Firmada por Hernán Vanoli, la revista Ñ publicó hace un par de semanas una reseña de Historia íntima de una estafa, el libro de Gustavo Noriega sobre el Indec. Como es la obra de un amigo, no voy a defenderla aquí salvo para consignar que se trata de una exposición precisa, documentada y contundente de la destrucción de las estadísticas nacionales y de la agresión contra los integrantes de una de las pocas burocracias virtuosas que el Estado argentino había logrado mantener. Vanoli no lo niega, pero rebaja los obvios méritos del libro con acusaciones forzadas de vaguedad y sensacionalismo, y con la absurda exigencia de que el autor se pregunte –en el contexto de un libro periodístico– por “la articulación del sistema universitario nacional y de la investigación científica con las necesidades populares en las dependencias estatales”.
El disparate culmina en la sugerencia de que la adulteración de los indicadores es “la única política de Estado efectiva para controlar la suba de precios estimulada por las patronales y la especulación financiera”, afirmación que resulta frontalmente contradictoria con la primera frase del mismo artículo, en donde se califica el episodio del Indec como “un caso incomprensible de torpeza administrativa e impericia técnica”. Lo menos atingente de la crítica, sin embargo, es la intención de mostrar que Noriega es un outsider del mundo intelectual y académico y que de allí derivan sus errores.
La reseña de Vanoli se publica también en el blog La maquiladora, pero con un agregado. El texto está precedido por una caricatura que muestra a un personaje de larguísima nariz frente a un pizarrón, acompañada por la leyenda “El maestro Siruela Gustavo Noriega presentando su libro en la Feria”, un brulote que complacería seguramente a los barrabravas que irrumpieron en esa presentación. El dibujo está a tono con otras ilustraciones del blog (Chávez, Stalin, el Comandante Gonzalo) y, sobre todo, con la declaración de principios de la página, que se propone ser “un eslabón crítico de contrainsurgencia cultural” sin advertir (o advirtiéndolo) que la militancia de izquierda se suele proponer como un foco de rebelión más que de contrainsurgencia, palabra históricamente asociada a la OAS, a la CIA y a las dictaduras militares. De todos modos, este delicioso furcio (o esta deliciosa declaración de intenciones policíacas) y el carácter provocativo e impune del blog en general contrastan con la atmósfera de respetabilidad que rodea al mismo texto publicado en un suplemento cultural del establishment.
En estos días, Vanoli ha publicado también, con el apoyo del Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y las Ciencias del Ministerio de Cultura macrista, Varadero y Habana maravillosa, un libro de relatos que lo muestran en otra faceta. Los cuentos están correctamente escritos, largamente pulidos y se inscriben en un género que podría llamarse “costumbrismo fantástico” ya que, por un lado, en cada uno de ellos, el mundo circundante presenta una alteración que sugiere un devenir apocalíptico. Por el otro, si bien el narrador cambia de sexo, de condición social y de contexto, su conciencia, sus afectos y su ideología no dejan de ser las de un joven pequeñoburgués contemporáneo y hastiado. Libro de taller literario (la escritura que fluye sin ripios, un tiempo sin sobresaltos, una primera persona cercana al lector, algún rasgo original que permite distinguirlo de productos semejantes), Varadero... es la tercera cara del curioso prisma que caracteriza las búsquedas de Vanoli: respetabilidad académica, fanatismo militante, profesionalismo narrativo. Tal vez estemos frente al artista del futuro: ofensivo con los adversarios, respetuoso con los poderes, irresponsable como ideólogo y convencional como escritor. Todo un paradigma.