La televisión tiene imperativos: todo debe ser rápido –corto–, sin posibilidades para repreguntas si el entrevistador desea recorrer un temario diverso. Y Macri, demostrando que a ser político, como cualquier profesión, se aprende, ya incorporó la técnica: responder a algo distinto de lo que se le pregunta, que Scioli llevaba al paroxismo exasperante. Sin repregunta, no se deja en evidencia el “escape” y hay monólogo. Pero a la cuestión de género –la entrevista televisiva– se agrega la de estilo: el periodismo de fuentes.
Quedar bien con el sujeto noticioso no es solo un problema de la televisión sino también de los medios gráficos. El kirchnerismo comenzó penando a los periodistas y medios no afines prohibiéndoles a sus funcionarios darles notas. Buscaba insignificantizarlos por “inanición de noticias”, como cuando en las batallas antiguas se sitiaba una ciudad para que se rindiera por falta de reaprovisionamiento. Hablar solo con los medios y periodistas que garantizan buen trato lo hace la mayoría de los políticos. Por eso fue muy meritorio que Marcos Peña le haya concedido una extensa entrevista a Página/12 hace seis semanas, en medio de la pérdida de popularidad del Gobierno.
Macri, así como no acompañó a Marcos Peña a tocar timbres el sábado 10 de marzo, decidió por ahora continuar sin salir de su zona de confort, dando dos reportajes esta semana a entrevistadores que no son críticos: Luis Majul y Mariana Fabbiani. Cada uno de ellos cumplió muy bien su tarea, pero le siguen faltando al debate público reportajes donde el Presidente sea interpelado críticamente, algo que también se podría hacer en televisión.
Para que eso suceda, hay que crear una demanda tanto de la sociedad como de los constructores de subjetividad que obligue a los presidentes en ejercicio a conceder reportajes también a periodistas y medios críticos, levantando el nivel de exigencia de pluralidad, como se logró con el primer debate presidencial y el de transparencia que se consiguió con el juicio por la discriminación con la publicidad oficial.
Después de muchos años en los que la presidenta solo hablaba por cadena oficial, y ante la escandalosa falta de contacto con el periodismo, Cristina Kirchner se decidió a darle reportajes a un puñado de periodistas afines o del espectáculo; el periodismo se fue acostumbrando a que lo normal era que los presidentes solo dieran determinado tipo de reportajes. Se lo aceptaba como natural, de la misma forma en que se comprendía que el candidato a presidente que iba primero en las encuestas no les concediera a los demás un debate presidencial. Nuestra escasa calidad institucional toleraba que un presidente o un seguro futuro presidente solo hiciera lo que le convenía, como si no hubiera en su comportamiento un mensaje ejemplificador de virtud para toda la sociedad.
Si se lograra que los más altos funcionarios de cada gobierno tuvieran la obligación moral de aceptar ser interpelados por el periodismo crítico, el segundo paso sería convencer a los periodistas audiovisuales de que un presidente no merece una consideración diferente a la de cualquier entrevistado, y que la función primordial del periodismo es ser crítico aunque la audiencia sea oficialista.
Un buen ejemplo es el reportaje al presidente de Chile, Sebastián Piñera, que le realizaron en el programa Tolerancia cero de Chilevisión los periodistas Mónica Rincón y Daniel Matamala, donde le reprocharon mentir con los paraísos fiscales y la compra de empresas quebradas para pagar menos impuestos. Son doce minutos imperdibles no solo para periodistas, sino para todos los interesados en política, que recomiendo fervorosamente ver: e.perfil.com/elusion-impuestos-pinera.
Piñera, al igual que Macri por los Panamá Papers, se queja de que le traen temas de hace muchos años, previos a su ingreso a la política, pero ninguno de los dos periodistas chilenos le permite irse por las ramas, y vuelven una y otra vez a marcar las omisiones intencionadas en el discurso de Piñera. Otro de los argumentos que Piñera comparte con Macri es que la elusión legal de impuestos no es delito, pero los periodistas le recuerdan que quienes conducen el país son un modelo social. El contrapunto es un espejo oportuno para las explicaciones que Luis Caputo tendrá que dar el 4 de abril frente a la Comisión Bicameral de Seguimiento y Control de la Gestión de Contratación y de Pago de la Deuda por no haber declarado las sociedades offshore Alto Global Fund de las islas Caimán y Noctua Partners LLC de Delaware, ambos paraísos fiscales.
En otro programa, Aquí está Chile, la misma periodista, Mónica Rincón, interpela a Piñera por su posición sobre la atención médica gratuita a los extranjeros en Chile, la misma agenda noticiosa que en Argentina surgió desde Jujuy hace pocas semanas. La periodista corrige a Piñera varias veces y no lo deja cambiar de tema. Vale la pena ver los ocho minutos de ese contrapunto seleccionados en e.perfil.com/salud-inmigrantes-pinera.
En 2009 faltaba un año para que Sebastián Piñera fuera presidente de Chile por primera vez, terminando con veinte años de gobiernos ininterrumpidos de la Concertación de centroizquierda. Como Editorial Perfil publicaba varias revistas en Chile, el gobierno saliente le pidió a nuestro director en Santiago que editáramos una versión chilena de la revista Noticias para promover pluralidad, porque toda la prensa trasandina era de derecha. El mismo pedido le habían hecho al diario El País de España: que hubiera una edición chilena con el mismo fin. Ni Editorial Perfil ni Prisa, la editora de El País, aceptaron la invitación de la Concertación pero, afortunadamente, los propios medios audiovisuales chilenos (los diarios continúan siendo de derecha) pudieron generar un periodismo crítico que casi diez años después puede darnos cátedra a los argentinos.
Es muy didáctico para los argentinos ver exactamente los mismos temas: presidente y ministros empresarios y CEOs con paraísos fiscales, y populismo xenófobo de un lado y otro de la cordillera.
No hay democracia sin alternancia, no hay alternancia sin pluralidad, no hay pluralidad sin periodismo crítico. Los gobiernos tienen la obligación de soportarlo; además, algún día pasarán a ser oposición.