Bendita memoria
Tras el sacudón provocado por la renuncia del licenciado Martín Lousteau al cargo de ministro de Economía –a propósito: todos los que han hablado y estado con el ex ministro en estos días coinciden en señalar su estado de alivio y quasi felicidad plena por haberse alejado de ese cargo que le significó una verdadera pesadilla–, que obligó al Banco Central a hacer frente a una minicorrida bancaria el viernes 25 de abril, la semana política abrió con un acto al cual el Gobierno le dio ribetes quasi fundacionales: la firma del contrato para la construcción del ya famoso tren bala. La Presidenta está plenamente convencida de que ese tren será un paso a la modernidad que, a la manera de un hito, nos pondrá en el camino de las naciones desarrolladas del mundo. No hay caso en repetir todas las cosas que, con el dinero que demandará la obra, podrían hacerse en pos de mejorar el destruido sistema ferroviario de la Argentina. Los estudios al respecto son claros y contundentes.
Durante el acto en cuestión, Cristina Fernández de Kirchner dijo:
“Palos más, palos menos, lo importante es seguir avanzando, construyendo y seguir dotando a la Argentina de los instrumentos para transformarla y ponerla en serio en un salto a la modernidad en este Bicentenario”.
Se sabe, pues, lo que piensa la Presidenta sobre este proyecto. No se sabe, en cambio, lo que piensa actualmente el Dr. Néstor Kirchner, su esposo, sobre esta obra. Sí se sabe qué es lo que pensaba el ex presidente en funciones hace 5 años. En efecto, una crónica publicada en Clarín el miércoles 26 de marzo de 2003 nos permite hacer ese saludable ejercicio de la memoria. Se narra allí un acto electoral del entonces candidato Néstor Kirchner en el cual, junto a críticas hacia Domingo Cavallo y Carlos Menem, se refirió al tren bala, en los siguientes términos:
“Este país debe tener gestión, gerenciamiento y gobernabilidad. Debe haber salidas racionales. No deben haber salidas mágicas e irracionales como la del tren bala”.
¿Seguirá el ex presidente en funciones pensando lo mismo?
¿Será éste un asunto más en el abanico de discusiones del matrimonio presidencial?
¿Le reprochará su esposa, la Presidenta, el poner palos a ese salto a la modernidad?
¿O, como en tantas otras cosas, el Dr. Kirchner habrá cambiado de parecer?
Ahora, el Purgatorio
Nota al pie: Recuerde, lector, que el Dr. Néstor Kirchner expresó que había recibido el país en el Infierno y que se lo dejaba a su sucesora –su esposa– en el Purgatorio.
“El Purgatorio” es una de las tres secciones –la segunda– que componen la Divina comedia, obra maestra de Dante Alighieri.
En el Canto I de “El Purgatorio”, el poeta cuenta cómo, apenas salido de la caverna subterránea (el Infierno), se sintió recreado por la vista de un cielo purísimo y resplandeciente de vivísimas estrellas y se encontró con Catón de Utica que estaba al pie del monte del Purgatorio como guardián de aquel puesto. De sus labios oye Virgilio, después de varias palabras que entre ellos median, lo que debía hacer con su alumno.
El poema propiamente dicho dice en sus primeras tres estrofas, así:
“Por correr mejor mar (1) las velas suelta
hoy mi ingenio el frágil barquichuelo
que agua deja tras de sí tanto revuelta.
Y a la región segunda tienda el vuelo
donde el espíritu humano se depura,
y se hace digno de elevarse al cielo.
Mas cambie aquí el verso su fuerza dura;
y pues me vais, ¡oh musas!, impulsando,
suba un tanto Caliope (2) a más altura.”
La explicación es la siguiente:
(1) Esta alegoría significa que el poeta, para tratar un asunto menos doloroso y menos horrible que el del Infierno, como lo es el del Purgatorio, cambia de estilo y lo suaviza y levanta, aunque no tanto como en el Paraíso.
El Infierno ha sido el canto de la ira.
El Purgatorio será el canto del amor y la esperanza. A las blasfemias seguirán las alabanzas a Dios, y a la furia de los dolores, una dulce y melancólica tristeza.
A la luz de lo que se está viviendo en estas horas calientes, nada parece más alejado de nuestra realidad política que esta imagen del Purgatorio que nos describe Dante Alighieri.
El miércoles pasado fue un día de máxima tensión dentro del poder. Los rumores estuvieron a la orden del día y las crónicas ya han reflejado la necesidad que tuvo el jefe de Gabinete de Ministros, Alberto Fernández, de desmentir su renuncia.
Esa mañana ocurrieron, en realidad, dos hechos trascendentes.
