro pero sin cantar ni saludar a nadie, Urtubey revisa su celular yanqui y Zannini disfruta enseñando a todos una desplegable sonrisa por la afinidad natural que para él todo eso representa. Fuera de Cristina, es una combinación de variedades.

Cristina le dice “queridos míos” a los de abajo, no a los de arriba del balcón. Como todo liderazgo  carismático, la simulación es de vínculo directo entre el líder y la masa, sin que necesariamente medien otros funcionarios. Estos actos son la señal más impresionante y pública de por qué el kirchnerismo dejará probablemente de existir.

La decoración del patio interno tiene otros líderes personalistas. Está Eva Perón, Hipólito Yrigoyen y a Cristina la rodean cuadros de Néstor Kirchner y de Hugo Chávez. Todo lo que hay ahí son personajes, acumulados en su individualidad y en su pasado glorioso de relacionamiento personal con las masas. La Casa Rosada es un museo de carismas.

La pregunta enojada de los más internos y vehemente kirchneristas es cómo es posible que tenga esto que terminar en Scioli, cómo es que luego de doce años en el poder no haya nadie más. Y Cristina está sola en el balcón, siempre sola porque nunca hubo nadie más.

La cámara la toma yendo desde ese patio interno a otro con las Malvinas de fondo, y ahí otros miles de jóvenes gritan. En el camino, calcado de un Elvis llegando a un concierto en los 70, se pone un chal que una asistente le tiene listo. Ahora más abrigada, pero la escena se replica. De nuevo sola en otro balcón interno, los gobernadores y otros asistentes a la cadena a un costado y el pueblo abajo: “¿me escuchan?”, “yo también los amo”.

Adornan los últimos ocho años las ideas de la liberación nacional, la lucha contra los fondos buitres, la unidad latinoamericana y la crítica a las políticas neoliberales. Estas ideas pueden decorar muchos ambientes políticos, ayudar a escribir libros y hasta fundar partidos políticos que nadie votará jamás. En estos ocho años la política se decoró eficientemente, con estos términos, pero cada vez que se tiene que activar la liturgia del movimiento que encara estas ideas, no lo hace en formato orgánico de múltiples liderazgos, sino solo en la escena individual del que habla, y de todos los que escuchan.

El amor no es para la política, es un regulador de las expectativas en el mundo privado entre dos personas. Cuando Cristina empezó a sentir que amaba a su pueblo, empezó a consolidar la desaparición del kirchnerismo. Ella los amará por siempre, pero solo ella.

*Sociólogo. Director de Ipsos-Mora y Araujo.