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contradicciones anti K

Replanteo opositor

Se impone un cambio de estrategia, si es que aspira de verdad a presentar batalla al oficialismo en las elecciones.

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Estamos perdiendo en la franja de votantes que va de los 18 a los 32 años, que hoy se inclina por la Presidenta, y nada de lo que estamos haciendo da resultado”, confesaba en la noche del jueves una voz muy cercana a uno de los aspirantes a hacerse con la candidatura presidencial, por parte de la UCR, para las elecciones de octubre. Otros datos de encuestas que no dependen del Gobierno marcan un ascenso de la imagen positiva de Cristina Fernández de Kirchner en distritos clave. Tal es el caso de Santa Fe. Esos muestreos señalan, además, que en los sectores urbanos ligados al campo esa tendencia se repite. “Con los espectaculares precios de la soja, los beneficios que se obtienen hacen olvidar la manaza en el bolsillo que nos mete el Gobierno”, explica un dirigente del sector. Diferente es la situación en los ámbitos rurales: allí, lo sucedido durante la fenomenal contienda del 2008 por la resolución 125 ha dejado una huella de resentimiento y enojo indeleble hacia el Gobierno.

Estos son algunos de los elementos que componen la foto que hoy refleja el panorama político de la Argentina. A ello contribuye, y mucho, el presente de desbande y desorientación que se empecina en exhibir la oposición. Se suele decir que, al igual que un partido de fútbol, una elección se define en el último minuto. Es cierto que ese minuto está aún lejos, pero es igualmente cierto que el reloj corre y el Gobierno está manejando el partido a voluntad. “La Presidenta me duplica en la intención de voto”, reconoció Mauricio Macri el miércoles. Macri es, hoy, el candidato opositor mejor ubicado.

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La oposición sigue haciendo aportes que favorecen al oficialismo. La sorpresiva decisión de Ernesto Sanz de bajarse de la interna radical planeada para fines de abril fue un papelón. Extraño comportamiento el de Sanz, un político de una gran racionalidad, serio y profundo en el estudio de los temas y coherente y lógico en sus argumentos. El principal problema del senador mendocino es el desconocimiento que de él tienen amplios sectores de la sociedad. Sanz sabía que hubiera perdido la interna frente a Ricardo Alfonsín. Por eso sus adversarios partidarios están furiosos con él. Su actitud hizo acordar a la de Carlos Menem en la segunda vuelta de 2003, como lo señaló lapidariamente Luis Brandoni.

Quien también mira todo esto con preocupación es Julio Cobos. Su proyecto presidencial aparece en vías de extinción. Casi nada queda ya de aquel apogeo político que le deparó su voto “no positivo” de 2008, que sepultó la resolución 125. La caída de su imagen parece no tener freno.

En tanto, en el PJ Federal hoy tal vez sea un día clave. El desarrollo de la interna que, a manera de la primaria de los partidos de los Estados Unidos, se planeó para la Capital sabe a cosa poco seria. Los actos de cierre de “campaña” tanto de Eduardo Duhalde como de Alberto Rodríguez Saá orillaron lo patético. Más allá de lo que pase, son muchos los que entienden que se impone un replanteo del accionar de todas las fuerzas de la oposición para poner freno a una fragmentación que las deja al borde del abismo electoral. Tendrán que trabajar muchísimo para revertir una imagen que entusiasma poco. No hay que olvidar que, en la semana que pasó, ni siquiera pudieron juntar el quórum en Diputados para tratar el proyecto de aumento del mínimo no imponible para los trabajadores, iniciativa que le hubiera dado a la oposición una visibilidad política concreta y comprensible para la gente, de la que hoy, en muchos casos, carece.

A los funcionarios del Gobierno los atraviesa hoy un aire de triunfalismo indisimulable. Ven las encuestas y se sienten ganadores. Además, “duermen” a la oposición en el Congreso con acciones simples y calculadas –como las del jefe del bloque de Diputados del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, que en dos segundos desbarató todo el enorme esfuerzo de sus adversarios para intentar llevar adelante la sesión destinada a tratar el proyecto de aumento del mínimo no imponible mencionado antes–, y se creen imbatibles.

Tal vez, la piedra en el zapato más molesta para el Gobierno la represente por estas horas Hugo Moyano. El acto organizado por el secretario general de la CGT para el 29 de abril, en el que, con la ayuda de los abundantes fondos de los que dispone la central obrera, cumplirá su promesa de “reventar” la 9 de Julio, implica un mensaje muy claro para el oficialismo, comenzando por la Presidenta. Moyano quiere más poder dentro del poder. Quiere discutir el nombre del vicepresidente y no enterarse del elegido por los diarios. Quiere más sindicalistas en las listas a legisladores. “Esta vez, lo del aumento al mínimo no imponible lo arreglamos así como salió. Por supuesto que no estamos plenamente satisfechos. Cristina nos explicó el impacto fiscal de la medida. Pero, para que este asunto tan delicado sea definitivamente solucionado, hace falta una ley. Y para que esa ley sea satisfactoria, debemos asegurarnos más gente nuestra en el Congreso”, confesaba un dirigente gremial muy cercano a líder de los camioneros.

El otro “regalo” que Moyano le hizo al Gobierno fue el bloqueo a las plantas de Clarín y La Nación, el que se montó sobre la existencia de un viejo pleito laboral que involucra a Clarín y a un grupo de sus trabajadores. Allí, además de los dos diarios, hubo otros perjudicados: la libertad de los ciudadanos a informarse por el medio que prefieran (alternativa asociada a la libertad de expresión), el Gobierno (“esto nos lo mandó el enemigo”, reconocía con resignación una fuente del oficialismo) y, principalmente, la República. He aquí una circunstancia sobre la que hay que reflexionar en profundidad. Ha quedado establecido que la ministra de Seguridad, Nilda Garré, desoyó la orden del juez y los requerimientos de los fiscales para que la Policía Federal actuara. Esta situación, que se viene repitiendo –recuérdese el caso de los núcleos habitaciones intrusados en la zona sur de Flores– implica una grave alteración del orden institucional, ya que el Gobierno se coloca en la inadmisible posición de atribuirse la potestad de decidir si cumple o no con la ley. Así entonces, si a partir de este pésimo ejemplo que baja desde el poder, cada ciudadano se sintiera con el derecho a determinar si cumple o no con los fallos de un juez, la ley se transformaría en letra muerta. Y en un país en donde la ley es letra muerta, no hay ni democracia ni república.

Producción periodística: Guido Baistrocchi