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Rara materia

No, no y no. No me asustan bultos ni sombras que se menean. Eso me sucedía cuando años y años atrás leía cuentos y novelas de terror.

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No, no y no. No me asustan bultos ni sombras que se menean. Eso me sucedía cuando años y años atrás leía cuentos y novelas de terror. Pero desde que entró a interesarme la filosofía con su cohorte de religión e ainda mais la ciencia, que vienen a estar las tres en una misma senda, se me pasó lo del terror. De todas maneras la cuestión de la materia oscura despertaba un escalofrío atávico en mi maltratada columna, y si salía a la calle en esas condiciones me encontraba tropezando con las baldosas, no digamos cayéndome de los cordones de las veredas. Desde que me enteré de la cuestión de la materia oscura, y no digamos la energía oscura, estoy mucho más tranquila y me aguanto casi cualquier cosa siempre que no se trate de los programas de actualidad en la televisión. Fíjese, estimado señor, que la materia oscura no tiene nada que ver con nuestros pecados ni con nuestros errores políticos como el apoyo a Maduro que se va convirtiendo en des-apoyo o el des-apoyo a Dilma que se va convirtiendo en apoyo. Querida señora, podemos quedarnos tranquilas y dedicarnos al pedido al supermercado de la otra cuadra. Y la vida es dura pero interesante y la gente es muy rara, según sostiene un amigo, rosarino y poeta para mas señas, que además dice que si no fuera así no escribiríamos nada más que la lista de la lavandería, cosa de las más deprimentes que haya en el tercero a partir del sol. Saber que la materia oscura nos sostiene y nos envuelve y nos acompaña es como una especie de cuento de hadas hecho realidad, y no me venga con que a usted no le entusiasman los cuentos de hadas porque no le creo ya que oigo entusiasmos y discursos cuando hay elecciones para presidente de la nación o para secretario de actas del club del barrio. Y la materia oscura es como una preciosa cabellera de seda fina que se mete por todas partes. Está en el cielo de octubre, en los guantes de goma para lavar los platos, en la Vía Láctea, en su bolso de las compras y, sospecho, en los pliegues de la túnica del Senior Todopoderoso. Usted y yo podemos estar tranquilas.