China creció en el primer trimestre del año casi un punto más que en el anterior, con un aumento de 11,1% frente al 10,4% de los tres meses finales de 2006.
Todos los indicadores económicos se aceleraron en la primera etapa del año: la producción industrial, la inversión en capital fijo, las ventas minoristas y el consumo individual.
Esto ha sucedido en una economía que en los últimos 4 años creció por encima del 10% anual, y que en los 28 años posteriores a 1978 (comienzo del proceso de reformas y apertura) ha tenido una tasa promedio de crecimiento de 9,4% por año.
Curiosamente, el principal desafío que presenta esta aceleración del crecimiento para el gobierno chino no es el sobrecalentamiento de la economía, a pesar de que la inflación aumentó 3,3% anual en el primer trimestre, el mayor nivel en dos años. El reto para China, dijo el primer ministro Weng Jiabao, “es aumentar la producción de granos y los ingresos de los campesinos, así como reducir el consumo de energía y las emisiones de dióxido de carbono; hay también un crecimiento excesivo de la moneda y el crédito, así como de las inversiones en capital fijo, y todo esto mientras el superávit comercial, en vez de disminuir, se incrementa”.
El gobierno chino considera “insostenible” no una alta tasa de crecimiento económico sino un determinado tipo de crecimiento, que es cada vez más intensivo en el uso de energía y que posee una tendencia cada vez más acentuada al rendimiento decreciente de la gigantesca tasa de inversión.
En el primer trimestre del año, la inversión en activos fijos se incrementó 27%, pero lo más crÍtico, en términos estratégicos de largo plazo, según Weng Jiabao, es que en 1999 una inversión en activos fijos del 1% provocaba un crecimiento de 1,29%, mientras que en 2002 era 0,48%; en 2003, 0,40%, y en 2006, se estima, es menos de la mitad, 0,20%.
La demanda china de petróleo crece 9% anual, y aumentó 64% entre 2001 y 2004; pero se incrementó 20% en 2005. El producto chino es 5,5% del PBI mundial, y China consume 15% de la energía que se produce en el mundo; hoy importa 37,5% del petróleo que consume, pero la previsión del gobierno es que ese porcentaje trepará al 75% en 2020.
El gobierno chino se propone reducir el consumo energético por unidad de producto en 4,4% anual en el período 2006-2010, y no lo está logrando; al contrario, hay un incremento de la relación producto/energía. Esto es lo que torna la situación “insostenible”, según el premier Weng Jiabao.
Es el lenguaje de la necesidad, no un cambio doctrinario, lo que empuja a China a buscar un nuevo mecanismo de acumulación; y algo semejante ocurre con Estados Unidos, a pesar de que sus condiciones histórico-estructurales son cualitativamente distintas a las chinas.
Estados Unidos se ha convertido en una economía de la información, estructuralmente menos dependiente de las materias primas, de la energía y del trabajo. La fuerza de trabajo industrial norteamericana fue de 14 millones de personas en 2006, y eran también 14 millones en 1950. Pero los actuales 14 millones de trabajadores producen 6 veces más que los 14 de entonces.
Sin embargo, no obstante el cambio estructural cualitativo que se revela en el boom de productividad de la economía estadounidense de los últimos 12 años, Estados Unidos cada vez más dependiente del petróleo importado, a pesar de que depende cada vez menos del petróleo por unidad de producto
Además, el petróleo importado por Estados Unidos es ahora más caro y más riesgoso geopolíticamente.
En estas condiciones, el cambio climático dejó de ser una amenaza ubicada en el horizonte, y se adelantó al presente. Abandonó el futuro en términos económicos y adquirió una relevancia cada vez más actual.
En la historia del capitalismo, los nuevos mecanismos de acumulación a escala global (“ondas largas”) están precedidos por modificaciones de la matriz energética mundial.
China busca como prioridad estratégica un nuevo mecanismo de acumulación; Estados Unidos, la economía de la información situada en la frontera del sistema, experimenta una crisis de seguridad energética; y esto sucede cuando el mundo ingresó en su sexto año de crecimiento consecutivo, con la tasa más alta de las últimas 4 décadas. Es probable, entonces, que 2007 sea la fase inicial de una nueva onda larga que, como todas, requiere una matriz energética original.