COLUMNISTAS

Reblandecidos

Dicen que el Gobierno no consigue transmitir con claridad, que tiene enormes dificultades para explicar y deficiencias en la comunicación. Desde Madrid y Buenos Aires, los intelectuales kirchneristas coinciden en un diagnóstico obsesionante: el “tema” son los medios, la guerra está en la comunicación.

|

Dicen que el Gobierno no consigue transmitir con claridad, que tiene enormes dificultades para explicar y deficiencias en la comunicación. Desde Madrid y Buenos Aires, los intelectuales kirchneristas coinciden en un diagnóstico obsesionante: el “tema” son los medios, la guerra está en la comunicación.

Con pocas horas de diferencia, el secretario de Cultura de la Nación y un trío de divulgadores enviado a España ratificaron esa inmodificable y tozuda certeza: hacemos las cosas muy bien, pero las comunicamos muy mal. Es como si estos exponentes cultos del “modelo” se estuvieran ofreciendo permanentemente como “los” comunicadores eficientes, desplazando a quienes fracasan.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Despachado a Madrid para defender las posiciones oficiales y con el sostén de la embajada argentina in situ, según Horacio González “el kirchnerismo no encuentra el lenguaje adecuado para comunicar sus programas progresistas”. Para el director de la Biblioteca Nacional, esto es una “imperfección”.

Junto con González, también Ricardo Forster se presentó en la Casa de América de Madrid. Profesor de filosofía, Forster proclama sin eufemismos su asociación con el Gobierno, que defiende desde medios periodísticos colonizados por el oficialismo. Dice que no lo asusta el conflicto y descarta la posibilidad de que los partidos pacten acuerdos pluralistas de largo alcance. Por el contrario, prefiere el conflicto al “consensualismo vacío de la década neoliberal”.

En Buenos Aires, José Nun resolvió quemar todas las embarcaciones. Descripto con abrumadora generosidad por La Nación como “un politólogo de prestigio internacional y uno de los intelectuales argentinos de mayor renombre”, insiste en los pecados capitales del periodismo y les asegura a las autoridades que él las comprende y comulga con todas sus decisiones.

Cuando le preguntan por el acuerdo en el Gran Buenos Aires entre el ex teniente coronel Aldo Rico y el kirchnerismo, Nun sostiene que “en política hay que distinguir entre estrategia y táctica. Hay movimientos que se hacen por razones tácticas, que muchas veces son errores y que después se corrigen”. “Fue una cosa circunstancial”, explica.

Lo nuevo y sorprendente en el escenario es la asombrosa decisión de gente asociada a la cultura y al mundo académico de plegarse a las necesidades y subterfugios del oficialismo, dándole letra y educándolo.

Se trata de intelectuales que durante años se caracterizaron por sus encendidos cuestionamientos radicalizados al statu quo. El ahora comprensivo Nun, por ejemplo, corría por izquierda a quienes manifestaban posiciones que él juzgaba peligrosamente moderadas o directamente traicioneras de los intereses populares. ¿Qué pasó con estos “intelectuales”, deslumbrados por Kirchner, que, como Nun, explican, justifican, racionalizan y entienden.

Cuando el periodista le advierte que en la propia Casa Rosada admiten que Kirchner moderó su discurso porque su estrategia confrontativa lo hacía bajar en las encuestas, él responde que no es una estrategia confrontativa, sino una táctica confrontativa: “En un determinado momento, él tiene que avanzar rápidamente y encuentra una oposición muy feroz”.

Todo está maravillosamente bien para el gramsciano Nun, para quien “en estos últimos cinco años jamás se reprimió una manifestación o la libertad de expresión”.

Los problemas sufridos por los periodistas hostilizados por el Gobierno son, para él, “la construcción de un seudo evento”. ¿Es un “seudo evento” que mi programa de Radio Nacional haya sido eliminado el 31 de diciembre de 2005 por orden directa de Néstor Kirchner, violando todas las normas y hasta el preaviso pactado?

Muerto en las cárceles de Mussolini, Antonio Gramsci fue un marxista culto que no tuvo tiempo de conocer todas las atrocidades del régimen soviético, pero jamás hubiera admitido, reblandecidamente, que un atropello a la libertad de expresión fuera avalado desde el cinismo.

Sumergido ya en una bufonería visiblemente orientada a divertirse con su peripecia de funcionario, Nun dice que “a pesar de las apariencias, si usted escarba un poquito, tanto el gobierno de Néstor como el de Cristina Kirchner son extremadamente tolerantes”.

¿Y por qué hay que “escarbar un poquito”? Al igual que los cejijuntos pensadores de Carta Abierta, el asesino está entre nosotros, somos los periodistas: “La imagen intolerante de los Kirchner está absolutamente armada por los medios. Si antes constituían el cuarto poder, hoy son el tercero”, silabea. Lo que para González es “imperfección” para Nun son “deficiencias en la comunicación”, algo que explicaría “la proliferación de esta imagen negativa”.

Son funcionarios disciplinados, dispuestos a entender, acompañar y justificar todo, como sucedió hace sesenta años, cuando parte de la intelectualidad progresista y revolucionaria se retorcía para explicar el totalitarismo staliniano, al que toleraba dentro del combate contra el capitalismo y el imperialismo.

Por eso, con obsecuencia asombrosa, cuando se le pregunta por las candidaturas de funcionarios kirchneristas para las elecciones del 28 de junio, Nun dice que “la escasez de figuras puede imponer que un gobernador o un intendente tenga que sacrificarse para asumir una banca”.

¿Sacrificarse? El secretario de Cultura ha pasado del conocimiento de Gramsci a la admiración del pejotismo realmente existente: “Estoy corrigiendo la imagen de Drácula que tienen los barones del Conurbano. El tiempo pasa también para ellos”. ¿Razones? “El clientelismo ha sido denostado de una manera excesiva. (…) La gran mentira que instalaron los creadores de opinión de la clase media y de la clase alta es que el clientelismo significa el choripán para llevarlo al acto político.”

¿Mentiras y ocultamientos del INDEC? Lo hecho –dice– “no fue explicado ni bien manejado comunicacionalmente (sic): se pasó a medir los consumos de los sectores de menores ingresos y presentar eso como el índice de inflación. Ha sido muy mal comunicado”.

Le teoría del “error” es vieja como los autoritarismos del signo más diverso. Siempre hay cortesanos de regímenes fuertes, listos para atenuar hasta sus faltas más graves, esgrimiendo teoremas imposibles o rulos dialécticos que son un insulto a la inteligencia, del Gramsci de sus años jóvenes, a maravillarse del clientelismo y de los –ahora– ex Dráculas del Conurbano.

Como empleador, el Gobierno ha triunfado al fichar para su plantel a varios operadores de ese lustre que Kirchner nunca tuvo, ni tendrá. Verlos y leerlos, empero, produce melancólica tristeza.


*Escuche los podcasts de Pepe Eliaschev en www.perfil.com