Como regla general, esta columna comenta lo publicado en las ediciones de la semana anterior, y sólo excepcionalmente se ocupa de los contenidos de la víspera, en particular cuando urge aclarar textos que pueden llevar al lector a una información inexacta o una interpretación equívoca de lo que se quiso decir. Este es el caso, y por partida doble. En la edición de ayer se escaparon dos tortugas, si parafraseamos al ex futbolista, director técnico y filósofo popular Diego Armando Maradona:
* Uno de los errores se observa en las últimas líneas del sexto párrafo de la columna editorial del director de PERFIL, Jorge Fontevecchia. Textualmente, lo publicado ayer en contratapa dice: “En el caso de Cristina, eso sería volviendo a dividir el peronismo con un candidato totalmente kirchnerista para, fragmentada la oferta, hacer que nadie sacara mucho más del 20% y Macri no tuviera posibilidades de llegar al ballottage (ver diálogo Cristina-Macri en página 8 de hoy)”. El no fue equivocadamente añadido por los correctores, en un error de interpretación que cambia –claro– el sentido de la frase.
* Las páginas 56 y 57, sección Protagonistas, están dedicadas a reflejar, con abundancia de datos y testimonios, cómo ocupan hoy crecientes espacios en los medios los avatares de las vidas privadas de periodistas y comunicadores, particularmente los televisivos. “Periodistas: sus vidas privadas, ahora en primer plano” es el título de la nota en la cual su autor cometió un error al traducir en cantidad de espectadores los 21 puntos de rating que logró PPT cuando Jorge Lanata destapó el affaire Lázaro Báez entrevistando a Leonardo Fariña. “Esa noche –dice el artículo–, Lanata jamás imaginó que 200 mil personas podían mirarlo a la vez”. Se quedó corto el autor: para Ibope, la empresa que realiza las mediciones de rating, cada punto es equivalente a 100 mil espectadores; 21 puntos representan, entonces, 2.100.000. No debió ocurrir tamaña equivocación.
Crítico criticado. Un extenso correo dirigido a este Ombudsman por el subeditor de Economía, Jairo Straccia, plantea su molestia por mi columna de la semana pasada, dedicada íntegramente a cuestionar aspectos de la edición –concretamente, su titulado en tapa y páginas interiores– de la nota “En nombre de Moreno, piden aportes de campaña para autorizar importaciones”, publicada el domingo 22 de septiembre. “Usted cuestiona que se haya destacado en el título el pedido de ‘aportes de campaña’ a cambio de autorizar importaciones porque aparece sólo en siete líneas dentro de dos páginas”. Y aclara: “En el texto indicamos que unas seis fuentes en off nos permiten sostener los pedidos de fondos, cuando el manual del diario recomienda tener al menos tres fuentes en off para publicar una afirmación”. Lamento tener que reiterar que los relatos en off de las seis fuentes que menciona el subeditor están dirigidos fundamentalmente –y en la casi totalidad de la nota– a otros tipos de exigencias, tales como invertir en títulos del Estado. Según me informó la autora de la nota, sólo dos de esas seis fuentes reconocieron haber sido presionados también para aportar a la campaña, y no enfáticamente. En el tercer párrafo se anticipa –explica Straccia– lo que ocupará las únicas siete líneas que, a mi juicio, sustentan lo titulado: un textual de “una fuente cercana a los operadores de Moreno” que dice en off: “Piden aportes para la campaña, alrededor de $ 30 mil”. El subeditor afirma en su misiva que su título está suficientemente respaldado y justificado por los datos que menciona (más detalles, en verdad, no vienen al caso porque corresponden a las otras acciones de los operadores del secretario de Comercio ya mencionadas). “Es cierto, de todas maneras, que es una cuestión de criterio qué recorte hacer para confeccionar un título, y que usted puede tener una perspectiva diferente de la mía, sin que eso la invalide”. Tiene razón. Un editor elige cómo titular y puede hacerlo de múltiples maneras: con datos suficientes o insuficientes, procurando aportarle al lector información profunda o superficial. Lo que no debe hacer un editor es –y aquí ratifico lo escrito una semana atrás– construir primero la idea de un título y luego revestir esa idea con recursos cuyo rigor es cuanto menos escaso. Dice finalmente Straccia que “hasta ahora el artículo no ha recibido ninguna desmentida, ni parcial ni total”. Es cierto: pero sabe muy bien el subeditor que Moreno y sus adláteres no son amigos de aclarar nada. No hay desmentida, y tampoco hay confirmación. Dos semanas después de la publicación de la nota, se da una curiosa situación: nadie, ni perteneciente al Gobierno o al espacio político oficialista, ni empresarios que ahora se lanzan a criticar acciones gubernamentales (como bien lo afirma el propio Straccia en su nota del domingo 29), ni miembros de los partidos de oposición, han respaldado explícita o implícitamente lo publicado por PERFIL. Tal vez, los de adentro prefieren callar y los de afuera perderse la gran oportunidad de pegarle al personaje más cuestionado del gobierno nacional.