La Ciudad contó, como el país, con un potente viento de cola. En ese contexto, los resultados obtenidos, salvo en casos puntuales, dejan pendientes reformas estructurales que permitan mejorar en el mediano y largo plazo la calidad de vida de los porteños.
Una relación madura entre la Ciudad y la Nación debe avanzar en la autonomía, el Gobierno desde el nivel más próximo y la coordinación en función de los intereses de todos.
En materia de transporte público es crucial integrar acciones de carácter metropolitano, para aprovechar el capital con que Buenos Aires cuenta y que es único en toda América Latina: una red de trenes de 814 kilómetros sumada a unos cincuenta de subte. Esa debería ser la columna vertebral del sistema, potenciada como prioridad. Con inversiones y gestión que permitan asegurar una espera no mayor a dos minutos entre subte y subte, en condiciones de seguridad, calidad de servicio y accesibilidad, pensando especialmente en adultos mayores y personas en situación de discapacidad.
El Metrobus es una iniciativa interesante, pero debería ser sólo uno de los aspectos –y no el más trascendente– de un sistema de movilidad verdaderamente eficaz. Como complemento, y no como sustituto, de trenes y subtes. Por ejemplo, a Lanús haría falta extender la línea H sin perjuicio de los colores políticos de quien gane. Lo que realmente no se inscribe como prioridad al transporte público es el proyecto de autopista ribereña enterrada. Representará para la Ciudad –y para el país– un costo enorme que se traducirá en más circulación de autos y más contaminación. En lugar de eso, hay argumentos sólidos para invertir en una red de subtes y trenes que facilite la movilidad de las personas y, a mediano plazo, en unir las vías de Retiro y Constitución en una red expresa regional. Y debemos tener un plan logístico y portuario de largo plazo. ¿No hay recursos? Claro que los hay. Si se reasignan de la publicidad oficial y se reorienta el dinero recaudado por AUSA para esos fines, en lugar de para más autopistas urbanas, causa y no solución de los problemas. Si se utiliza bien el presupuesto y no dispersamos recursos por falta de coordinación, tenemos lo que nos hace falta.
Los gobiernos de la Nación y la Ciudad tienen que poder encontrar acuerdo en los temas esenciales, como lo son todas las cuestiones de índole metropolitana. El transporte público, la seguridad, el medio ambiente, las políticas sociales. Lamentablemente, lo que ha funcionado en el juego no se proyecta con la misma claridad a otros planos. Hace falta firmeza, madurez y vocación de diálogo para derogar la ley Cafiero a nivel nacional y avanzar en la descentralización, haciendo de las comunas verdaderas intendencias en los barrios. Creemos en un sistema de centros cívicos en el corazón de los barrios, como parte de una ciudad equilibrada, que incluya la revitalización del área central de la Ciudad, la mejor servida por la red de transporte público.
Es hora de mirar a la Ciudad, cuyos recursos se han triplicado, con una perspectiva estratégica: cumplimiento estricto de la Constitución y las leyes, reglas claras, transparencia, debate público y abierto de las prioridades, énfasis en el espacio público y en el transporte público, educación de calidad, calles luminosas y vitales –para disfrutarlas y como mejor forma de combatir la inseguridad–, son algunas de nuestras propuestas. Para revertir las desigualdades sociales y entre el Norte y el Sur no alcanza un Ministerio de Desarrollo Social. Es necesario que todo el Gobierno esté alineado con ese objetivo.
Creemos imprescindible elevar el debate, sin eslóganes fáciles ni agravios personales. Aportamos a esa tarea treinta años dedicados al estudio y la gestión de los grandes temas de la Ciudad de Buenos Aires.
*Arquitecto especialista en Movilidad.
Prencandidato a jefe de Gob. por ECO.