Desde las usinas comunicacionales del Gobierno preparan un libro que es una suerte de Nunca más de la herencia K. Hernán Iglesias Illia, periodista, autor del libro Cambiamos (2016) y asesor de la Jefatura de Gabinete en temas de comunicación, está recabando información de diferentes ministerios para darle un giro épico a lo que el Gobierno tuvo que hacer para desactivar la bomba que dejó el kirchnerismo.
Este hecho es un signo de que el Gobierno está pegando un volantazo con una nueva estrategia de comunicación. En la inauguración de la administración macrista, los diferentes ministerios lanzaron una batería de medidas. El Gobierno quiso demostrar rapidez y compromiso con las promesas y con el eje comunicacional establecido en la campaña: el cambio. Así, la nueva administración logró salir del cepo cambiario, arregló con los holdouts, bajó las retenciones y revisó contratos administrativos y laborales en el Estado. El Gobierno, con el envión anímico que le daba la victoria electoral y los aires nuevos de cambio, logró manejar la agenda e imponer su iniciativa en los primeros días de la gestión. Esta situación se extendió hasta que llegó el momento de incrementar las tarifas de los servicios públicos y los medios comenzaron a mostrar el impacto del sinceramiento de la economía en la gente. Estas medidas eran las que había que tomar pero algunos líderes de opinión comenzaron a correr con la versión repercusiva de que el Gobierno no comunica bien y que no muestra lo que verdaderamente recibió de la (des)administración anterior.
El aumento de los servicios públicos le dio aire a la oposición y, a sabiendas de lo impopular que son estas medidas a corto plazo, aprovechó algunos errores que cometieron determinados interlocutores oficiales al explicarlas. Así, abrigándose en el capital simbólico progresista con influencia sobre la clase media y baja, el kirchnerismo, junto a los sindicatos, aprovechó para marcarle la cancha al Gobierno con movilizaciones e iniciativas como la ley antidespidos, que colocarían al Gobierno en la situación incómoda de tener que vetarlo. Si bien es cierto que la administración de Macri cambió un modelo de comunicación vertical con cadenas nacionales interminables por uno más horizontal donde las redes sociales y los periódicos locales son los grandes protagonistas, esto no implica que esté comunicando mal. Lo que ocurre es que el Gobierno comenzó a sentir que la dispersión de anuncios de políticas públicas (plan de vivienda, planes hidráulicos, disminución del IVA a los alimentos o actualización del mínimo no imponible de Ganancias) los relega ante nuevas demandas que surgen en la sociedad como consecuencia de las medidas orientadas a sincerar la economía (inflación y empleo). El envión repercusivo de los anuncios de comienzos de la gestión se acabó. Este es un momento de ruido blanco, donde la gente está aturdida por la nueva realidad (el nuevo equilibrio de la economía), no les presta atención a los anuncios positivos de la gestión porque se le produjeron otras preocupaciones y, como consecuencia, el poder de la agenda está momentáneamente sin un claro dueño.
En este marco, después de estar empantanado durante tres semanas, el Gobierno decidió darle quórum a la iniciativa del Frente para la Victoria para que aprobara la ley antidespidos, después vetarla y así pasar a otro tema. La intención es retomar el poder de la agenda y darles a los inversores una señal clara de que este gobierno no es tímido con sus decisiones a pesar de estar en minoría. De paso, el Gobierno se encontró con la insólita situación donde el massismo quiso sacar ventaja mediática con su versión de la ley antidespidos y quedó debilitado al no poder cerrar un proyecto conjunto con el FpV. Es más, en esta ocasión Massa no pudo demostrar cohesión interna ya que seis de sus diputados se abstuvieron junto al oficialismo de votar a favor el proyecto kirchnerista.
En definitiva, el Gobierno quiere cerrar el tema de la ley antidespidos para concentrarse en dos dimensiones comunicativas. La primera dimensión es la de la esperanza de poder derrotar a la inflación en el segundo semestre. El Gobierno se juega a todo o nada con bajar la inflación en el segundo semestre porque si la promesa que se comunica se hace tangible en la realidad, el Gobierno va a construir reputación, y eso a su vez le va a dar capital político para retomar la agenda y la iniciativa.
La segunda dimensión tiene que ver con el “mientras tanto” hasta llegar al segundo semestre. El Gobierno busca ganar tiempo con este Nunca más de la herencia K contando las razones de por qué estamos como estamos. Las coberturas de la detención de Lázaro Báez y el desfalco K dan rating, entonces por qué no intentar dar contenido a los comunicadores. En el documento podrían aparecer historias desde adentro de la intervención patoteril del Indec, la falta de rendición de cuentas de transferencias que se hacían a provincias y municipios, el hacinamiento de empleados públicos en diferentes organismos del Estado y la construcción de dos hospitales a sólo veinte cuadras de distancia a los que no se les daba el final de obra porque el intendente no se quería hacer cargo de los gastos operativos que insumiría la puesta en funcionamiento. El documento tendría tanto detalle que llegaría hasta el estado edilicio y las ratas que deambulaban en la Casa Rosada. El foco de este documento está puesto en los líderes de opinión para que amplifiquen el mensaje y la gente entienda que el gobierno anterior dejó tierra arrasada.
En conclusión, el Gobierno está tratando de sobrepasar el ruido blanco que generó el sinceramiento de la economía con una nueva estrategia y modelo de comunicación. La idea es concentrar la atención en dos ejes discursivos y llegar al segundo semestre con una credibilidad y reputación consolidada.
*Politólogo
(Twitter: @martinkunik).