Cada vez que hubo un presidente republicano en la Casa Blanca, Argentina atravesó alguna crisis. A poco de asumir Ronald Reagan, en 1982, fue la derrota en la Guerra de Malvinas. Cuando en 1989 llegó George Bush padre, Argentina cayó en las dos mayores hiperinflaciones de su historial. Y en 2001, con George Bush hijo, tuvimos el quiebre de la convertibilidad y el default de la deuda. ¿Casualidad o solipsismo de los presidentes republicanos contemporáneos que potencia en lugar de amortiguar las crisis de los países emergentes?
Los presidentes demócratas estuvieron más preocupados por los países en vías de desarrollo: James Carter, con los derechos humanos combatiendo las dictaduras en los 80, y Bill Clinton, en los 90, ayudando a México a salir de la crisis del Tequila y a Brasil de su devaluación en 1999. Si nuestra crisis de la convertibilidad se hubiera adelantado uno o dos años, Estados Unidos y el FMI podrían haber actuado de manera diferente. En 2001, con el megacanje de la deuda que realizó Cavallo aceptando tasas efectivas de interés del 15% en dólares, Argentina se estaba suicidando y no había muchas formas de salvarla, pero también pudo ser consecuencia de la desesperación argentina ante la incomunicación con Washington.
También causa y consecuencia se mezclan en el coincidir de presidencias republicanas en Estados Unidos con algún colapso en Argentina. En momentos de descontento global, podría ser que la crisis o el próximo desenlace de ella traiga a los republicanos al gobierno sin ser ellos desencadenantes de dichas crisis.
Regresa el superdólar, hay deflación global y el comercio mundial y el comercio mundial de bienes cayó el 16% en los últimos dos años
Reagan asumió en 1981 sucediendo a cinco presidentes frustrados: tres no habían logrado ser reelectos –James Carter, Lyndon Johnson y Gerald Ford–, uno terminó su presidencia asesinado –John Kennedy–, y otro, relevado del cargo –Richard Nixon–. Reagan bajó la inflación del 12 al 4% anual y se retomó el crecimiento económico.
Algo similar podría estar sucediendo en la economía mundial después de creer que la crisis de las hipotecas de 2008-2009 se había logrado superar con el rebote de 2010 y 2011, cuando al estancamiento de 2012 y 2013 le siguió la inocultable contracción de 2014 y 2015.
Este miércoles, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) presentó un informe titulado “Cambio de marcha” para la economía mundial y el comercio de bienes, que se contrajo 16% desde julio de 2014 hasta junio de 2016, tras 23 meses ininterrumpidos de descenso, una recaída más prolongada que la de la crisis de 2008-2009. En la crisis de las hipotecas, la demanda en los países en vías de desarrollo compensó el declive de los países más desarrollados, pero ahora se está retroalimentando y caen los dos en proporciones parecidas (17% y 14% respectivamente).
Mientras de 2011 a 2014 China aumentó sus importaciones totales el 5%, entre 2014 y 2015 las bajó 15%. Otra diferencia es que durante la caída por la crisis de las hipotecas la reducción del comercio internacional obedecía simultáneamente a una disminución de precios unitarios y de volumen de unidades, mientras que en la recaída de 2014 y 2015 la cantidad de unidades se mantiene estable y toda la contracción es por reducción de precios, indicando un proceso de deflación y revalorización del dólar que lleva al BID a hablar de “cambio de marcha” en la economía mundial, a pesar de cierta recuperación de precios de las materias primas en 2016.
Los candidatos republicanos considerados conservadores aumentan sus posibilidades de ser votados cuando el futuro luce más incierto y la sociedad busca un liderazgo paternalista que la proteja.
Originalmente, a la izquierda se la asociaba con el descontento y a la derecha, con el contento. La izquierda quería cambiar, y la derecha, conservar. Pero en el caso de Reagan y ahora Trump, o para quienes votan por la derecha en Europa, el cambio es volver a una época en la que esas personas estaban mejor, mientras que la izquierda defiende mantener conquistas, invirtiendo el orden de cambio y conservación, y el de descontento y contento.
Se cree que el colapso de 2008-2009 se superó con el rebote 2010-2011, pero la recaída de 2014 y 2015 fue peor
Otra asociación confusa es la de populismo con izquierda, porque de la misma forma en que se puede ser conservador de izquierda se puede ser populista de derecha. Lo que tienen en común los populismos de izquierda y derecha es esa visión del mundo donde “los problemas son culpa de un otro que se apropia de lo nuestro y para que nos vaya mejor al otro le tiene que ir peor”. En ese sentido, Néstor Kirchner y Trump son similares y coinciden en creer que los tratados de libre comercio son de suma cero: para que uno gane, el otro debe perder. El sábado pasado, esta contratapa fue dedicada a preguntarse si fue un error haber rechazado ingresar al ALCA en aquella cumbre de Mar del Plata de 2005.
En la conferencia del BID también se expuso la tendencia preocupante a la reprimarización de las exportaciones de la mayoría de los países de América Latina –según la región, materias primas energéticas (petróleo), minerales o agropecuarias–, retrocediendo en el avance hacia la industrialización y el agregado de valor. Pero la única excepción fue México, justamente por el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. En los últimos veinte años, en Latinoamérica, sin México, la proporción de manufacturas de origen industrial se redujo a la mitad de las exportaciones, mientras que en México aumentó 466%. El fundamento del No al ALCA de Kirchner y Lula fue que Estados Unidos no quitaba sus subsidios al agro, cuando nuestro cliente actual de materias primas es Asia, sin ponderar empleos industriales que se pudieran generar. El ALCA en los 90 o el aumento de precios de las materias primas de este siglo ya son historia; ahora debemos estar atentos a este nuevo cambio de marcha.