Uno fue la reunión que Alberto Fernández tuvo con sus colaboradores. Fue producto, sin dudas, de la ola de versiones que cruzaban al jefe de Gabinete y que lo daban “con un pie y tres cuarto del otro” afuera del Gobierno.
Allí, a través de sus palabras, quedaron fijados los siguientes conceptos:
Primero: el Dr. Fernández reconoció que él era de la idea de que, con una nueva administración, debía haber una renovación del elenco de ministros y que eso fue lo que le expresó a la Dra. Fernández de Kirchner una vez que ganó la elección presidencial. Segundo: que fue una decisión de la Presidenta el que Alberto Fernández, junto con otros nombres del Gabinete de Néstor Kirchner, siguiera a cargo de la Jefatura de Gabinete.
Tercero: que ante tal requerimiento, no había sido posible negarse.
Cuarto: que su relación con el ex presidente en funciones es buena más allá de las discusiones que naturalmente aparecen durante el ejercicio del Gobierno.
Quinto: que de ninguna manera podría pensarse en un distanciamiento con los Kirchner visto el hecho de que él –estamos hablando de Alberto Fernández– no es una figura decorativa en este proyecto sino que, por el contrario, fue uno de los mentores del grupo Calafate, que constituyó la estructura política desde la cual se fogoneó todo el proceso que culminó –Duhalde mediante– con Néstor Kirchner y, ahora, Cristina Fernández de Kirchner, en la Presidencia.
El otro episodio importante de este último miércoles de fin de abril fue el protagonizado por el Dr. Néstor Kirchner quien también reunió a su grupo de gente, que pesa en el Gobierno de su esposa, para decirle prácticamente lo mismo: Alberto Fernández es parte central de su proyecto.
¿De dónde salieron, entonces, esas versiones?
La respuesta es muy simple: salieron desde el seno del Gobierno y luego, como siempre ocurre, fueron alentadas por tantos otros que no profesan simpatía por el oficialismo de hoy día.
Quienes desde el Gobierno generaron y se encargaron de difundir esto lo hicieron a sabiendas de que será muy difícil que Alberto Fernández sea obligado a renunciar. Pero, al mismo tiempo, saben del efecto desgaste que esto produce en su figura y su persona.
Todo este tiempo político está significando un enorme desafío a la resistencia física y psíquica del jefe de Gabinete.
En este contexto, hay que decir que las cosas entre el Gobierno y el campo están mal.
Hay núcleos duros en los dos sectores que hacen las cosas muy difíciles.
El tema central es que en el sector rural, las bases están enojadas con el Gobierno. El problema que se agrega a ese enojo es que al Gobierno no le creen.
Además, han tomado verdadera dimensión de su fuerza política y están dispuestos a ejercerla y a hacérsela sentir a intendentes y a gobernadores para que sean ellos los que actúen a modo de polea de transmisión y presión al Gobierno nacional. La Presidenta debería ser consciente de esa situación y actuar de manera tal de reconquistar la credibilidad perdida.
Se sabía que la decisión del Gobierno nacional era la de prolongar la negociación más allá del 2 de mayo. La finalidad era la de no dar la idea de estar sometido a ese límite impuesto por los ruralistas. “Habría sido una imagen de debilidad”, se desgrana desde el poder.
Sin embargo, la lectura desde las bases del campo fue muy distinta. Allí se interpretó eso como una falta de cumplimiento de la palabra empeñada. “Se sabe desde siempre que la palabra empeñada tiene un valor insuperable para nuestra gente”, declaman los dirigentes de las entidades rurales que, durante este fin de semana, debieron hacer grandes esfuerzos para evitar los cortes de ruta.
El martes próximo pinta como un día clave.
Para el campo, debe ser un día de definiciones porque, si no, la prolongación de la tregua se hará difícil. “Basta de verso” es la expresión con que grafican que, si el Gobierno no presenta medidas concretas, ya no habrá más tregua. Y esas medidas concretas implican, entre otras, el levantamiento de las ya célebres retenciones móviles.
Para el Gobierno las retenciones móviles son inamovibles. Por lo tanto, la del martes está planeada como una reunión más, en la cual no se sabe si participará el nuevo ministro de Economía, Carlos Fernández, quien aún está armando su gabinete de asesores. (Hay que recordar que el verdadero ministro de Economía es Néstor Kirchner y que el ministro de Economía debería ser llamado ministro de Hacienda) En esa reunión, el jefe de Gabinete pretenderá sentar las bases para una larga negociación con el campo de cara al Bicentenario.
Así las cosas, lo que viene se asemeja más a un diálogo de sordos que a una negociación en pos de acuerdos. En la Divina comedia, esto, más que al Purgatorio, se parece al Infierno.
Producción periodística:
Guido Baistrocchi.